Una
de las características de la juventud es la de creernos que el mundo empieza
con nosotros, que nadie hizo lo que nosotros hacemos y que nuestros comportamiento
son más radicales y rompedores con lo precedente que lo fue la revolución copernicana
o galileana cambiando el centro de giro de la tierra al sol. Sorprende, sin
embargo, que sea gente mayor la que se queja del uso y abuso de abreviaturas y
letras en los mensajes que compulsivamente se cruzan cada milisegundo.
No hace tantos
años, eso se hacía en sus substituidas, las cartas, con las fórmulas de respeto,
que en no pocos casos lo eran también de subordinación. Carecíamos de democracia,
como en la actualidad - que haya Parlamento y elecciones, que también había con
Franco implica un esquema parlamentario pero no que haya democracia. En algunos
casos ni siquiera se podía pensar en recobrarla porque no la habíamos tenido nunca;
eran los tiempos anteriores a la I República que fue, también, nuestra primera
oportunidad democrática.
Estas
fórmulas de cortesía se empleaban en las cartas que la gente se dirigía entre
si, tanto en el caso de relaciones más formales entre personas, como en el caso
de las relaciones comerciales. Conocí en pleno uso algunas de estas expresiones
que pude explicárselas a un amigo mío, suizo, que trabajaba en España en ventas
y que estaba desconcertado con todas las letritas que venían al final de las
cartas y que no entendía qué significaban.
La
primera serie de letras, al final de las facturas era “s. e. u o.”, expresión que
aun se utiliza, que significa “salvo error u omisión” que es, a la vez, disculpa
ante el deudor por el exceso en la demanda del pago y deja la puerta abierta a
incluir algún item que se olvidara.
El
final de las cartas, incluso entre amigos, entonces no era inusual que siempre
se trataran de Vd., solía ser “Attte.”, o “S. attte., con sus tres “t”. La
explicación de la segunda expresión “Suyo
atentamente” da buena cuenta del significado de la primera. Dos de mis
tías solían substituir la conjunción que por una q, claramente
precursoras de los SMS, lo que me sorprendía, y coo eran piadosas cuando
expresaban algún deseo, como vernos pronto en vaciones o que nos
sucediera algo agradable interlcalaban "D. m.", que significaba "Dios
mediante"
Otras
abreviaturas propias del ámbito tanto de las relaciones comerciales o personales, siempre bastante circunspectas - excluidas
las amistosas muy personales, casi familiares - tenían múltiples variantes: “e.
s. m.”, “s. afmo”, “s. m. afmo”, “s. m. afmo. s. s.”, “s. m. afmo. s. s. q. e. s. m.”, de las que
explicando la última “suyo muy afectísimo seguro servidor que estrecha su
mano”, quedan ya explicadas todas. Las variantes “b. s. m.” y “s. afmo. s. s.
q. b. s. m.” se reservaban a eclesiásticos, párrocos, abades obispos y gente
así, y significaba “suyo muy afectísimo seguro servidor que besa su mano”.
Entonces era habitual saludarlos besándoles la mano - al papa se le besaba
el pie hasta hace pocos años - como todavía se conserva en algunas monarquías musulmanas, como la
marroquí, entre otras.
Tuve
oportunidad de recibir una expresión de cortesía de naturaleza casi arqueológica
con motivo de una visita que hice al
Prof. Tierno Galván. Terminó la reunión en afectuoso tono personal pero
totalmente circunspecto con su petición: “póngame a los pies de su señora esposa”,
que disfrutó así, en vivo y en indirecto, de esta cortesía que supongo ya
extinta.
Un día, ojeando un viejo libro de enseñanza del inglés para españoles, me encontré al final de la dedicatoria de su autor a la Reina Isabel II con las siguiente retahíla de letras “A l. r. p. d. V. M.”. Era claro que V. M. significaba Vuestra Magestad, que entonces se escribía con g; el significado de toda la expresión era: “A los reales pies de Vuestra Magestad” ¡Y pensar que todavía quedan monárquicos!
1 comentarios:
magestad? será majestad, no?
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