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11 ago 2013

El accidente de Santiago: (5) Los ceses que no llegan

Los ciudadanos exigimos riesgos diferentes para cada actividad vital. Para la caída de cornisas de los aleros de los tejados exigimos el 0,000.001 % anual. Eso significa que en una ciudad como Madrid puede caerle un trozo del alero del tejado a un ciudadano cada 20 años, supuesta una población de 5 millones. Si ocurriera uno cada año, un riesgo del 0,000.020 %, como ocurrió en el pasado, todo el mundo se indignaría. Por otra parte estamos dispuestos a sufrir una operación cuyo riesgo fatal es del 10 %; ¡pero sólo porque nos hay alternativa!
La seguridad es una acción preventiva destinada a evitar la ocurrencia de un accidente:
1.- por todos los medios técnicos a su alcance
2.- en el peor de los escenarios imaginarios posibles.
Prever todo los  escenarios posibles es intrínsecamente imposible, por tanto el riesgo siempre existe. Evitarlo es caro. El nivel mínimo de seguridad lo establecen las leyes. Los empresarios lo establecen en su valor máximo. El asunto está claro. La responsabilidad en una empresa privada es de los políticos que no establecen unas leyes de mínimos suficientemente altas y de los empresarios que no establecen una oferta de seguridad suficientemente alta.
Es un problema que exige tener dos conceptos claros:
1.- si el objetivo de una Agencia es ofrecer seguridad, “se invertirá en Seguridad” sin regateo:
2.- si el objetivo de una Agencia es forrarse, “se reducirá en Seguridad” sin regateo.
Es de desear que no se pierdan las inversiones previstas en Brasil por este accidente. Si fuera así, todas las pérdidas que se producirán al no lograr el contrato se deberán a unos pocos miles de euros que se regatearon en las inversiones en Seguridad en Santiago. Decía mi abuela, como todas: “Dios castiga sin palo ni piedra”. Por tanto, quienes desde el Consejo de Administración desprecian la vida de los viajeros, porque aman más los beneficios, verán que también los beneficios sufren por lo que, ¡que triste es decirlo!, deben invertir en seguridad de los viajeros no por respeto a su vida, ¡sino por su avaricia para obtener beneficios futuros!
Los políticos son responsables “in eligendo” de los miembros del Consejo de Administración y estos “in agendo” cuando deciden cuando “gastarán” - no se enteran de que están invirtiendo - en Seguridad del servicio - en este caso de transporte de viajeros - 1, 10 o 100. Tomada esa decisión, “alea jacta est”, solo hace falta esperar el paso del tiempo suficiente como para que ocurra el accidente estadísticamente inevitable. Pero se puede evitar mejorando la Seguridad cada año.
Un (i)rresponsable de ADIF o de RENFE, como el endose de toda la responsabilidad al maquinista provocó el natural rechazo de la gente sensata, y los datos posteriores lo confirman, trata ahora de endosársela a los técnicos. Sólo por eso merecería su cese “ipso facto”: por incompetente y por su reiterado intento de engaño. Los políticos, ¡claro! lo mantendrán.
El técnico ofrece soluciones a los problemas que se le plantean; el economista valora el coste; el Consejo de Administración, en una Agencia pública está nombrado por los políticos, es quien decide la magnitud de la inversión; es decir, es quien elige el sistema de seguridad.
Los técnicos tienen su responsabilidad en la elección de un sistema u otro, cuando existen varios alternativos a la hora de evaluar cuál es el mejor, pero la decisión última no depende de la seguridad, sino del presupuesto, que lo decide el Consejo de Administración.
También a los técnicos les corresponde definir los protocolos de actuación a partir de los protocolos que da el vendedor del sistema de seguridad, para llevarlos al 100 % de eficiencia que permite el sistema. A partir de entonces ¡el sistema de seguridad que falta! se le endosa al operador - en este caso el maquinista - sometido, sin remedio, al error humano.
Pero eso es al revés: los sistemas de seguridad se crearon para reducir el error humano. En el S. XVIII todo dependía del maquinista; en el S. XXI nada debe depender de él. En un mundo de “drones” dedicados al asesinato, es inadmisible que no haya sistemas de seguridad 100 % seguros en un trayecto ferroviario. La avaricia sumada a la desidia tiene un precio: 79 muertos y media docena de ceses. ¡Pero ni políticos ni miembros del Consejo de Administración cesarán!
El precio siempre lo paga el pueblo hasta que recuperemos la República Democrática al servicio de los ciudadanos; no del capital y de un Jefe del Estado nombrado por un dictador.

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