Una de las
versiones versión sobre el origen de los asesinos nos lleva a 1034 fecha en la
que un tal Hassan Bin Sabbah, persa, se consideró la encarnación de Dios en la
Tierra. Ésta es la coartada tradicional para cometer toda clase de atropellos. Según
la versión de Robert Anton Wilson los catecúmenos recibían una elevada dosis de
hachís. Al despertar se encontraban sen un “paraíso” donde recibían toda clase de
placeres sexuales. Era el introito de un mundo reservado a los que obedecieran
las órdenes de Hassan. De la palabra hachis procede la de asesinos, porque esa
fue parte de su actividad.
Se dice Osama
Bin Laden copió el esquema. Muchas son las religiones que tuvieron ese mismo
comportamiento, todas ellas con la misma coartada de ser los representantes de
Dios en la tierra. También los reyes, emperadores y presidentes de repúblicas
ordenaron estos asesinatos con toda tranquilidad. Los corsarios fueron la
versión marítima a gran escala. Drake que para todo el mundo no fue más que un
corsario, pagaba con las riquezas robadas la protección de la reina de
Inglaterra. Lo ennobleció haciéndolo Sir para orgullo de los ingleses.
Así, poco a
poco, se trivializó el asesinato. Los mafiosos en Sicilia y en sus recreadas
instituciones en los USA lo popularizaron gracias al espíritu totalitario de
los autores de la ley seca - hoy reencarnados en la prohibición del tráfico de
drogas - negocio gubernamental que produce beneficios tales que nunca se
legalizará.
La versión individual
y moderna se debe a Ian Fleming con su “Agente 007: con licencia para matar al
servicio de Su Majestad Británica, padre de la actual reina. ¿Qué diferencia
hay con la de los asesinos de Hassan Bin Sabahh o las de Osamna Bin Laden? La
forma. Visto desde el lado del que los financia, trabajan a favor de los “buenos”
y eso lo justifica todo.
¿Qué
diferencia hay entre estos asesinatos y los que comete, cada vez con más
frecuencia el Presidente Obama o Netanyahu con sus “drones”? Tampoco ninguna,
salvo la limpieza tecnológica del asesinato. La sangre no salpica al autor, que
tampoco aprieta el gatillo de un arma
mortal; sólo pulsan una tecla en su ordenador. Nada que ver con esto sicarios
tercermundistas de las maras, mucho más parecidos a los primitivos asesinos.
Este
asesinato es hoy mucho más limpio que el del mafioso que, según vimos en la
serie de los Soprano o en la del Padrino, van a la oficina donde reciben el
encargo que ejecutan con la limpieza y tranquilidad que la ocasión permite,
aunque con un cierto riesgo personal.
Nuestro
asesino, probablemente un titulado universitario, quizá hasta doctor, recién
duchado, afeitado termina de acicalarse antes de ir a desayunar con su esposa e
hijos a los que recomienda que sean buenos chicos en la escuela y no se pelen
con nadie. Después de un amoroso beso, o casto ósculo en la frente, porque
estos asesinos - al menos en la versión de Hollywood - siempre son más altos
que sus esposas, se sube a su coche y se va a la oficina en los USA o en Israel.
Allí recibe la nota que identifica a quien tiene que asesinar ese día.
Terminado
su jornada laboral regresa a casa; se interesa en como le ha ido a su esposa -
normalmente un ama de casa tradicional en versión de Hollywood - que, amorosa,
le pregunta: “¿todo bien por la oficina, querido?”, a lo que él responde con la
trivialidad propia de lo ordinario, “¡bien, como siempre!, gracias, querida”.
Nuestro
honorable asesino termina su día como un buen y honrado padre de familia
ayudando a sus hijos a hacer los deberes escolares.
Días
después nos lo cuenta la televisión o lo leemos en el periódico y ya ni
pestañeamos.
0 comentarios:
Publicar un comentario