Sin la menor
duda todos los españoles esperábamos otra cosa de la comparecencia del Sr.
Rajoy en el Senado - a petición propia, claro está - sin que en su comparecencia
hubiera tenido la más mínima influencia ni el estado de estupefacción generado en todo el país al ver su perpetuo
silencio, ni las continuas amenazas de que si no se presentaba por las buenas
se produciría una forzada comparecencia mediante una moción de censura, ni,
mucho menos, la situación en evidencia en que quedó tras la pregunta del
periodista rumano.
El
comienzo, por tanto, no pudo ser una falsedad más completa que la de decir: yo
me presento porque quiero y no porque nadie me estén presionando desde la
cárcel con sus sucesivas informaciones.
A la
falsedad le siguió el truco, propio de una buena puesta en escena, de insistir
que en sólo hablaría de economía, distrayendo así la atención de sus
interlocutores, para luego citar a Bárcenas nada menos que 17 veces lo cual fue
considerado por sus adeptos como un acto de valentía ¡se ha atrevido a pronunciar
la palabra impronunciable!; menuda categoría de Presidente que tenemos!
En una
zarzuela de Barbieri, “El barberillo de Lavapiés”, se cuenta un asunto de
complots en la época de Carlos IV. Fue aquel un reinado que acabó de modo
estúpido. Su hijo le montó un complot y, su padre le perdonó cuando le demostró
la clase de mala persona que era denunciando a sus compinches. Finalmente su
hijo, agradecido, le obligaría a abdicar nombrándose Fernando VII. Luego Napoleón
le obligaría a abdicar a él en su padre, cosa que hizo con la gallardía que
cabía esperar de semejante borbonazo. Pero es que su padre, palo del que nació
semejante astilla, abdicó acto seguido en
el propio Napoleón que - fue su mejor decisión, aunque entonces no lo
entendimos así - decidió nombrar rey a su hermano que había sido rey en Nápoles,
donde lo había hecho bien durante dos años; por supuesto, mucho mejor que esta
pareja de borbones impresentables.
En un momento dado encarcelan al Barberillo que
luego, cuando lo sueltan explica así lo que pasó a su clientela: Por salvar ...
yo no sé cómo / De un peligro … a no sé quién / En la cárcel … no sé cuál / Me han
metido … a no sé qué / Más de cien declaraciones / Me han tomado sin cesar / Y yo he respondido a todos / De este modo singular
/ .- Yo nada vi / .- Yo nada hablé /.- Yo nada oí / .- Yo nada sé / Yo ni
escribí / ni conspiré / ¿Qué hago yo aquí? / ¿Cuando me iré? / Creo que hay … yo no se donde / un complot …
yo no se cual / para hacer … no se qué
cosa / que es preciso averiguar / Y los jueces y escribanos / esperaban que iba
yo / a aclarar de ese misterio / toda la complicación / Mas como allí / yo nada
oí / ni nada vi / ni nada se / tan listo fui / que hoy escuché / - Que hace
usté aquí /váyase usté.
Díganme Vds. si esto, mutatis mutandis, no les
provoca una inmediata asociación con el espectáculo que montaron el Sr. Rajoy
en el Senado y el Sr. Bárcenas en la cárcel.
Claro que se podría considerar que todo lo que
ocurrió en el Senado podía haber sido también escrito por Valle Inclán porque
el espectáculo fue bastante esperpéntico.
De todos modos no hay que descartar su calificación como
una astracanada típica de Pedro Muñoz Seca. En el Senado asistimos, en realidad
a una teatralización de la realidad, donde más que el retruécano se recurrió a otra
figura retórica, una especie de anáfora. Esta figura retórica consiste en la
repetición de una palabra o conjunto de palabras al principio de una frase, que
en el caso del Sr. Rajoy lo hace al final de la frase “fin de la cita”, por la
que, sin duda, pasará a la historia del
ingenio sutil.
Si el asunto hubiera estado trufado de líos de faldas
hubiéramos podido considerar que la representación era un juego cómico de Lope
de Vega, pero la calidad del texto de cada uno de los intervinientes no permite
esta comparación y la calidad de los actores también fue bastante penosa.
De todos modos, no se precipiten a silbar. Parece que
se está preparando una segunda edición y que se estrenará en la próxima temporada
a la vuelta del verano. Por increíble que les haya parecido lo que han visto,
lo que les queda por ver lo será más.
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