Hace unos días vi un
insoportable reportaje en la televisión sobre el proxenetismo y trata y
explotación sexual de mujeres. Sorprendentement4e la noticia se centraba en la “competencia
desleal” de ese lujar situado en la proximidad de la frontera con Francia, “víctima”
de atentados de la competencia dirigida por “empresarios menos eficientes”.
Sorprende la connivencia cómplice de todos los
gobiernos, sean del signo que sean. Ninguno tienen imaginación bastante para
prohibir con la ley en la mano una actuación
tan inmunda que atropella a libertad, que hace que las personas seamos personas,
no esclavos.
Los suecos
han decidido perseguir a los “clientes”, nombre amable para estos “cabrones”,
que son los que financian con su demanda “al detall” ese tráfico inmundo. Siguen
quizá así, pero por respeto a la dignidad de la persona humana, la doctrina que
Virgilio le explica al Dante cuando lo paseaba por los círculos del infierno: “No
es lo mismo el que peca por necesidad que el que no”, que luego reproduciría,
con nulo éxito, Sor Juana Inés de la
Cruz en sus famosos versos “Hombres necios que acusáis /a la mujer sin razón,/ sin
ver que sois la ocasión/de lo mismo
que culpáis …” que termina diciendo “¿O
cuál es más de culpar, / aunque cualquiera mal haga: / la que peca por la paga
/ o el que paga por pecar?”.
Todos los
gobiernos, en cambio, desarrollan inmensa imaginación para la defraudación fiscal,
para su “legalización” con las SICAV y
sus amnistías fiscales. Son imaginativos cuando dicen que “no les conste” la realidad
inmediata que hacen sus subordinados en el despacho contiguo; también para no
recordar los inolvidable pagos en b, las contabilidades en b de las que hablan
como de algo naturalidad los empresarios y también en partidos políticos, etc.,
etc.
Ese comportamiento
cómplice, que tiene una explicación que consta en los evangelios no la ignora ningún
“cristiano español”: “Donde está tu
tesoro, allí está tu corazón”,(Mt. 6, 19-23). Su tesoro está en el
dinero, no en el respeto a la mujer a la que la doctrina cristiana - ¡que
mantiene este Papa que se nos quiere ”vender” como “renovador” - la coloca en
un segundo lugar como “algo” que se compra y se vende - de eso hablamos - para
uso sexual y laboral - a través del matrimonio o del contrato temporal - ¡esa
forma contractual que tantísimo les gusta a los catoliquísimos empresarios que
tenemos en España! Aunque ahora la iglesia pretenda disimularlo diciendo que la
mujer es “alguien”, siempre la coloca por debajo el varón.
Es
frecuente que, inconsciente o maliciosa, nos desembaracemos de la responsabilidad
de nuestros propios actos, la culpa es como la falsa moneda que de mano en mano
va y ninguno se la queda, pero la
responsabilidad de la existencia de estos lugares de explotación sexual donde
se atropella la libertad, y en particular la sexual, a miles y miles de mujeres
es de todos los españoles (mayoritarios en número). Da igual que ellas sean
nacionales o peregrinas (el calificativo de inmigrantes no me gusta); son personas
que - rompiendo amargamente con lazos de afecto de sus familiares y amigos - peregrina
de su país al nuestro buscando una mejor calidad de vida, para encontrarse con
la explotación inmunda que les ofrecen los varones del país al que llegan. Los
españoles, como colectivo mayoritario, somos los que lo financiamos.
Cabe tener relaciones
sexuales libres y satisfactorias con mujeres que lo deseen también libremente. Muchos
son los que prefieren “comprar esos favores”. Se sienten dueños de “derechos”,
aunque sean conscientes de que esas mujeres no obran libremente. En el mejor de
los casos lo hacen forzadas por la necesidad
de comer todos los días. En el peor están secuestradas. Muchos frecuentan “alegres”
esos lugares “festivos” llenos de luces de colorines a lo “eurovegas”. Conocen
la situación de esas mujeres que, en muchos casos, ni pueden comunicarse en
español con ellos. Eso no importa para someterlas a tratos de “sobre-explotación
sexual”, incluidos los más degradantes de una indignidad inconcebible.
Pero es
concebible hasta lo inconcebible. Muchos de esos lugares ni siquiera disimulan esa
inmundicia con el oropel de las luces y la música festiva para ocultar el
atropello a la libertad de la mujer. Son lugares sórdidos, cárceles, zulos de
ETA - si incluyen amenazas de asesinato a familiares, padres, hermanos o hijos
de las víctimas ¿no cabría considerarlos actos de terrorismo? - a los que van porque allí “es más barato
atropellar a las mujeres”.
Si una
persona decente supiera que algún conocido suyo financiar - ¡porque eso hace! -
esas redes de explotación, no dudo que le retiraría el saludo. Su financiación
es una actuación de coautoría de proxenetismo. Pero siendo tantos los miles, ¿o
llegan a millones?, los que la financian a diario, semanal o mensualmente, ¡que
es lo mismo!, este atropello a la libertad de la mujer, resulta inmundo pensar que
más de una vez le habremos dado la mano a gente así. ¿Y nos llamamos seres
civilizados y democráticos?
2 comentarios:
Gracias. Una persona (concretando, de género femenino).
Hola, no hay nada que agradecer.
Mi reflexión, que me alegra que aprecie, busca animar a nuestra interiorización de la realidad: somos seres humanos, ¡sin otra distinción!; pero algo extraordinario en la naturaleza.
El color del pelo o de la piel, el sexo, etc., son fruto de un azar hereditario sin mérito ni demérito del que posee uno u otro, como tampoco la nacionalidad de origen, una arbitraria herencia política, pese a la hipertrofia de los alienados nacionalistas.
En cuanto a la creencia en extraterrestre nuestra responsabilidad es mayor - reflexionar está al alcance de todos - sobre todo si es de las monoteistas que "discriminanan" a los seres humanos en judios y gentiles,con una penosa herencia discriminatoria de sus dos sectas: cristianas (fieles e infieles), mahometanas (musulmanes y enemigos de la fe) - dicho sea por orden de aparición en escena - con todas las demás subsectas que todas han inventado, que siempre hay una de "ortodoxos, intolerantes y puros", al revés que las demás creencias en extratrrestes politeistas, que si respetan las creencias ajenas.
Lamentablemente, esta educación es la que el Sr. Wert, ¡los suyos y los que les votan! quieren impedir que reciban las nuevas generaciones en un esfuerzo ridículo, por estéril, porque la verdad natural siempre triunfa aunque ya no pueda reparar el daño producido.
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