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19 may 2013

Derecho a decidir: (1) Alienados

A los totalitarios se les identifica antes por el lenguaje que por sus actos. En ese sentido no cabe hacerles el reproche de “por sus obras les conoceréis” (Mat. , 7.0); obras y palabras coinciden. Los totalitarios pueden ser totalitarios en todos los órdenes de la vida; aunque siempre hay algún tema que es de su predilección se suele ser totalitario en varios aspectos.
Los más viejos son los totalitarios religiosos. Son esas asociaciones y sectas de asociaciones - a las que se les suele denominar iglesias o religiones. Rechazan el nombre de sectas aunque todas los son: una de sus características es que dentro de todo grupo totalitario siempre hay otros más totalitario, ¡los puros!, que no soportan las impurezas ajenas Sus adeptos creen que su vida está al servicio del extraterrestres que, según ellos, los creó para eso. Él mismo es el colmo del totalitarismo: omnipotente, omnisciente, omnipresente, … omni-todo  Con este planteamiento totalitario, toda la vida de sus creyentes está a su disposición.
La educación - en realidad es adoctrinamiento - la dan en escuelas y sus centros educativos - centros de alienación - de donde surgen los omni-tontos - los más fáciles de alienar. Se les hace creer que a su omni-todo le agrada que sufran “todo”, que se resignación ante “todo” y hasta que sacrifiquen su vida, es “todo” lo que tienen, como mártires en un acto que si no es omnipotente, es “todo” lo que pueden hacer: el máximo extremismo.
 Los más ladinos, los jerarcas, aplauden a los “mártires”, los celebran,  los alaban, los disculpan, los  inducen pero … ¿no es curioso?…., ningún jerarca los imita. Los más débiles mentales sacrifican de modo agresivo maltratando o asesinando a los que, su terminología es la misma al referirse al resto de la humanidad, son “infieles sin derecho a vivir”. Todas las religiones monoteístas - el politeísmo, al ser democrático no es totalitario- siempre ha organizado guerras santas. Si ahora no lo hacen no es por falta de ganas de atropello, sino porque han sofisticado sus métodos para triunfar en “su guerra de agresión”, ahora ideológica.
Otro tipo de totalitarismo es el deportivo. Es la copia de las mismas actitudes y preceptos irracionales; quizá más irracionales porque aquí no cabe la tonta disculpa de yo lo creo”. La evidencia experimental demuestra que la creencia es falsa.  Pero se reproduce el monoteísmo - sólo se cree en un equipo - al despreciar a los demás dioses como basura. La atribución, igualmente falsa, de ser los mejores, revela la necesidad - una alienación patológica - de ser mejor en algo. ¡En lo que sea! Algunos se conforman con ser los más ”pupas”; los que soportan mejor la desgracia de lo mal que le va siempre al equipo; ¿cabe mayor alienación? Es, como se ve, el ansia del totalitarismo que se revela por el camino más fácil, siempre el más irracional.
Otro totalitarismo clásico, muy dañino, toma como “su ser omnipotente” a la nación en sus diversos nombres: patria, estado (región, autonomía, provincia, aldea), nación, pueblo, país, imperio, etnia, etc. La “suya”  es la única importante; todas las demás deben reconocer su “diferencia”. Esta palabra es una cortesía porque lo suyo sería que se reconociera  su “superioridad”, que eso significa “diferencia”. Su omni-beligerancia lo convierten en sagrado. La más mínima falta de respeto, una mirada, una falta de reverencia, el mero desinterés, son una agresión. En los fascismos se obligaba a los no fascistas, que eludían el encuentro, a la humillación de cantar el himno en la vía pública so pena de paliza o, incluso, de muerte. Así incorporan todos los resabios de los alienados religiosos hasta reproducir su terminología: “mártires de la patria” es título que se da de modo pródigo a las víctimas “caídas” ejerciendo el extremismo y la violencia contra los demás. Se educa en la beligerancia, en la intolerancia y en el victimismo. Se animaliza al contrario “monos” si son negros, “monos amarillos” si son asiáticos, “perros” si se parecen a nosotros, y se incita a matarlos porque ¡sólo son animales!, no personas. Desde la jerarquía, se aplaude el exceso o se disculpa, se premia con la protección; etc. Pero también aquí los jerarcas, omni-prudentes, jamás son actores materiales. Ellos nunca son mártires y “reconocen su imperfección” mientras animan a los más perfectos.
Una penosa canción, de recientes y sangrientos ecos decía: “por Dios, por la Patria y el Rey /murieron nuestros padres; / por Dios, por la Patria y el Rey,/ moriremos nosotros también”. Mentira, querían matar a quienes nada hicieran sólo porque no pensaban como ellos, les “miraban mal”; hablaban otra lengua; creían en otro extraterrestre; rechazaban la alienación. ¡Ésa era la peor de las agresiones; excitaba la xenofobia: “no eres de los nuestros”; “ o con nosotros o contra nosotros” (preludio que legitima la agresión); y lindezas por el estilo.
Estimado lector que has llegado hasta esta línea, ¿a cuantos has identificado en lo leído?; ¿en qué mínima medida te has visto reflejado? ¿Cómo esa alienación - mínima la tuya,  máxima la de los demás, ¿que son tus agresores? -  es posible en el S. XXI? La explicación es sencilla: la renuncia a la reflexión. El adoctrinamiento sucumbe ante la reflexión. La alienación no cabe en quien reflexiona; ni la dictadura triunfa; sólo puede hacer otra muesca en su culata.
Y un último detalle: si alguien te hace un amable reproche por tu alienación ¡en lo que sea!, recuerda si respondes: “no es lo mismo”. Si lo haces, él tiene razón; tú eres otro alienado. Si es poco huye cuanto antes, tras dar las gracias por la apertura de ojos. Si es mucho, reflexiona entonces a fondo ¡y con urgencia! Lo necesitas; pero se optimista: ¡nunca es tarde!

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