A los totalitarios se les
identifica antes por el lenguaje que por sus actos. En ese sentido no cabe
hacerles el reproche de “por sus obras les conoceréis” (Mat. , 7.0); obras y
palabras coinciden. Los totalitarios pueden ser totalitarios en todos los
órdenes de la vida; aunque siempre hay algún tema que es de su predilección se
suele ser totalitario en varios aspectos.
Los más viejos son los
totalitarios religiosos. Son esas asociaciones y sectas de asociaciones - a las
que se les suele denominar iglesias o religiones. Rechazan el nombre de sectas
aunque todas los son: una de sus características es que dentro de todo grupo
totalitario siempre hay otros más totalitario, ¡los puros!, que no soportan las
impurezas ajenas Sus adeptos creen que su vida está al servicio del
extraterrestres que, según ellos, los creó para eso. Él mismo es el colmo del
totalitarismo: omnipotente, omnisciente, omnipresente, … omni-todo Con este planteamiento totalitario, toda la
vida de sus creyentes está a su disposición.
La educación - en realidad es
adoctrinamiento - la dan en escuelas y sus centros educativos - centros de
alienación - de donde surgen los omni-tontos - los más fáciles de alienar. Se
les hace creer que a su omni-todo le agrada que sufran “todo”, que se resignación
ante “todo” y hasta que sacrifiquen su vida, es “todo” lo que tienen, como
mártires en un acto que si no es omnipotente, es “todo” lo que pueden hacer: el
máximo extremismo.
Los más ladinos, los jerarcas, aplauden a los
“mártires”, los celebran, los alaban, los
disculpan, los inducen pero … ¿no es
curioso?…., ningún jerarca los imita. Los más débiles mentales sacrifican de
modo agresivo maltratando o asesinando a los que, su terminología es la misma
al referirse al resto de la humanidad, son “infieles sin derecho a vivir”. Todas
las religiones monoteístas - el politeísmo, al ser democrático no es totalitario-
siempre ha organizado guerras santas. Si ahora no lo hacen no es por falta de
ganas de atropello, sino porque han sofisticado sus métodos para triunfar en
“su guerra de agresión”, ahora ideológica.
Otro tipo de totalitarismo es el
deportivo. Es la copia de las mismas actitudes y preceptos irracionales; quizá
más irracionales porque aquí no cabe la tonta disculpa de yo lo creo”. La
evidencia experimental demuestra que la creencia es falsa. Pero se reproduce el monoteísmo - sólo se
cree en un equipo - al despreciar a los demás dioses como basura. La
atribución, igualmente falsa, de ser los mejores, revela la necesidad - una
alienación patológica - de ser mejor en algo. ¡En lo que sea! Algunos se
conforman con ser los más ”pupas”; los que soportan mejor la desgracia de lo
mal que le va siempre al equipo; ¿cabe mayor alienación? Es, como se ve, el
ansia del totalitarismo que se revela por el camino más fácil, siempre el más
irracional.
Otro totalitarismo clásico, muy
dañino, toma como “su ser omnipotente” a la nación en sus diversos nombres: patria,
estado (región, autonomía, provincia, aldea), nación, pueblo, país, imperio, etnia,
etc. La “suya” es la única importante;
todas las demás deben reconocer su “diferencia”. Esta palabra es una cortesía
porque lo suyo sería que se reconociera su
“superioridad”, que eso significa “diferencia”. Su omni-beligerancia lo convierten
en sagrado. La más mínima falta de respeto, una mirada, una falta de
reverencia, el mero desinterés, son una agresión. En los fascismos se obligaba
a los no fascistas, que eludían el encuentro, a la humillación de cantar el
himno en la vía pública so pena de paliza o, incluso, de muerte. Así incorporan
todos los resabios de los alienados religiosos hasta reproducir su
terminología: “mártires de la patria” es título que se da de modo pródigo a las
víctimas “caídas” ejerciendo el extremismo y la violencia contra los demás. Se
educa en la beligerancia, en la intolerancia y en el victimismo. Se animaliza
al contrario “monos” si son negros, “monos amarillos” si son asiáticos,
“perros” si se parecen a nosotros, y se incita a matarlos porque ¡sólo son
animales!, no personas. Desde la jerarquía, se aplaude el exceso o se disculpa,
se premia con la protección; etc. Pero también aquí los jerarcas,
omni-prudentes, jamás son actores materiales. Ellos nunca son mártires y
“reconocen su imperfección” mientras animan a los más perfectos.
Una penosa canción, de recientes
y sangrientos ecos decía: “por Dios, por la Patria y el Rey /murieron nuestros
padres; / por Dios, por la Patria y el Rey,/ moriremos nosotros también”. Mentira,
querían matar a quienes nada hicieran sólo porque no pensaban como ellos, les “miraban
mal”; hablaban otra lengua; creían en otro extraterrestre; rechazaban la
alienación. ¡Ésa era la peor de las agresiones; excitaba la xenofobia: “no eres
de los nuestros”; “ o con nosotros o contra nosotros” (preludio que legitima la
agresión); y lindezas por el estilo.
Estimado lector que has llegado
hasta esta línea, ¿a cuantos has identificado en lo leído?; ¿en qué mínima medida
te has visto reflejado? ¿Cómo esa alienación - mínima la tuya, máxima la de los demás, ¿que son tus
agresores? - es posible en el S. XXI? La
explicación es sencilla: la renuncia a la reflexión. El adoctrinamiento sucumbe
ante la reflexión. La alienación no cabe en quien reflexiona; ni la dictadura
triunfa; sólo puede hacer otra muesca en su culata.
Y un último detalle: si alguien
te hace un amable reproche por tu alienación ¡en lo que sea!, recuerda si
respondes: “no es lo mismo”. Si lo haces, él tiene razón; tú eres otro
alienado. Si es poco huye cuanto antes, tras dar las gracias por la apertura de
ojos. Si es mucho, reflexiona entonces a fondo ¡y con urgencia! Lo necesitas;
pero se optimista: ¡nunca es tarde!
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