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11 may 2013

La monarquía es corrupta

Cuando los primitivos se agruparon esos pequeños núcleos tuvieron problemas externos con otros grupos que querían aprovecharse de lo que ellos tenía y problemas internos con algunos de sus miembros que pretendían quedarse con lo que pertenecía  a otros. Al principio esos conflictos se resolvían a partir de la iniciativa privada.
Pronto decidieron organizarse colectivamente para responder de modo eficaz. Como si hay dos personas reflexivas no hay coincidencia - si dos personas piensan exactamente lo mismo, una, al menos, no piensa - se resolvió tomar los acuerdos democráticamente y elegir alguien que decidiera qué era correcto y qué era incorrecto en caso de conflicto.
Así nació la monarquía. Algunas veces se elegía la diarquía, para que cada uno vigilara al otro, o el triunvirato, para que fuera más difícil ponerse de acuerdo en expoliar al pueblo, pero siempre acababa en la monarquía. La única protección del ciudadano era que la monarquía no era hereditaria. Sin embargo, casi todas las monarquías acabaron siendo hereditarias y a su titular se le llamó rey. Cuando era rey de varios reinos se le llamaba emperador.
El procedimiento seguido para imponer el esquema hereditario fue el de la corrupción -
¿cómo, si no, puede conseguirse que un atropello a la mayoría de los ciudadanos prevalezca? Los corruptos fueron los demás aristócratas. Se les permitió expoliar a unos ciudadanos bajo su férula a cambio de reconocer el superior derecho del rey a atropellar a todos, aristócratas incluidos. El truco era genial: el aristócrata aceptaba. Acto seguido le bailaba el agua al rey para lograr que no sólo no le atropellara sino que le beneficiara. Sin oposición entre estos corruptos poderosos, que aceptaban ser vasallos de otro corrupto, el rey se volvió absoluto. La iglesia le podía hacer sombra. Esta diarquía se resuelve con un pacto de reparto de competencias. La iglesia dice, “mi reino no es de este mundo”; pero quiero ser rica en él.
Como justificación se alega: si el rey que hereda es heredero de un rey rico no necesitará robar ni corromperse más ni tampoco lo permitiría. ¿Cabe argumento más irracional? ¡Funciona aun en el S. XXI! Millones de personas lo repiten porque lo creen.: todas ha renunciado a pensar. De los tigres se dice que cuando prueban la carne humana se vuelven “devoradores de hombres”. La única forma de defenderse ya, es matarlos. Con los monarcas y sus compinches pasa lo mismo, pero no siempre funciona. En Francia, pese a la guillotina, volvieron, aunque al final se libraron de ellos; en Inglaterra pese a decapitarlo, volvieron, y aun no se han librado de ellos. En España, donde nunca se mató a ninguno, vuelven por más que se les eche.
Pero son una raza a extinguir. Podríamos decir de ellos lo que nos dijo Góngora: “Aprended flores, en mi, lo que va de ayer a hoy, ayer maravilla aun fui, hoy sombra mía aun no soy”: ayer eran reyes absolutos, luego parlamentarios, hoy unos pasmarotes constitucionales. Mucha gente cree, por tanto, que están derrotados y dicen: “Total como sólo son un símbolo y viven sin trabajar de modo parásito, se darán por satisfechos y no serán corruptos. ¡Qué error, que gran error!, diríamos con Ortega, referido a la monarquía. El parasitismo real es tal que con tal de que les concedamos impunidad para la corrupción ¡pasan por todo!; no tienen dignidad.
En la monarquía en la que no es corrupto el monarca, lo son sus familiares - protegidos por el paraguas monárquico - y los amigos, cuando no todos. Una monarquía corrupta sirve la coartada a todos los políticos. ¡Nosotros, dicen, al menos somos electos! Cabe alegar que en una republica también hay corrupción. Sin duda, pero hay dos aspectos a su favor: Primero, cada poco tiempo podemos botar del poder al Presidente, si es corrupto, con nuestro voto. Segundo: aun si el nuevo electo también es corrupto es más democrático que todo el mundo tenga la oportunidad de serlo a conceder la impunidad hereditaria a una familia. Sin duda el argumento es cínico, pero no tan estúpido como el de hacerlo hereditario.

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