Test Footer


19 may 2013

Palabras deesacreditadas, actitudes prohibidas

Fueron demasiados años de pensamiento único: en lo religioso, en lo político y en lo moral. Fueron demasiados años en los que lo que no estaba prohibido era obligatorio, como se decía para reírnos de nuestra impotencia. Eso condujo a tener un comportamiento servil con el jefe, con el padre, con el marido, con el novio, … Una perfecta anulación de la personalidad.
“Discutir” era una palabra prohibida. “¡No discutáis!”, se decía si dos personas defendían sus distintos puntos de vista. ¿Por qué no discutir? Sin duda somos un poco apasionados en la discusión: pero lo somos precisamente por eso; porque no  hemos sido educados en qué es la discusión. Llevamos a la espalda una historia de imposición de la  voluntad sobre el “inferior”, ¡sólo porque somos los que tenemos el poder! Nos hemos olvidado que el poder lo da tener razón. Y que como todo el mundo que tiene “la suya”, no quiera imponerla, sino ofrecerla al otro para que, si le convence la haga suya y si no, ¡allá cada uno con su propia decisión!
Las definiciones que nos da el diccionario de la RAE son harto positiva: “Contender y alegar razones contra el parecer de alguien: examinar atenta y particularmente una materia”. ¿Qué hay de malo en esta actitud? Mejor dicho ¿no es absolutamente positivo discutir? Es la consecuencia natural de que cada uno tenga una opinión distinta respecto a la materia que se esté analizando porque aquí sólo se permitía la unanimidad.
La otra definición de discutir es “contender y alegar razones contra el parecer de alguien”. El asunto era ¿quien era ese alguien? Si era alguien que tenía el “poder”, no se podía contender con esa persona. “¡Vd. no sabe con quien está hablando!” era lo que se oía decir al “poderoso” No cabe mejor confesión de que no se tiene razón. Quien cree que tiene razón la expone, no la impone; está seguro de que la razón convence; a lo sumo, que necesita una aclaración o  una explicación. Lo único que es incompatible con la razón es la imposición.  
Pero se vivía en el rechazo a la razón como norma de convivencia. Era, desgraciadamente, el resultado de vivir “bajo” gente que “sabía que ella estaba en posesión de toda la verdad”: la verdad revelada por el extraterrestre; la verdad impuesta por el poder dictatorial; la verdad que, porque se imponía en vez de ofrecerse, carecía de razón; es decir, porque era la mentira.
Sin duda la palabra contender” tiene cierta idea de violencia; pero veamos la definición de contender: “disputar, debatir, altercar; discutir, contraponer opiniones, puntos de vista”. Aunque algunas palabras refuerzan la violencia otra no puede ser más razonable: “contraponer opiniones, puntos de vista”. ¿Qué hay más razonable que distintas personas tengan distintos puntos de vista? Sus experiencias vitales son personales; la educación que han recibido fue diferente; su sensibilidad es distinta; su formación también. ¿Cómo no van a tener distintos puntos de vista? Lo irracional sería que pensaran lo mismo. Bien claramente lo afirma el dicho: “cuando dos personas piensan absolutamente lo mismo, una ¡por lo menos!, no piensa”.
Lo normal es tener diferentes opiniones ¡hasta ante un mismo hecho objetivo! ¿Cómo no tenerlo sobre los comportamientos?  Eesa actitud de opinar, de “discurrir sobre las razones, probabilidades o conjeturas referentes a la verdad o certeza de algo; .valorarlo de distinto modo”, era algo también prohibido. En su lugar había dogmas, consignas, dictados.
Pero el poder de la razón es inmensa. Ellanos permitió razonar en un mundo donde la razón estaba prohibida. Pero aun quedan secuelas de aquella educación: “tú, no te metas en discusiones”, “tú, no discutas de política”, “de la discusión no nace la luz”. Eso se decía a los jóvenes. Es milagroso que de esa educación haya podido nacer el 15-M. En su búsqueda del acuerdo entre todos, gente desconocida entre sí, fueron capaces, lo son, de llegar a un acuerdo tras otro durante dos años, tras mucho discutir.
Todo un ejemplo que oponer a ese lamentable espectáculo diario; ese griterío de “tertulianos de la tele”. Su actitud es similar en todos los programas: de “salsa rosa” o de otros programas presuntamente más racionales entre gente presuntamente mejor educada. Peor que la irracionalidad de algunos argumentos lo es la falta de respeto al interlocutor; la falta de educación de la insinuación envenenada, de la insidia que revela ruindad de alma; el recurso l argumento “ad hominem” cuando se carece de razones que oponer; la interrupción ¡porque no vale la penar perder el tiempo escuchando las estupideces que me están diciendo!, piensa el que interrumpe. Ahora hay libertad para hablar, pero el ánimo de imponerse, ese insensato querer vencer y no convencer; esa exigencia a que me reconozcan que tengo toda la verdad, es la herencia del pasado.
Para evitar esta mala educación de los futuros ciudadanos, al Ministro Sr. Wert se le ocurre eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Y los presidentes de las autonomías le secundan reduciendo más aun la financiación en la docencia pública mientras financian a instituciones posesoras de la verdad, como en el pasado, ahora que la razón estaba surgiendo.

0 comentarios:

Publicar un comentario