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13 may 2013

El escrache del marido

En su día fue noticia que el marido de la vicepresidenta, que tiene un excelente nombramiento en una empresa sobre cuyos destinos tendrá que tomar decisiones la vicepresidenta, sin que en ningún momento eso parezca que vaya a producir el más mínimo conflicto de intereses cuya existencia prohíbe la ley, se ha quejado porque “ha sufrido un escrache” y ha pedido la protección de la justicia porque se sentía desamparado antes las quejosas hordas populares.
Sus agresores eran esa gente del pueblo bajo que, en vez de comprender lo legal que es que los lancen de su vivienda hipotecada a la calle para proteger el derecho de propiedad de los bancos, se dedican a alborotar delante de las casas de los políticos que apoyan, con preferencia, el derecho de los bancos sobre el de las personas, muchas de ellas víctimas de un timo.
La pregunta que hay que hacerse en este caso es parecida a la que todo el mundo se hace con el caso del yerno del rey: ¿sabía su mujer - la vicepresidente Sáez de Santamaría  - lo que estaba haciendo su marido o no tenía ni idea?  Decir que la esposa vivía en la inopia ha producido estupor en el caso de la hija del rey, pero resulta mucho más difícil de creer en el caso de la vicepresidenta. Al margen de la comunicación que cada uno tenga con su cónyuge,  se supone que lee la prensa o que alguien le pasa los extractos de prensa que le atañen, ¡y éste le atañe!
Sin embargo, es posible que no tuviera ninguna idea de lo que hacía su marido. Eso parece ocurrir con muchas mujeres de este gobierno que están casadas; tienen una independencia tal de las actividades de sus cónyuges que ni se enteran de que su marido tiene un Jaguar en su garaje.
De ser así, no hay por qué preocuparse cuando el gobierno dicte una norma que favorezca a la empresa en la que está trabajando el marido de la Vicepresidente del Gobierno. Lo que ha ocurrido con el escrache - supuesto que su mujer no tuviera ni idea de que lo había denunciado - demostraría hasta que punto sus actividades conyugales son totalmente independientes de las políticas y empresariales. Y eso da mucha tranquilidad a los gobernados.
De todos modos no deja de ser sorprendente que un juez le tenga que explicar al marido de la Vicepresidente del Gobierno lo que sabe todo hijo de vecino: que la finalidad del escrache “no era quebrantar por la fuerza la voluntad política … sino expresar en la vía pública la información y las ideas del colectivo” y, en la medida en que le convencieran, cambiar su voto. Añade el juez, además - ¿es que tampoco lo sabía el marido de la Srª Vicepresidente? - que lo relevante no es que los escraches se hagan ante el domicilio, sino que el derecho de manifestación "se realice de forma pacífica y sin armas, aunque no se realice la comunicación previa”. De todos modos esta comunicación es innecesaria si el número de manifestantes no supera los 20, tal y como establece la ley, como el escrachado tenía obligación de saber, dada su profesión.
Y por si fuera poco, el jeuz le recuerda a este reivindicador de la limitación de los derechos a la libertad de expresión de los ciudadanos en los escraches, que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha establecido que los límites de la crítica son “más amplios respecto a un político en ejercicio contemplado en este carácter, que los de un individuo particular", algo que equiliibra los privilegios que, en otro orden de cosas tienen los políticos. Si tampoco lo sabía creo que sería conveniente que la vicepresidente, cuando llegara a casa, hablara con su cónyuge más de su trabajo y más a menudo, porque si sigue en esa línea de denuncias insensatas ella va a ser la que va a sufrir las consecuencias sociales del rechazo “del pueblo popular”, aunque cuente con el apoyo del ”Partido Popular”; ¡que tampoco es malo!, digámoslo todo.

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