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15 may 2013

El ojo pecador

Leo una noticia que me rejuvenece. Una campaña iniciada en la TVE gubernamental pretende recuperar la moralidad de la sub-secta católica de la secta judaica de los cristianos. El objetivo es volver a limitar la libertad de las mujeres. Su objetivo: proteger al varón, lo único importante en esa sub-secta, donde las mujeres no pueden ser más que simples siervas de la liturgia al servicio de curas y obispos.
El rejuvenecimiento se debe a que ése es el mismo ridículo intento emprendido cuando era joven y que tanta risa daba a todo el mundo con dos dedos de frente. Recordaré uno, relativo al velo, para recuerdo de los mayores e ilustración de los que no los conocieron. Manrique tenía razón al quejarse de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero también es cierto que “cualquier tiempo pasado fue peor”.
La obsesión que domina esas mentes sucias de oráculos de extraterrestres es el sexo, y no por prohibírselo a ellos, que los musulmanes no se lo prohíben y son aun más obsesos sexuales. La ridiculez a la que llegan es insuperable. El velo, que aun se exige, ¡legalmente!, a las mujeres víctimas de las creencias musulmanas, era exigencia normal entre sus colegas católicos, igualmente irracionales. La razón alegada era que el cabello de la mujer provocaba sexualmente al varón y le incitaba a pecar. Si fuera cierto, la solución sería la educación de los varones. Era mentira; el objetivo era privar libertad a las mujeres ¡hasta para vestirse! ¿Cómo se sigue insistiendo en eso? ¿Cómo hay gente que aun sigue sin darse cuenta? ¿Cómo nadie puede exigir el respeto a una cultura alienante que atropella la libertad y dignidad de un ser humano, solo porque es mujer?
El velo estaba ya en franca decadencia cuando yo lo conocí; era una mera exigencia para entrar en la iglesia, no sé si para proteger a los curas de la provocación de ver ante ellos a tanta mujer humillada. Si no, no me lo explico. El velo se redujo de tamaño hasta desaparecer de los bolsos femeninos. Las mujeres, si yendo de excursión querían entrar en una ermita se cubrían la cabeza con el pañuelo de algún varón, más grande que los suyos. Hubo oráculos del extraterrestre que pusieron notas harto cómicas a la entrada de los templos: “prohibido entrar con el pañuelo de las narices en la cabeza”. Muchas mujeres no volvieron a entrar.
Hoy renace la preocupación por las niñas y jovencitas que con sus blusas con hombros caídos, ¡se les ven los tirantes del sujetador!, o sus pantalones bajos, ¡se les ve la cinturilla de las bragas!, van provocando a los varones sin ser conscientes de ser provocadoras. ¡Pero si sólo provocan a los obsesos! A ellas sólo les preocupa ir a la moda. Recientes programas de televisión sobre cómo afrontar esta situación ¿pecaminosa?, son tan ridículos como la preocupación  de quienes, cuando la mujer empezó a acortar la falda, en vez de ridículos argumentos morales pretendían que  las jóvenes no fueran a la moda diciéndoles que las rodillas eran la parte más fea del cuerpo humano. Ser joven es inevitable; ser imbécil no.
En cambio, ninguno de estos presuntos creyentes en las doctrinas del presunto hijo del presunto extraterrestre judaico siguió aquella doctrina que les recomendaba: “Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego”. (Mat., 18,9).
Nunca aumentó el número de ciegos entre los sectarios. Sólo aumenta el nivel de ridiculez al que llegan. Ante la moda, no hay mandato de extraterrestre alguno que pueda vencer. Su omnipotencia no llega hasta ahí. Ningún “único extraterrestre verdadero” es tan omnipotente. Eso sí, todos sus oráculos rozan la omnipotencia con su ridículo intento en oponerse a la libertad de la mujer. Su eterna imputación es: la mujer es la causa del pecado del pobrecito varón: ¡privemos, pues, a la mujer de su libertad! Lo dicho: es inevitable ser joven; pero no ser imbécil

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