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9 may 2013

De tal palo tal astilla (I) Las pobrecitas víctimas

No entiendo todo este revuelo mediático respecto a que la hija del rey, el que el dictador, General Franco, nombró en el reino que él mismo se había inventado, se le haya retirado la imputación que le hizo el juez.
Más sorprendente, para mí, fue que el fiscal - defensor del Orden Público - haya sido el que se opuso al juez, que fue el que la imputó, aunque, por supuesto, ésa es una de sus atribuciones. En cambio - ¿por qué a los periodistas les gusta hacer preguntas sin sentido, cuya respuesta ya conocen? - me parece mucho más lógica la reiteración del juez sobre el particular: que sigue opinando lo que opinaba cuando imputó a la hija del rey franquista. ¿Hay alguna respuesta más inevitable a una pregunta tan tonta? Lo único que ha ocurrido es que la instancia superior al juez opina lo contrario que el juez y como es superior, eso es lo que ocurre; pero las razones que ha dado esa instancia superior, es evidente, no han convencido al juez porque h asumido las opiniones del fiscal y el juez, que ya las había oído antes, había decidido que no eran convincentes. Como la instancia superior no dio ninguna razón adicional, todos siguen donde estaban.
Algunos ciudadanos parecen empeñados en vivir en la inopia repitiendo esa muletilla sin sentido de que “en España todos somos iguales ante la ley”. ¡No es cierto!, y, además, eso lo sabe todo el mundo, incluso esos meapilas que se empeña en comulgar con esas ruedas de molino.
El rey nombrado por el dictador Franco, para que fuera el Jefe del Estado del reino que él se inventó, no es que esté al margen de la ley - ¡que ya sería grave! - es que está por encima de ella ¡y eso es lo verdaderamente grave! Y como sus pretendidos derechos, los que le dio el dictador que le nombró, son hereditarios, toda su familia está por encima de la ley.
Para reforzar esta insensatez antidemocrática la reforzó con el numerito que hizo su padre, ¡Dios le tenga en la gloria!, que le reconoció como rey cuando ya llevaba más de un par de años siendo rey ¿no es increíble?
Por supuesto, aquella declaración suya. “todos somos iguales ante la ley “tan celebrada por tantísimos periodistas memos, no pasó de ser una “boutade. ¿Qué esperaban?, ¿qué dijera “yo estoy por encima de la ley, mi familia también y, en cambio, Vds. singuen en la misma situación que cuando me nombró Franco, debajo de la ley? ¿Qué se callara para que todo el mundo le reprochara que se había callado? ¡No!, ¡hizo lo que le pedía la parte menos respetable del respetable!; los que se engañan a sí mismos y sólo están esperando a que alguien les confirme su engaño para poder echarle la culpa ¡me engañó! ¡Pues no, no le engañó!; simplemente le dijo la mentira - es lo que se llama una mentira piadosa - que Vd. le estaba pidiendo a gritos.

Vd., Vd. solito - ¿es o no es Vd. mayor de edad? - es quien se pasaba todo el día engañándose a sí mismo por una sola razón, porque viviendo en la mentira se vive más cómodo; porque a Vd. no le da la gana de reflexionar; porque así puede considerarse víctima del engaño cuando se descubra de modo ostentoso la mentira del que nunca le engañó, porque quien se engañó, fue Vd. solo. Y ¿qué hay más placentero que poder decirle a los demás que hemos sido víctimas no sólo de “nuestra buena fe” sino, además, de la maldad de los demás?
Por eso me han parecido un alarde de hipocresía social todos esos programas en los que se han dedicado a preguntarle a la gente por la calle si les parecía bien que desimputaran a la hija del rey franquista, copropietaria de las sociedades en las que, presuntamente, su santísimo esposo y yerno del rey, había hecho negocios que, por todo lo que vamos sabiendo, y no estamos más que en el introito, tienen de todos menos de “santidad”.
Los menos, los más sensatos, declaraban que no cambiaban su opinión sobre la hija del rey, porque nunca tuvieron buena opinión acerca de ella. Otros, en cambio, se manifestaban dispuestos a cambiar de opinión y muy enfadados por tener que hacerlo. Finalmente, otros, entre ellos el impresentable Ministro de Asuntos Exteriores, lo celebraban ¡porque era Infanta de España!; o sea, porque la justicia no es igual para todos en este país; sino hubiera sido Infanta de España, entonces le hubiera parecido bien que la hubieran mantenido imputada.

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