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6 may 2013

Pese a todo, reinos divergentes

El hijo del rey franquista asistió a esa mascarada en que consistió la cesión del reino ¿de la Reina Juliana? a su hijo, casado con la hija y heredera de uno de los miembros del gobierno del General Videla, ese genocida que gobernó Argentina durante varios años asesinando a quien le venía en gana con la complicidad, nunca aclarada, del actual Jefe del Estado del Vaticano y, por supuesto, de los USA tradicional soporte de todas las dictaduras en Amé4rica y fuera de ella
Quizá este era el único punto en común que tenía el hijo del rey franquista en esa celebración. Él es el hijo del heredero de otro dictador y genocida el General Franco. Éste fue quien lo nombró rey, después de inventarle un reino, sin contar para nada - ¿por qué iba a hacerlo si precisamente él fue quien acabó con la democracia en España? - con los ciudadanos españoles, a la sazón sus súbditos, manu militari.
Bueno, ése y la tiara de diamantes que llevó su nuera y que le prestó su suegra, ¿o ya se la ha regalado? La tiara de diamantes que le había regalado el mismo dictador en persona a su madre, a la sazón hermana del rey de Grecia Constantino, que perdería el reino por apoyar también, ¿que les pasa?, a una dictadura, la de los coroneles.
Sin embargo, la reina holandesa, al menos, podía presumir de lo que hizo su madre, la reina Guillermina. Holanda no quiso hacer frente común con Inglaterra y Francia contra la Alemania nazi cuando su ejército invadió Polonia. Eso facilitó que los alemanes invadieran Holanda y la conquistaran en 4 días tras invadirla el 10.05.1940. En esa facilidad colaboraron los franceses e ingleses que, con la misma torpeza con que no quisieron apoyar a la República democrática española contra el levantamiento de los fascistas españoles encabezados por Franco y apoyados por la Alemania nazi y la Italia fascista, a la que no le quisieron vender armas.
La reina Guillermina decidió marcharse a Canadá y luego a Londres, desde donde dirigió un gobierno en el exilio. Desde allí desoyó los cantos de sirena de los nazis que la invitaron a volver a Holanda para que hiciera el indio colaboracionista como el Mariscal Petain.
Preocupados por una formalidad legal, cuando iba a nacer la princesa Juliana el gobierno del Canadá declaro mediante una ley especial que las propiedades donde iba a nacer su hija eran territorio holandés para que así su hija naciera en Holanda, que es una exigencia legal para poder ser reina.
Aunque eso es una ridiculez - como todas las que tienen que ver con esos cuentos de hadas de príncipes azules y princesas rosas -  la situación es diferente a la de la pérdida de nacionalidad española de D. Juan, el padre del vigente rey franquista de España que, como ya hemos comentado en otro lugar, por esa razón no tenía derecho a la nacionalidad española.
El comportamiento de la reina Guillermina, abuela del actual rey de Holanda, en relación con la política nazi y fascista fue justamente la contraria a la que tuvo el abuelo del abuelo de Juan Carlos I de Franco. Empezó por exilió como muestra de su rechazo a la democracia recuperada en España. Luego se declaró “falangista de primera hora”, es decir, un fascista de tomo y lomo. Por si no fuera ya poco clara su ideología antidemocrática, financió con un millón de pesetas ¡del año 1937!, el levantamiento fascista para acabar con la democracia en España y por penúltimo, lo último fue lo de su nieto, envió a su hijo Juan para que, apuntado en el ejército de Franco, matara con sus propias manos a los españoles que defendían la democracia.
Pero, no nos equivoquemos, la monarquía, por simpáticos que sean sus especímenes, es incompatible con la democracia. La esencia de la democracia no reside sólo en la existencia de un Parlamento. Las dictaduras, republicanas o democráticas, tienen Parlamento. La esencia de la democracia es que, como falsamente dice el art. 1.2,CE78, en un vano intento de engañar a los españoles: “la soberanía reside en el pueblo del que emanan todas los poderes del Estado”.
Pues bien, insistimos y no nos cansaremos de decirlo: donde hay una monarquía , la Jefatura del Estado no emana del pueblo. Una monarquía es esquizofrénica. En ella hay dos poderes independientes e incompatibles: uno, el poder real, que se sostiene a sí mismo al margen del pueblo; otro, el poder popular, limitado a elegir el Parlamento, que está bajo el poder del rey, superior a él.
Si, encima, el rey ha sido nombrado por un dictador ¿cómo puede haber nadie en España que tenga el tupé de decir que estamos en una democracia?
Vivimos bajo una dictadura regia, aunque parlamentaria; heredera de otra dictadura militar, aunque parlamentaria. El futuro que nos prometen nos recuerda aquel parte meteorológico de la época de Franco que decía: “reina en España un fresco general procedente del noroeste con ánimo de perdurar”.

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