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21 may 2013

Timidez y educación

En general se suelen aprecian más bien los excesos en los comportamientos, siempre que sean moderados, que los defectos, tomando como referencia un impreciso punto medio entre ambos extremos. Pero, como digo ésta actitud suele gozar de una simpatía, aunque quizá sea la simpatía que engendra el minusválido que más invita a la compasión que al aprecio.
Cuando se dice de alguien que es tímido, cierto que como disculpa, en esa valoración hay una petición implícita de ayuda y de referencia a unos presuntos valores ocultos que la timidez impide conocer porque el tímido, por serlo, no los expone.
Discutir acerca de si la timidez es algo genético o algo aprendido es asunto que sin ser trivial no merece mucha discusión. Cualquier comportamiento tiene un fundamento somático y todos tienen también un componente educativo. Pero seguimos creyendo que el componente educativo, salvo ante evidentes insuficiencias genéticas,-tiene una gran importancia. Pese a ello le dedicamos a la educación una cantidad de recursos mínimos dentro de todas las estructuras sociales de casi todos los países, lo que indica, simplemente, que no somos consecuentes ¡ni con lo que creemos! O, al menos, con lo que decimos creer. En realizad lo que hacemos es, simplemente negar la evidencia porque carecemos de rigor científico experimental, al que tapamos, para no verlo, con la manta del prejuicio.
La timidez me parece que es una de las actitudes a las que deberíamos dedicar mayor esfuerzo para su erradicación. Sin duda condiciona notablemente nuestro desarrollo y oportunidades de felicidad futura que, en el fondo, es lo único interesante en esta vida, que en la otra, tiempo tendremos en toda la eternidad para dedicarle nuestros afanes. Por eso no debemos perder el exiguo tiempo que tenemos en ésta preocupándonos de ella; sería un verdadero despilfarro por lo irreversible del tiempo. En el otro mundo, pese a la larga eternidad con la que se nos amenaza, ya no vamos a poder hacer nada por enderezar éste, porque es ido. En cambio, tendremos todo para poder enderezar aquel.


Timidez, aunque no seamos plenamente conscientes de ello, es palabra que etimológicamente procede de temor. Baste esta consideración para reconocer que vivir una vida atemorizados no es lo mejor que cabe desear a nadie. Sin duda todos tenemos capacidades diferentes. En algunas andamos más o menos escasos y en otras más sobrados. Identificar desde la infancia cuáles son aquellas carencias que provocan el temor y potenciarlas indirectamente para que el temor desaparezca es uno de los mejores objetivos educativos porque potencia la autoestima.


Lo normal, es decir, salvo cuando desde la infancia hemos estado sometidos al atropello - algo también desgraciadamente normal - es que no haya razón ninguna para el temor generador de la timidez. Desterrarla conduce a una actitud de mayor aplomo en nuestra vida. Eso se puede conseguir descubriendo los aspectos donde nuestra capacidad ¿natural? es mayor, para lograr mayor rentabilidad en el esfuerzo de su desarrollo; pero aquellos donde sea menor esa capacidad no deben abandonarse por pereza. La armonía es un objetivo no sólo de belleza sino de eficacia porque todas esas características entran en resonancia permitiéndonos alcanzar el óptimo. Además, no son pocos los casos donde la perseverancia ha permitido que el incapaz ¿natural? se convierta en brillante; por lo que ningún objetivo debe abandonarse.
Porque el poder es conscientes de esta realidad, cuando la derecha lo alcanza siempre procurar hurtar la oportunidad de formación a los más desvalidos. Es la forma más ruin, pero más acreditada de atropello y, además, es relativamente barata. De entrada se ahorran la inversión en la enseñanza; además limitan la competencia, lo que coloca al privilegiado en una situación de oferta más reducida, lo que acrecienta su privilegio; finalmente, el privado de oportunidades, también en la docencia, acepta su realidad - que no es suya si no impuesta - pero la asume como suya; ésta es la coda con la que, anulando la reacción triunfa el poderoso.
El atropello aun se puede acrecentar vendiendo como sucedáneo docente el adoctrinamiento que esclaviza en lugar de la enseñanza que libera; por el adoctrinamiento que nos hace dóciles, y tímidamente sumisos en vez de la enseñanza que nos aploma al sentirnos capaces. Y cuando uno se siente capaz, deja de tener temor y donde la timidez lo agostaba todo surge la exigencia del derecho a ser tratado como igual y no a ser tolerado como inferior.

Es el caso actual del Sr. Wert que, además, tiene el cinismo de declarar que lo hace para cumplir con los acuerdos con el Estado teocrático y sexualmente discriminatorio del Vaticano. En primer lugar es falso; en segundo, si fuera verdad, la solución no es cumplir un compromiso indigno

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