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5 may 2013

Gato negro gato blanco.

Da lo mismo, monarquía o república, dice quien quiere la Monarquía, y se justificar: “lo importante es que funciones”. Me recuerda aquel dicho chino que dijo el Presidente Sr. González al dejar de ser socialista: “gato blanco, gato negro, lo que importa es que cace ratones”. ¿Acaso no importa saber para quien caza los ratones? Bajo ambas formas de Estado hay gatos que cazan para ellos. En la república, sin traumas, podemos ponerlos en la calle. Los reyes recurren a la violencia si lo intentamos. Y si se logra regresan, también por la violencia, siempre gracias a un general que da un golpe de Estado y los impone. Les gusta ser gato; y que les cacen ratones a ellos. Ningún rey se fue pobre. La historia enseña qué da la monarquía. Todas rezuman sangre y un rosario sin fin de abusos y atropellos a los más débiles, los demás, los “súbditos ”, los que estábamos “sub dictum”, es decir, “bajo lo dicho”. El rey “decía la ley” y los demás a obedecer. Ahora tienen que aceptar el otro esquema: el rey ya no dice; pero sigue parasitando y enriqueciéndose a nuestra cosa. Otra característica de la monarquía es que, más que súbditos, éramos esclavos del rey. Nada de lo nuestro era nuestro. Decía el Alcalde de Zalamea: “Al rey la vida y la hacienda se ha de dar….”. Y el rey, ¡encantado!, se quedaba con una y otra y las utilizaba en sus disputas con sus pariente, el rey del reino de al lado, que hacía lo mismo. Entrambos arruinaban la vida y la hacienda de sus súbditos para arreglar sus pendencias de mala vecindad. Pero en este expolio, como recuerda el Alcalde de Zalamea, no se encontraban solos. La frase terminaba diciendo “ … pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”. O sea, que ni el alma era nuestra. Era de un extraterrestre. Su oráculo, la iglesia, también nos parasitaba. El uno nos amenazaba con quitarnos vida y hacienda aquí; la otra nos amenazaba con la condenación eterna del alma, que asustaba sólo a los creyentes, aunque prometía “el oro y el moro”, ¡en el otro mundo!, si aguantábamos los abusos de ella y del rey. Seamos generosos y cumplamos la ley. No metamos en la cárcel a los hijos por los delitos de sus padres, los que atropellando a los nuestros. Pero si heredan el fruto de su robo, la ley les exige que devuelvan lo robado para poder librarse de la cárcel. Somos así más clementes que la iglesia. Ella sigue haciendo pagar a los creyentes por el pecado que cometieron Adán y Eva. No hay, pues, por qué soportar ni un día más herencias indecentes de esa ralea de mal nacidos y peor criados. Su delito está en los libros de historia y en los periódicos. Hay países monárquicos respetables, pero no por ser monárquicos sino porque la educación de todos los ciudadanos ha alcanzado, ¡incluso!, a los hijos de reyes volviéndolos decentes. Reyes, pese a ello, decentes, pero por estar educados en el respeto a los valores republicanos. En nada se parecen esas monarquías a la franquista que tenemos. Su origen es un reino que inventó un dictador, que nombró rey a quien le vino en gana, el cual no dudó en jurar seguir con su atropello con las mismas leyes con las que el dictador nos había atropellado. ¡En nada se parece a ellas! Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Esta monarquía, heredera de la dictadura, se parece mucho más a la monarquía jordana, la saudí o la marroquí. Hay repúblicas deleznables, tan detestables o más que como cualquier monarquía detestable. A su lado hay repúblicas como la de Francia, Alemana o Finlandia que eligen al Jefe del Estado. La ventaja de Suecia o Noruega no es por ser monarquía, sino por ser Suecia o Noruega. Si un día los ciudadanos propusieran un referéndum y ganara la República, sus reyes lo aceptarían. ¡No en España! Cada vez que los españoles elegimos una República, los expulsado apoyados en la derecha reaccionaria y la iglesia, dieron un golpe de Estado y acabaron con las libertades mediante otra sangrienta represión. Ni siquiera pudimos tener una monarquía parlamentaria. Fernando VII, apoyado por la derecha eterna y reaccionaria y la iglesia, igualmente eterna y reaccionaria se negó. Obligado a ceder pido auxilio a Francia, momentáneamente monárquica, que envió al Duque de Angulema y a los 100.000 hijos de San Luis que masacraron a todos los que pedían ¡sólo!, que el rey respetara la Constitución. Por hacer eso a Luis XVI le cortaron la cabeza y hoy Francia es una república próspera y un perpetuo ejemplo a seguir. Nosotros, en cambio, soportamos al rey heredero del dictador que también se trajo a 100.000 hijos de puta: los ejércitos nazi y fascista de Alemania e Italia para acabar con la democracia.

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