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1 may 2013

Ilegitimidad monárquica (I)

La esencia de cualquier organización es su congruencia. Y eso hay que exigírselo sobre todo, a las leyes. La esencia de una ley es que no admite excepciones. La ley de las leyes, se dice, es una Constitución democrática. ¿Todas las constituciones que reciben ese nombre son democráticas? Y si no fuera así, como veremos, ¿es democrática la Constitución de 1978? Para dar respuesta a esta serie de preguntas es necesario plantear qué exigencias deben darse para que una constitución sea democrática. La primera es que la propuesta que se le ofrece para votar la haya preparado el pueblo de entre unos representantes constituyentes, que son los que tienen ese compromiso: preparar y discutir esa propuesta constitucional. La primera condición, se dio, las cortes constituyentes fueron elegidas libremente. La segunda es que, aprobada por ese parlamento constituyente se apruebe en referéndum en condiciones de libertad a la hora de votar La segunda condición también se dio: las cortes constituyentes la aprobaron y esta aprobación fue ratificada en un referendum libremente votado. La tercera es que sea congruente con lo que en ella se dice. Aquí está el primer fallo de una larga lista: la CE78 establece preceptos contradictorios entre sí. Por lo tanto, si se cumple uno, no se cumplen los que lo contradicen. En ese caso, las leyes que se dicten respetando uno de esos preceptos, pero no los que lo contradicen no serían constitucionales ¡ni unas, ni otras! Veamos el caso del art.1.2,CE78. Dice así. “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, pero eso no es cierto. La jefatura del Estado, sin duda el poder supremo del Estado, no emana de la soberanía nacional que residía en el pueblo español constituido por todos y cada uno de sus ciudadanos libres. El Jefe del Estado es ilegítimo porque lo eligió el general Francisco Franco, un general perjuro - había jurado defender la república - que además de levantarse contra el estado fue el autor de un genocidio durante los tres años de guerra que continuó durante4 los 40 de la postguerra. Votáramos lo que votáramos, está claro que Juan Carlos I de Franco, nombrado Jefe del Estado por Franco, en un reino que se inventó Franco, y al que le dio título de rey, seguirá siendo Jefe del Estado y rey. Porque cuando votes SI o NO algo algo no cambia, “eso” ha sido votado. Y “eso” fue el nombramiento de Jefe del Estado con el título de rey en la persona de Juan Carlos I de Franco que, por lo tanto, ¡nunca se nos dejó elegir! Lo único que se nos permitió votar a los españoles fue si queríamos que el Jefe del Estado al que Franco había nombrado rey de España, Juan Carlos I de Franco, nos gobernara con las leyes franquistas que había jurado respetar el 1969 y luego, de nuevo en 1975, o si preferíamos que, una vez que cesó por votación propia el parlamento franquista y fue heredado por el parlamento constituyente, fuéramos gobernados por el Jefe del Estado al que Franco había nombrado rey de España, Juan Carlos I de Franco, nombrado tras haber cesado por votación propia. Por indecentes que fueran las que nos esperaban, o han sido, las ya sufridas y que Juan Carlos I de Franco había jurado estar dispuesto a seguir atropellándonos con ellas, eran peores. Jurídicamente hablando ni los españoles elegimos jamás Jefe del Estado, mucho menos rey, a Juan Carlos I de Franco. Lo eligió Franco. De ahí procede su ilegitimidad jurídica. Hereda la que tenía Franco. Si su hijo - ¡Dios tenga piedad de nosotros! - hereda ese empleo, heredará esa ilegitimidad franquista que arrastra como un pecado original que sólo lo limpia el bautismo democrático: una monarquía electiva, como hubo durante siglos. Ellos prefieren el origen ilegítimo a la democracia. que el Jefe del Estado sea elegido libremente por los ciudadanos. Ellos, los ilegítimos, no lo permitirán. Su primer fraude fue la Transición a la Democracia, que nunca se quiso, sólo se quería una Transición de una dictadura a otra dictaduras; de la dictadura personal franquista de Franco a la dictadura monárquica de Juan Carlos I de Franco. No en vano se dice: ¡la primera víctima de la mentira es el lenguaje! El parlamento de Franco, según su propia ley electoral, elige por votación a sus miembros, pero teníamos una dictadura personal y parlamentaria. El parlamento de Juan Carlos I de Franco según su propia ley electoral, elige por votación a sus miembros pero tenemos una dictadura monárquica y parlamentaria. Juan Carlos I de Franco, por ser heredero de Franco, es ilegítimo.

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