El
hombre (mujer o varón) tiene un ansia de libertad aunque no le dejaron ser
libre durante la inmensa mayor parte de su propia historia. Primero estuvo
sometido a la inclemente naturaleza. De esta tiranía antes de ser libre gracias
desarrollo científico cayó bajo la tiranía social. Hoy hay estados donde es
legal atropellar al otro, controlar la libertad de expresión, tener esclavos, asesinar
por orden de jueces o de Presidentes, discriminar por razón de sexo, raza,
lugar de nacimiento, razón social o religiosa, etc
La
humanidad siguió un largo, doloroso y cruento el camino hasta lograr el
reconocimiento del derecho a la libertad. La tarea pendiente es aún inmensa con
tantas naciones cuyos ciudadanos, preocupados por sobrevivir, ni siquiera se
plantean el derecho a ser libres. La libertad sólo florece si se respeta a
ultranza el derecho a la vida, a la supervivencia. Lo decían los clásicos: “primum
vivere et deinde philosophare”.
Los
movimientos filosóficos progresistas influyeron hasta en los movimientos
políticos reaccionarios que aceptan, sólo en teoría, la igualdad de los hombres
(mujeres y varones) ante la ley. Algunas religiones dicen respetar su libertad
pero cuando logran el poder la atropellan. La Revolución Francesa, el fruto más
preciado de la razón, con su lema: igualdad, libertad, fraternidad, sentó las
bases del progreso, recuperó con la razón la democracia electiva por los
ciudadanos tras siglos de atropello en nombre del derecho divino de los reyes
al que controlaban para su beneficio. Alguna se excusó. Otras no.
Atrás quedaron las cartas otorgadas o pactadas con
el gobernador, rey, duque, zar, príncipe, etc. y aun hay religiones que reivindican
su derecho divino a gobernar, que imponen donde tienen poder; en estados no
democráticos como ellas mismas.
En la España democrática y republicana decía
el art. 1,CE31: “España es una República democrática de trabajadores de toda
clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia”, y fue verdad
hasta que entre el ejército fascista y la iglesia acabaron con la democracia. El
art.1.2,CE78 de la constitución franquista dice: “La soberanía nacional
reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, pero es
mentira, como nos recuerda en el art. 57.1: “La Corona de España es hereditaria
en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón”, cuyo poder procede del
dictador al que él juró que nos seguiría impidiendo recuperar la democracia.
Pero las
sociedades libres, que siguen reivindicando el rechazo a los dictadores
terrenales y extraterrenales, substituyen a estos dictadores por el respeto a
la razón.
Las asociaciones
de creyentes en extraterrestres niegan el derecho a razonar del hombre (mujer o
varón). Su valor es “su particular revelación divina” y “su única interpretación”,
¡la que hacen sus jefes claro! Es una revelación que rechaza y desprecia a los
fieles de las demás religiones, aunque también digan que son reveladas también
por el único Dios verdadero, “también sólo a ellos”. Todos, o al menos todos
menos uno mienten. Ahora bien ¿Cuál es el que miente? Ni ellos se ponen de
acuerdo en eso.
Ante este diálogo imposible la razón surge como
único árbitro de la convivencia. Lo racional es respetar a las sociedades, se
llamen religiones o sectas, sean reveladas hace tiempo o ayer por la noche, que
respeten la razón; cuyos principios no atenten contra la razón; es decir con
los de la Declaración de los Derechos del Hombre.
Eso les permite, sólo “pro domo sua”, restringirse
su libertad como cada uno quiera, pero sin limitar la libertad de quien quiera
ser libre. Nadie tiene derecho a atropellar la libertad ajena. Si un grupo
declare su “superior derecho”, por razones terrenales, nacionalistas, y/o extraterrenales,
religiones, invitan a tratarle de igual modo. Aunque ellos pretenden así acabar
con la convivencia pacífica racional, tienen la inmensa suerte de que los que
somos racionales y demócratas respetamos su libertad de expresión sin caer en
su victimismo, que es la actitud del que sabe que no tiene razón.
Una comunidad será libre sólo cuanto no quiera
limitar la libertad de los demás.
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