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30 may 2013

La mujer decide: (VI) Pactos irracionales

La mujer es un ser humano. ¿Es tan difícil darse cuenta de ello? Las primeras sociedades se dieron cuenta de que la mujer tenía una capacidad de la que carecía el varón: procreaba. Por eso la protegió y las sociedades primitivas eran casi todas matriarcales porque ellas eran la garantía de la continuidad de la sociedad.
Incluso cuando se inventó la propiedad de los medios de producción - invento nefasto donde los haya que envenena al que toca - la mujer siguió teniendo un puesto predominante porque ella era la que ofrecía la garantía de la continuidad de la “sangre”, otro invento igualmente nefasto que convierte en personas con menos derecho a todas las demás. Así, los judíos sólo reconocen como verdadero judío al que es hijo de una madre judía, xenofobia en la que tienen razón, aunque no por ello deba calificarse de menos indecente y antidemocrática.
Pero en algún momento, mis conocimientos antropológicos no son tan grandes como para identificarlo, se produjo el gran secuestro. Fue como una especie de “big bang” a partir de cuyo momento se creó este mundo machista y sexista en el que vivimos y del que, a fuerza de razonar, estamos intentando salir.
A mi modo de ver tuvieron gran responsabilidad en ello las asociaciones y sectas de creyentes en extraterrestres, que empezaron a controlar la libertad de las mujeres de muy diversas maneras, algunas sutiles, todas ellas dedicadas a convertirla en una mercancía.
La primera fue la de supervalorar la virginidad, acabando por convertirla en una obsesión sexual, por encima incluso de la maternidad, que era lo socialmente beneficioso porque permitía la pervivencia del grupo social. Su razón oculta era que eso “garantizaba” que el objeto no había sido “usado” por ningún otro varón. Por tanto, el valor no era un valor en sí, sino un “valor de uso”.
La segunda fue supervalorar la castidad intra-matrimonial ¡de la mujer! Los judíos, según cuenta el evangelio, tenían una gran afición a andar apedreando adúlteras - afición que parecen haber perdido - pero que todavía conservan sus hermanos musulmanes. En el cristianismo parece que eso se abandonó pronto, pero no por ello se olvidó. El Código Penal de Franco - el que se hizo respetando la doctrina de la iglesia católica que bendijo su genocidio - declaraba delito de adulterio que una mujer casada yaciera con un varón, pero no que un varón casado yaciera con una mujer (salvo si estaba casada). Aunque la sanción teórica era la misma, en la práctica era menor para el varón y, además, el delito no se llamaba adulterio. Realmente no hay tanta diferencia con lo que aun ocurre en muchos reinos islámicos e, incluso, en algunas repúblicas que no son tal, porque en ellas manda también un dictador, aunque no sea hereditario; al menos nominalmente porque en siria el hijo heredó al papá dictador.
La tercera es la que pretende recuperar el Sr. Ruiz, Ministro de Justicia del Sr. Rajoy: la propiedad sobre el cuerpo gestante de la mujer, como si esas células, al quedar fecundadas pasaran a ser suyas. No, no lo son, siguen siendo de la mujer que tiene todo el derecho de hacer con ellas lo que quiera. No admitirlo así obligaría a convertir a las células fecundadas en dueñas del destino de la mujer, lo cual es mucho más irracional que lo contrario que, por lo tanto, es lo más racional que cabe admitir.
Por eso sólo, y la discusión sería infinita, la mujer tiene derecho a permitir que esa células que se fecundaron en contra de su voluntad no se conviertan en dueñas de su voluntad. Y la sociedad, racionalmente, lo único que puede hacer es darle un tiempo para que se decida. Es, como todo en esta vida, un acuerdo en el que un día más es tan ridículo como un día menos, pero donde, si establecemos un día, ése es el día límite y traspasado ése la libertad de la voluntad que no se ejerció hasta ese momento queda enajenada.
Eso pasa con todos los plazos; intrínsecamente son irracionales, pero tienen el valor del pacto, del acuerdo entre voluntades libres; no la imposición de una voluntad sobre la libertad ajena.
Pero de todas las irracionalidades que cabe imaginar, la insuperable es decir que una mujer que no cree en extraterrestres está obligada a dejar que las células fecundadas que no quería que se fecundaran tengan que convertirse en un hijo porque ese extraterrestre lo quiere, ¡según dicen sus oráculos!, oráculos que, según ella, son una panda de cantamañanas.
Por irracional que sea, ese atropello a la libertad es el que quiere imponer el Sr. Ruíz ¡porque le obliga un acuerdo con ese Estado no democrático de la Ciudad del Vaticano! Alegando que los romanos decían: “pacta sunt servanda”. Muy bien pues cuando un pacto es irracional lo más racional es no servirlo, y para ello lo mejor es no hacer pactos irracionales. Rompamos, pues el pacto, y recuperamos la libertad que nunca debimos haber perdido.

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