“La libertad, Sancho, es uno de
los más preciosos dones que a los hombres [mujeres y varones] dieron los cielos
[se dieron ellos mismos]; con ella no pueden igualarse los tesoros que
encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede
y debe aventurar la vida”.
No creo que haya una forma más
simple y contundente de definir la libertad que ésta que nuestro D. Quijote
brindó al mundo en sus inigualables diálogos filosóficos con Sancho, [actualizados
entre estos corchetes], que representa al ciudadano que, no por poder
expresarse con menos elocuencia no lo supiera ya, soportaba impotente su
privación.
La libertad es un don de los hombres
(mujeres y varones); no de las instituciones, de los pueblos, de los extraterrestres,
ni de ninguna otra de las múltiples mandangas como las muchas que se inventan los
que parece que tienen como único objeto en su vida pretender privar de su
libertad a los demás.
Las viejos gritos para engañar a
la gente: “Por Dios, por la Patria y el Rey”, permitieron que nuestros pobres
padres murieran inútilmente. Dudo que en estos momentos quede ya ningún hijo, ni
nieto de los últimos engañados dispuestos a seguir haciendo el imbécil de este
modo.
¡Pero no! Son muchos los que pretenden
esa aniquilación voluntaria de la libertad por la vía del lavado de cerebro. Es
la forma más barata de alienar a las personas: llenarlas de temor ante ellas
mismas; hacerles sentir que no tienen ese derecho o, mucho peor, que si lo tienen,
no deben ejercerlo. Esta máxima perversión la logran las dictaduras, sean de
carácter personal - las dictaduras modernas “manu militari” - o de carácter
institucional - las viejas monarquías hereditarias que pervivirán sólo mentras dure
ese lavado cerebral tradicional consistente en procurar que la gente no reflexione.
En el siglo pasado fse inventaron diversas formas de NO LIBERTAD ofreciendo libertad.
Los dos
paradigmas fueron la línea fascista y la comunista. En la primera se inventó la
patria, con recuerdos imperiales en la Italia de Mussolini y en la España de
Franco, o el pueblo, con apología de la raza en la Alemania nazi. Ese racismo
heredaba el inventado con un origen divino de superioridad. Al terrenalizarse no por ello fue menos
salvaje que las previas guerras de religión que le precedieron y que aún
siguen en activo en algunos estados teocráticos y racistas.
En las nuevas repúblicas ya nadie
se creía lo de Dios y Rey. La sociedad inventó otras patrañas, sin por ello dejar
de insistir en las viejas, que lo acreditado sigue funcionando siempre. Muchos vivimos
esa época; ¡la seguimos viviendo! Muchos la sufrieron en sus carnes; la pagaron
con la vida de sus padres, hermanos y abuelos, muchos están todavía
enterrados en cunetas desconocidas. Pasa porque los hijos
y nietos de sus asesinos se niegan a descubrirlas. Están avergonzados de
ellos, pero no están dispuestos- al fin son sus hijos - a reparar en lo más mínimo el daño
producido con sus asesinatos.
Hoy,
disfrazados con nuevos
ropajes, la eterna mona se viste de seda. Busca el engaño al ciudadano
con nuevas versiones de la misma estafa. Ahí tenemos la "servidumbre"
del
ciudadano a los mercados, que sólo defienden los que siempre quisieron
tener
siervos y no conciudadanos con iguales derechos que ellos. También la
"servidumbre" del ciudadano a los “pueblos” - reinvento de la "patria" -
con nueva
terminología. Cnvierte la anécdota, - ¿no somos todos acaso diferentes? -
en categoría. Hace renacer el fascismo nacionalista que enraíza en la
más rancia corrupción caciquil..
No es menor la privación de la libertad
porque te la imponga tu vecino - igualmente corrupto - que si te priva de ella otro corrupto del pueblo de al lado, de la provincia
de al lado, de la autonomía de al lado o del país de al lado. La hipertrofia
del “nosotros” frente al “ellos”, es un claro exponente de racismo, sexismo o lucha
de clases. Da igual cuál sea el elemento cuya superioridad - aunque le llamemos diferencia
- defendemos: “nuestro país, “nuestro pueblo”, “nuestro sexo”, nuestra clase”.
Igual estafa fue la comunista
que, al menos, reconoció como etapa intermedia la “dictadura del proletariado”,
algo que nunca terminó en la democracia del proletariado.
Necesitamos interiorizar que la libertad
sólo exsite si es inmaculada. La primera mancha la hace desaparecer. Todas y cada una de las
apologías - terrenas o divinas -
buscan que olvidemos lo único importante: todos somos seres
humanos ¡nada más que seres humanos! Nosotros creaamos la libertad.
Nosotros atropellamos la libertad. Que cada uno elija su opción. No hay
términos medios.
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