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27 may 2013

La mujer decide: (V) el tipo del bolígrafo

Una de mis tías era joseantoniana. Fue su decisión. Supongo que para muchas mujeres de su época José Antonio Primo de Rivera era un cierto prototipo de guapo en plan “Corín Tellado”: guapito, bien educado, de buena familia, su padre era el Marqués de Estella, licenciado en derecho y siempre bien vestido tenía  buenas maneras.

Eso, sin duda hacía olvidar que su padre había sido un dictador, que diera un autogolpe de Estado - siempre un General detrás de un Borbón para apuntalar, con la violencia, los derechos de que carece - que, naturalmente, el dictador borbónico regio había bendecido a la par que la iglesia católica, que él consideraba a las mujeres al servicio de los varones, como manda la Santa Madre Iglesia y el credo fascista que proponía a la mujer el reposo del guerrero, la madre de sus hijos - legítimos, claro - en paralelo con la doctrina católica que la reduce a ser el remedio a la concupiscencia “viril”, dentro también del más puro espíritu católico de represión sexual, porque el sexo de la mujer no es un atribuyo suyo sino del varón que lo señorea, como manda un buen fascista católico aunque eso sea un redundancia.
La educación pública alcanzaba a más y más mujeres que, por tanto, descubrían que lo que ellas habían pensado siempre, esa tontería de creerse seres humanos, y se volvían contestatarias. La Iglesia católica ya no bastaba para reprimir su ansia de libertad. Se necesitaba reforzar la alianza entre el poder terrestre, convirtiendo la libertad en delito, y el poder extraterrestre, convirtiendo la libertad en pecado. La decisión fue clara: creo un partido fascista, machista y católico. Esa fue la ideología de la dictadura de Franco y el fundamento ideológico del PP en la actualidad. 
El recuerdo de José Antonio ^rimo de Rivera ha venido a mi mente cuando el otro día vi el resumen - verlo integralmente consideré que hubiera podido producir daños irreversibles en mis neuronas - de la entrevista del Sr. Aznar que era su opuesto, ni guapo, ni bien vestido, ni bien educado, ni Marqués de nada,  y si bien no fue hijo de un golpista, su padre era apoyó la dictadura y él era hijo putativo de Fraga, que también apoyó a la dictadura del golpista General Franco, ¡siempre hay un general asesinando para que un Borbón sea rey!, que en el más puro estilo dictatorial - como el propio dictador Franco - lo designó como su sucesor.
Engreído, como todo el que no tiene nada dentro, nos dio la lamentable imagen del juguete roto, del que no vale nada por sí mismo sino por el poder que tuvo, privado del cual no vale nada; sólo sirve para nostalgias de algunos y menosprecio de la mayoría. Creerse que mandaba cuando sólo estaba al servicio del capital no fue la menor de sus insensateces.
De su lamentable imagen: los pies sobre la mesa, hablando español con acento ¿tejano?, hablando algo que él creía que era italiano, repitiendo mentiras con docilidad de escolar pelota sobre las armas de destrucción masiva de Irak o pretendiendo engañara a todo el mundo, en particular a los españoles en vísperas de la votación, diciendo que el 11-M lo había organizado la ETA, una torpeza lo define mejor que nada identificándolo con el chulo de barrio, en “señorito”, claro, pero igual de chulo; con el señoritingo de casino de provincias, como el que tan bien describe aquella fabulosa película “calle Mayor”, precisamente en Valladolid; el que hace reír con sus chistes torpes a los descerebrados amigos que le rodean; que menosprecia a las mujeres como “buen macho hispánico que es y de los que ya quedan pocos”, ¡que ojalá fuera verdad!
Sólo una persona así, aun siendo presidente del gobierno de España - ¿cómo pudo caer el país tan bajo? - pudo meter un bolígrafo entre los pechos de la periodista que le acababa de hacer unas preguntas. Supongo que la periodista no habrá terminado de arrepentirse de no haber reaccionado de la única forma que procedía ante tal actitud de maltrato y menosprecio a una mujer, impedida como tenía la mano derecha con el micrófono: dándole una bofetada que lo hubiera tirado al suelo. Eso lo hubiera colocado en su sitio: en lo más bajo. Así es él.

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