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30 jun 2013

¿Medievales o democráticos?

Sobre la primera mitad del primer evo, es decir, en el primer milenio, tras el fin del imperio romano, se recrearon las estructuras sociales sobre los esquemas de poder de los nuevos “dueños”. En España suevos, vándalos y alanos hasta que a todos los dominaron los godos.
Eran pueblos guerreros - no es que los romanos fueran unos angelitos pero se habían entregado al disfrute de lo ya conquistado en siglos anteriores - que, más o menos, respetaban la selección de los mejores mejor de lo que hoy dice el art. 103.3,CE78: “La ley regulará el estatuto de los funcionarios públicos, el acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad, las peculiaridades del ejercicio de su derecho a sindicación, el sistema de incompatibilidades y las garantías para la imparcialidad en el ejercicio de sus funciones”. Sus Jefes eran electivos - ¡tenían democracia! - y en función de los méritos demostrados en combate - eran las oposiciones que se hacían entonces - elegía a los mejores.
Luego, empezó a montarse la corrupción. Los Jefes, inicialmente príncipes, que significa el primero de los Jefes se “convirtieron” en Reyes - ¡nada menos que por derecho divino con la complicidad eclesiástica! - y se dieron el derecho de ceder su “título y poderes” a sus hijos. Los demás aceptaron a cambio de que les dejaran hacer la misma trampa. En poco tiempo se montó la “corrupción de la herencia del poder”. Los hijos de condes, sin los méritos de su padre, nacían condes; también los marqueses, y los duques y toda esa patulea de aristócratas cuyo único mérito era apoyarse entre sí, ¡por la fuerza!, para explotar al pueblo con la complicidad de la iglesia, que cobraba en privilegios y participación en la explotación.
Ninguno era “aristo” en el sentido etimológico, que significa el mejor. Sólo eran hijos, nietos, biznietos y tataranietos de los que ¡en tiempos pretéritos!, fueron considerados los mejores. ¿Lo fueron? Quizá con los criterios de aquella época. Sus méritos históricos fueron ser los más salvajes, más depredadores, más injustos, más inhumanos, más traidores - a favor del que ganó - etc. Ése es el origen inmundo de esa herencia aristocrática que algunos - ¡necios entre necios! - apoyan y de la que unos pocos - ¿ruines entre los ruines? - pretenden seguir viviendo.
Gente que desprecia al pueblo. Quieren  vivir a su costa sin su apoyo - desprecian su derecho a que ellos elijan democráticamente a quien les represente. Su sinrazón es que en el pasado se reconocía un derecho que hoy es, lisa y llanamente, ilegal por n o respetar la democracia.
Pero hay demasiados intereses creados, como nos explicó Benavente. Ahí tenemos al hijo de Juan Carlos I de Franco; ése al que nombró rey del reino que él se inventó el genocida general Franco; ése que no dudó en jurar que seguiría privándonos de la libertad que teníamos en la II República democrática, juramento que ha cumplido; ése que, sin soltar lo conseguido con ese juramento, pretende dejar en herencia un derecho que no existe. El origen de esta monarquía franquista es ilegítimo, nació cuando su creador violó la democracia mediante un genocidio.
Su hijo, consciente de ello, no tiene contacto con la gente; vive rodeado de policías armados que le protegen ¿porque tiene miedo al pueblo? Sin duda es consciente de la ilegitimidad de su herencia y por eso prohíbe las imágenes donde el pueblo manifiesta verbalmente su voto de modo público. Sin duda por eso sólo permite retransmitir los aplausos serviles en lugares cerrados a los que se accede por invitación después de haber identificado con su DNI a todos los asistentes y cuyo acceso está controlado por la policía. ¡Vaya mascarada! Si tiene tan claro que no le quiere nadie, más que los serviles, y aun estos sólo por el interés que esperan obtener por serlo sería más ético rechazar lo que no es suyo, sino nuestro, que somos el asiento de la soberanía, art. 1.2,CE78. Desde un punto de vista democrático sólo tiene derecho a lo que obtenga mediante el voto ciudadano en una democracia. Ahora no es como hace 1500 años. Ahora, nosotros, los ciudadanos, somos el asiento de la soberanía. Nosotros - lo reconozca o lo atropelle la constitución - tenemos el derecho a decidir quien nos representa.
Hay dos formas de obtener el poder: con la fuerza de los votos o por la violencia de las armas. Franco eligió la violencia. El poder que heredó Juan Carlos I de Franco heredó la violencia del que nació, protegido por la fuerza de las mismas armas que nos privaran de la libertad democrática.
Su hijo parece que no le hace asco a esa violencia y parece dispuesto a heredarlo - con violencia si hace falta - a la vista del espectáculo que da cada vez que da su espectáculo falseando la realidad: el rechazo que precede a su entrada protegido por la policía frente a un pueblo que se manifiesta - ¡todavía le dejan! - libremente votando su rechazo en publico.
Su hijo lleva el mismo camino no democrático en el que ha sido educado desde que nació. No le importa la iniquidad de la herencia aristocrática. El “aristo”, es decir, el mejor, cuya virtud suprema fue ser “el mayor genocida de la historia de España”; el que robó la vida a cientos de miles de personas; el que robó la libertad a millones; el que, muerto, nos la sigue robando..  
¡Otro mundo es posible! Un mundo democrático que permita rectificar el error cada 4 años.

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