Holanda siempre fue un país donde la defensa de las
libertades tuvo asiento. Con sus luces y sus sombras, la historia sigue siempre
caminos tortuosos, y sin discutir qué país se asocia más con la libertad en
Europa sin duda Holanda está en el grupo de cabeza.
Allí encontraron refugio todos los expulsados por las
dictaduras católicas de España y Portugal que contribuyeron de modo tan
principal al progreso de ese país en igual proporción que su ausencia
contribuyó al deterioro del nuestro.
¿Cómo es posible que siendo ese un hecho histórico
indiscutible signa los herederos de esa intransigencia reincidiendo una y otra
vez en sus errores? La solución la dio Costa hace mucho tiempo “merienda y
escuela”. De la merienda. Muchos con generosidad que cabría calificarla de
banquete, ya se encargan todos ellos; pero la escuela sigue siendo su déficit
fundamental.
Es necesario crear unos Cursos de Educación para la
Ciudadanía de políticos en lugar de insistir en darles cursos de doctrina
cristiana, que fue la que provocó la expulsión de los judíos hace varios siglos.
Si el Sr. Wert tuviera capacidad de análisis y reflexión suficientes enmendaría
inmediatamente su política de adoctrinamiento substituyéndola por la de
Educación, que es el título del Ministerio que ostenta
Con motivo de la mascarada regia para escenificar que la
Jefatura del Estado es algo al margen de la libertad de elección de los holandeses
- ¡ningún país es perfecto! - el Presidente
del Senado, Fred de Graaf, una de las figuras más intachables de la escena
nacional, ha dejado su cargo por haber discriminado a un político. El desaire
se debió a que al nuevo Jefe del Estado no electo, el hijo de la última reina,
le debía acompañar una especie de guardia de honor civil a la Iglesia Nueva de
Ámsterdam formada los políticos —sin distinción de ideología o género— con más
años en los escaños del Parlamento, como el Sr. Wilders, líder antimusulmán.
El Parlamento en pleno, cuya mayoría critica sin reparos sus
ideas, siempre le ha dado su apoyo cuando recibe amenazas por expresar sus
ideas radicales o cuando se le niega la entrada en otros países por el mismo
motivo, porque protege su derecho político de opinión.
Lo contrario ha ocurrido hace poco en la Asamblea de Madrid.
Su Presidente, intolerante y vociferante, ha expulsado a una Diputada por otorgar la misma calificación
al Presidente de la Comunidad que este emplea con los diputados de la oposición
con total impunidad. Sin duda ese comportamiento se parece más al de la
expulsión de los judíos que al que ha tenido lugar ahora en Holanda. Bien es
verdad que son siglos de ventaja los que llevan los holandeses en lo que se refiere
a la protección del derecho de opinión, en particular en los Parlamentos en los
que rige una ley no escrita que permite lo que en la calle no se consideraría
correcto. Pero esa idea tan elemental que han sido capaces de incorporar los
ciudadanos, incluso los más lerdos, parece que no acaba de poder entrar en la
mente de ciertos políticos que siguen considerándose “dueños de la libertad
ajena”, cuando lo que en realidad son es “servidores y de la libertad” que
dentro de los debates Parlamentarios no debe tener otro límite que el de la
privacidad estrictamente personal.
Por eso, y mil comportamientos más, ejemplo de corrupción,
de cinismo, de inmoralidad, etc., sería bueno
que el dinero que se deberían ahorrar dejando de financiar los comedores para
políticos - salvo que los dediquen a financiar los comedores de los centros docentes
públicos - los aplicaran a una Escuela
para la Ciudadanía de Políticos a ver si así logramos que se vuelvan algo presentable. Por cierto, la Escuela debe
incluir también una asignatura de idiomas.
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