El nacionalismo romántico del siglo XIX hipertrofió
falsos valores. Negó el clásico, “nihil humano alienum est mihi”, nada
referido al hombre me es ajeno. Nació antidemocrático al depositar todo su
interés en unos pocos hombres argumentando el hecho “diferencial”. Justificó su
desatino haciendo de su pacífico vecino un enemigo; dándose el “derecho a
defenderse” de quien no le agredía. El desvarío creó fantasmas más reales que
la realidad. Autistas - sólo veían enemigos - se hicieron agresores. “Su
realidad” les impide dialogar con quien no ve sus “fantasmas”: el resto del
mundo.
El
nacionalismo no es internacional, por eso no es democrático. Para un
internacionalista todos somos iguales. Las “diferencias”, de nacimiento, cultura,
folclore, lengua, religión, y “cualquier otra condición personal o social” son un accidente. Lo esencial es ser una
persona. El nacionalismo tiene una liturgia del voto, pero privilegiado; un discurso
no democrático. En Grecia, hace miles de años, unos pocos tenían “esa”
democracia; sólo para ellos. Los demás eran metecos, maketos, charnegos,
sudacas, inmigrantes…. Libres, pero sin “sus” derechos democráticos. El
progreso social nació con la Declaración Universal, ¡no Nacional!, de Derechos
Humanos anuló esos privilegios e igualó a los hombres. De ella surgirían las
sucesivas internacionales con su sueño de un mundo de personas libres. El
nacionalismo reinventó la “diferencia” y produjo dos Guerras Mundiales … ¡y las
demás! Todas son nacionales
Frente a
tan imperfecto inicio, el internacionalismo hizo universales e iguales los
derechos de todos los hombres fuese cual fuese su condición. En el mundo hay
fronteras nacionales aun, “no se ganó Zamora en una hora”, se dice; pero ya casi
no en Europa. Algunos, por racismo nacionalista, quieren inventar las que nunca
existieron. La norma es que cualquier ciudadano respete la Constitución y los
valores morales y jurídicos que declara. Sólo están excluidos quienes quieren
pactar el “respeto a la convivencia con privilegios”. Ellos solos se excluyen
de la comunidad con su “defensa del privilegio”.
Es
incongruente hablar de partidos nacionalistas democráticos. Su esencia es
identificar una comunidad de ciudadanos con más derechos que los de los demás -
ellos dicen “derechos diferentes” - por nacimiento, cultura, folkclore, lengua,
religión, opinión, u otra condición personal o social. Se opone a al esencia
del art. 14 de la CE.
Sólo
tras tal principio no democrático, como el de los viejos griegos, se adopta la
liturgia democrática formal; la mona vestida de seda. Para un nacionalista
siempre existirán “los otros”. Para un demócrata nunca. Los nacionalistas
usarán el voto pero votando sólo “ellos”, con mayorías simples o cualificadas
para resolver los conflictos, de “ellos” con los demás; pero estos no podrán
opinar. Solo por razones económicas aceptan convivir con metecos ajenos a “su
comunidad” de la que nunca serán parte.
La
derecha siempre distinguirá al que no es “de los nuestros”. Es la Inquisición,
que hizo del “cristiano viejo” una categoría. Para que ellos ganen, el
terrorismo nacional es inquisitorial o a base de bombas. Nunca razona porque no
tiene razón. Atemorizará o matará a candidatos y votantes. Los discriminará por
el color de la piel, por sus “apellidos impuros”; por su mera opinión, por ser
distinta de la “suya”. Quien no sea como “ellos”, serán judíos conversos de
aquellas épocas no democráticas: siempre gente de segunda. Se les tratará como
si fueran de primera; pero deben aceptar ser de segunda.
La
I Guerra Mundial derrotó al internacionalismo democrático. Víctima del
nacionalismo romántico murieron millones de “proletarios del mundo”. En lugar
de unirse frente al capital - hoy tienen que unirse ante los mercados, se
separaron por “naciones”. Ése es el mismo triunfo que hoy tiene Merkel: hacer
que los trabajadores alemanes se sientan solidariamente alemanes y no solidariamente
trabajadores. La misma estafa de España, donde a los ciudadanos se los
convierte en una “marca España” que para vender a precio bajo hay que bajar aún
más los salarios.
Fertilizado
con el veneno nacionalista de la I Guerra mundial el totalitarismo, fascista,
comunista, ¡qué más da!, floreció. Pareció que la internacional democrática
triunfara en la segunda guerra al derrotar al nacionalismo. La II Guerra
Mundial fue otra guerra de nacionalistas, de mercados, de dinero …¡como
siempre! …. Por más que se disfrazara de defensa de la democracia. No fue así,
acababa de dejar que la II República Democrática fuera derrotaba por el
fascismo.
Hoy ese mismo
nacionalismo renace a escala mundial con los USA y a escala estatal o regional
como neofascismo terrorista, unos con bates, otros con “bombas” otros con
ridículos “victimismos” históricos. Nunca defenderán la democracia. Para ellos
es sólo una liturgia vistosa.
El
“nacionalismo democrático” de gente que es “diferente” no es democrático; el
nacionalismo “abertzale de izquierdas“, es una contradicción en sus términos, “abertzales
significa “patriótico”. Pero no quieren que se les vea el plumero y por eso lo
dicen en vascuence. Serán socialistas, pero nazional-socialistas; o sea nazis. Sus tácticas son las mismas; se
copian los textos, las actitudes y las formas de asesinar. Son los camisas
pardas de Hitler, los camisas negras de Mussolini, los camisas azules de José
Antonio.
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