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25 jun 2013

Política de becas:(1) Rendimiento relativo

En España el coste de la educación pública no lo pagan los estudiantes; eso sólo ocurre en la educación privada universitaria. La educación pública es un servicio ciudadano que todos pagan con sus impuestos. Es una eficaz actuación de justicia distributiva, más progresiva, como exige la CE78, y más eficaz que los demás procedimientos impositivos del Estado, llenos de “trampas legales” (SICAV, Fundaciones, etc.) para que los que tenían que pagar más impuestos, por tener más ingresos, paguen menos que quienes tienen menos ingresos; o sea, para que la contribución, que debería ser progresiva, no sólo no sea proporcional sino que, incluso, sea regresiva por la vía de esta “evasión legal de impuestos”, sin hablar, por supuesto, de las vías ilegales que se “toleran” con generosidad, cuando no se incentivan con lenidad.
Ese ahorro en la matrícula que no hay que pagar por los estudios de sus hijos, a las familias con elevados recursos no les afecta apenas en su renta disponible. No llega ni al 1 % o incluso al 0,1 % en muchos casos. Les importa tan poco que son miles los que pagan todo lo que cuesta y envían a sus hijos a colegios y universidades privadas.
Pero para las familias con padres con ingresos del orden del salario mínimo ¡muy por debajo del mileurismo, donde muchas veces sólo trabaja uno, con el que apenas llegan a atender los gastos de subsistencia, esa matrícula ¡pagada sobre todo con sus impuestos, porque estos trabajadores son la mayoría!, significa la diferencia entre que sus hijos puedan estudiar o no.
La beca, como toda inversión a largo plazo, debe exigir un mínimo rendimiento. Pero no cabe olvidarse de su esencia que es, ¡sobre todo!, que la sociedad no pierda las capacidades de estos ciudadanos debido a la terrible desigualdad de oportunidades de nuestra sociedad. Pero analicemos con más detalle estos conceptos y valoremos cada uno en su verdadero sentido.
El estudiante cuyos padres, uno o ambos, son analfabetos instrumentales, es decir, que saben leer, escribir y hacer las cuatro cuentas, alguna quizá con dificultad, ¡NUNCA! se encontrará, a los efectos de estudio, en igualdad de oportunidades que aquel cuyos dos padres son  titulados superiores. Sería injusto exigirles a ambos estudiantes, que reciben igual docencia de idénticos profesores, el mismo rendimiento absoluto. El que parte con un hándicap negativo, por la falta de apoyo de los conocimientos que no tienen sus padres, ha tenido un rendimiento mucho más elevado a igualdad de calificación porque todo ese resultado se debe sólo a él mismo.
Ignorar esta realidad y comparar rendimientos en términos absolutos es más que un craso error: es una trampa. Como lo es comparar las calificaciones de colegios a cuyos alumnos se ha seleccionado previamente, con las de colegios donde no se ha hecho esa selección. El aumento de riqueza social del primer alumno es muy superior a la conseguida por el segundo.
Por eso, si exigir el mismo rendimiento sería un atropello a la igualdad de oportunidades, ya que cada estudiante parte de una situación de desigualdad exigir más a que quien sufre la mayor desigualdad resulta claramente inadmisible por atrozmente injusta.
Porque aunque se está exigiendo el mismo rendimiento absoluto - pura falacia - se está exigiendo mucho más rendimiento relativo a quien tiene menos oportunidades alternativas.
Pongamos un ejemplo deportivo, de los muchos que cabe citar, para ver si así se entiende mejor: En el vuelo a vela o vuelo sin motor se utiliza el “hándicap” para igualar las condiciones en la que compiten los deportistas cuando tienen planeadores de distinto rendimiento. En tal caso, al planeador moderno de alto rendimiento se le coloca un hándicap para competir a la par de un planeador antiguo o de menor rendimiento. Así se premia el mérito del piloto en condiciones de competencia equivalente.
Nadie le pide al ministro Sr. Wert que coloque ningún hándicap a los estudiantes hijos de familias con estudios para que compitan “deportivamente” en igualdad de condiciones con sus compañeros hijos de familias sin estudios. Se le pide mucho menos que lo que se exige en una competición limpiamente deportiva: que no grave a los más perjudicados para aumentar la desigualdad con la que ambos estudiantes van a competir y a ser financiados por sus compatriotas, que son los que, con sus impuestos quieren que haya más justicia social.
Espero que este símil deportivo le ayude a entender al Sr. Wert el disparate que se propone y, en consecuencia, lo modifique.

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