En España el coste de la
educación pública no lo pagan los estudiantes; eso sólo ocurre en la educación
privada universitaria. La educación pública es un servicio ciudadano que todos
pagan con sus impuestos. Es una eficaz actuación de justicia distributiva, más
progresiva, como exige la CE78, y más eficaz que los demás procedimientos
impositivos del Estado, llenos de “trampas legales” (SICAV, Fundaciones, etc.)
para que los que tenían que pagar más impuestos, por tener más ingresos, paguen
menos que quienes tienen menos ingresos; o sea, para que la contribución, que
debería ser progresiva, no sólo no sea proporcional sino que, incluso, sea
regresiva por la vía de esta “evasión legal de impuestos”, sin hablar, por
supuesto, de las vías ilegales que se “toleran” con generosidad, cuando no se
incentivan con lenidad.
Ese ahorro en la matrícula que
no hay que pagar por los estudios de sus hijos, a las familias con elevados
recursos no les afecta apenas en su renta disponible. No llega ni al 1 % o
incluso al 0,1 % en muchos casos. Les importa tan poco que son miles los que
pagan todo lo que cuesta y envían a sus hijos a colegios y universidades
privadas.
Pero para las familias con
padres con ingresos del orden del salario mínimo ¡muy por debajo del mileurismo,
donde muchas veces sólo trabaja uno, con el que apenas llegan a atender los
gastos de subsistencia, esa matrícula ¡pagada sobre todo con sus impuestos,
porque estos trabajadores son la mayoría!, significa la diferencia entre que
sus hijos puedan estudiar o no.
La beca, como toda inversión a
largo plazo, debe exigir un mínimo rendimiento. Pero no cabe olvidarse de su
esencia que es, ¡sobre todo!, que la sociedad no pierda las capacidades de
estos ciudadanos debido a la terrible desigualdad de oportunidades de nuestra
sociedad. Pero analicemos con más detalle estos conceptos y valoremos cada uno
en su verdadero sentido.
El estudiante cuyos padres,
uno o ambos, son analfabetos instrumentales, es decir, que saben leer, escribir
y hacer las cuatro cuentas, alguna quizá con dificultad, ¡NUNCA! se encontrará,
a los efectos de estudio, en igualdad de oportunidades que aquel cuyos dos
padres son titulados superiores. Sería
injusto exigirles a ambos estudiantes, que reciben igual docencia de idénticos
profesores, el mismo rendimiento absoluto. El que parte con un hándicap
negativo, por la falta de apoyo de los conocimientos que no tienen sus padres, ha
tenido un rendimiento mucho más elevado a igualdad de calificación porque todo
ese resultado se debe sólo a él mismo.
Ignorar esta realidad y comparar
rendimientos en términos absolutos es más que un craso error: es una trampa. Como
lo es comparar las calificaciones de colegios a cuyos alumnos se ha
seleccionado previamente, con las de colegios donde no se ha hecho esa
selección. El aumento de riqueza social del primer alumno es muy superior a la
conseguida por el segundo.
Por eso, si exigir el mismo
rendimiento sería un atropello a la igualdad de oportunidades, ya que cada
estudiante parte de una situación de desigualdad exigir más a que quien sufre
la mayor desigualdad resulta claramente inadmisible por atrozmente injusta.
Porque aunque se está
exigiendo el mismo rendimiento absoluto - pura falacia - se está exigiendo
mucho más rendimiento relativo a quien tiene menos oportunidades alternativas.
Pongamos un ejemplo deportivo,
de los muchos que cabe citar, para ver si así se entiende mejor: En el vuelo a
vela o vuelo sin motor se utiliza el “hándicap” para
igualar las condiciones en la que compiten los deportistas cuando tienen planeadores
de distinto rendimiento. En tal caso, al planeador
moderno de alto rendimiento se le coloca un hándicap para competir a la par de
un planeador antiguo o de menor rendimiento. Así se premia el mérito del piloto
en condiciones de competencia equivalente.
Nadie le pide al ministro Sr.
Wert que coloque ningún hándicap a los estudiantes hijos de familias con
estudios para que compitan “deportivamente” en igualdad de condiciones con sus
compañeros hijos de familias sin estudios. Se le pide mucho menos que lo que se
exige en una competición limpiamente deportiva: que no grave a los más
perjudicados para aumentar la desigualdad con la que ambos estudiantes van a
competir y a ser financiados por sus compatriotas, que son los que, con sus
impuestos quieren que haya más justicia social.
Espero que este símil
deportivo le ayude a entender al Sr. Wert el disparate que se propone y, en
consecuencia, lo modifique.
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