Ahora resulta que también en esta
trama de delincuentes chino judía de evasión fiscal y de blanqueo de dinero
esta metida otro Borbón, de origen polaco, pariente de D. Juan Carlos I de
Franco, el suegro del Sr. Urdangarín, el im-pu-ta-do duque consorte en-pal-ma-do.
En vez de aceptarlo el hecho como
lo que es: un hecho. Todos han salido al quite. Todos los periódicos se
deshacen en disculpas - ¿quien es su autor? - para informar a los lectores - a
los que las andanzas de toda esa Borbonada - salvo los lectores de HOLA - cada
vez les traen más sin cuidado. Explican, ¿y qué?, que son parientes lejanos de D.
Juan Carlos I de Franco.
Nadie en esa entelequia denomina “Casa
Real” conoce esa máxima que dice “qui s’excusse, s’accuse” o, como se decía en
latín, “excusatio no petita, accusatio
manifesta”
A nosotros nos da igual que esos
nuevos presuntos delincuentes sean parientes más o menos lejana o próxima. Los
que tiene suficientemente próximos bastan para dejar a toda la familia -
parientes próximos y lejanos - en el lugar que les corresponde y que se han
ganado a pulso? Porque la situación en la que se encuentra toda esa familia,
sin excepción, no es un problema de mala suerte, como al que le toca la lotería
pero al revés. No; ni mucho menos. A esta situación se llega como consecuencia
de a una aplicada actividad desarrollada como hormiguitas - ¿o habría que decir
como cigarras? - día tras día. Es un trabajo concienzudo; realizado con
aplicación; con premeditación y, casi, con vocación. Fue bueno cuando producía cuantiosos
beneficios con pública y notoria ostentación - que producía un cierto pasmo - pero, al parecer, tenía un pequeño
inconveniente, no todo puede ser perfecto: al parecer se trataba de beneficios
delictivos.
Es patética la disculpa que se
nos ofrece una persona que, al parecer es “experto en Historia de la monarquía
española”. Esta “expertez” no sabemos quien la otorga ni donde se obtiene, pero
no perderemos el tiempo dudando de ella. España es un país donde estos
atributos de “experto” se prodigan con generosidad casi evangélica. Dado el
elevado número de “expertos” en todo lo imaginable, eso ya no vale nada. Es la
consecuencia de la ley de la oferta y la demanda. Cuanta más aumenta la oferta
menos es su valor, porque la demanda es nula cuando, a diario, vemos como a cualquier
“mindungui” se lo convierte, de la noche
a la mañana, de analfabeto en “asesor áulico”, algo que, por otra parte revela la
ínfima calidad intelectual de quien necesita ser asesorado por semejantes
asesores.
Pero al que sabe leer y escribir pasa
de “asesor” a “experto” en lo que haga falta. Y si hace falta se le asciende de
categoría a “sabio”. Es el caso de estos compinches del Presidente del Gobierno
para esconderse - otro perpetuo ejemplo de gallardía y donosura - detrás de ellos
mientras prepara su siguiente felonía: bajar la jubilación a los trabajadores
incumpliendo una vez más, ¿ décima o undécima?, sus promesas electorales.
La disculpa, ¿pretenderán así salvar
la imagen que tiene la ciudadanía, quizá ya todo el mundo, de la familia de D.
Juan Carlos I de Franco?, es que “son dos familias totalmente separadas tanto
por su cultura como por sus amistades y
su presencia política desde los tiempos de Carlos (tío de las imputadas y
cuñado de Alfonso XIII) y Gabriel (abuelo de las imputadas y cuñado de la mujer de Alfonso XIII)”.
Para mayor ridiculez se precisa
que un nieto del tal Carlos, llamado Carlos de Borbón, Duque de Calabria, es “casi”
hermano del Rey D. Juan Carlos I de Franco, según el “experto”, claro. Un Duque que tras doscientos años de República
en Italia sigue diciendo que es “heredero del Reino de las Dos Sicilias”, ¿de
qué me está hablando Vd., señor mío? El tal duque y heredero ectoplasmático de
un reino que ni existe, se nos informa que no ha jugado con sus primas, las
imputadas. Sin duda una noticia que tenía desasosegados a los lectores de los
periódicos.
Nada se dice, en cambio, de si jugó
con la mujer del im-pu-ta-do em-plas-ma-do y su cuñada y cuñado, hijos de D. Juan
Carlos I de Franco, teniendo en cuenta que, la información es del “experto”,
aparece junto a D. Juan Carlos I de Franco y su santa esposa, Dª Sofía, en primera
fila de las relaciones familiares. Quizá su cultura los separe mucho, dice el “experto”
y nunca hayan jugado juntos; pero parece que las imputaciones judiciales han producido un
tremendo “acercamiento” familiar, deseable o indeseable, eso es discutible,
pero acercamiento al fin.
De todos modos no cabe hacer
trampas. Si somos familia para beneficiarnos unos de otros, tendremos que ser
familia para aguantar con lo que hacen todos los miembros. Decía el P. Peyton
cuando vino a la España del padre putativo de Juan Carlos I de Franco, en su
lucha antidivorcista: “la familia que reza unida, permanece unida”.
Felipe V, era nieto del padre de
Carlos II. Por lo tanto, era pariente en cuarto grado de Carlos II. No parece
que ese lejano parentesco - teniendo en cuenta que tampoco habían jugado nunca
juntos - fuera ningún inconveniente para que ese miembro de esa familia,
¡precisamente la de los Borbones!, reclamara “derechos” de familia para heredar
el Reino de España que entonces era el imperio más grande todo el mundo. Mutatis
mutandis, cabría decir “la familia que delinque desunida, puede acabar pagando
su pena unida”.
De todos modos yo estoy por la
democracia y por el mérito y responsabilidad personales. Nadie tiene derecho a heredar ningún empleo
público y por esa misma razón nadie tiene por qué cargar con las culpas de sus
familiares corruptos. Eso tendría que haber dicho la “Casa Real” de D. Juan
Carlos I de Franco. Pero no lo ha dicho. Su ley ¿es la ley del embudo? Sin duda
una ley real que la quieren hacer regia. Pero, ¡no heredarán! Esta vez tampoco.
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