El paraíso es
un lugar real donde trabajan los delincuentes de acuerdo con sus cómplices políticos.
Se nos quiere distraer haciéndonos cree que se van a erradicar los paraísos fiscales.
No se hará; los tenemos en la UE. Luxemburgo y Liechtenstein viven del
latrocinio bancario corrupta. Y Andorra y Gibraltar, en su modestia, hacen lo
que pueden.
Es falso decir
que se necesita unanimidad para luchar contra el fraude. Basta la voluntad de
un país para luchar contra el fraude y ésa es la que falta. Vemos a diario las
connivencias entre “honrados políticos” que cuando aparecen pruebas evidentes
de su ”honradez” reciben el apoyo del partido que reclama la “presunción de
inocencia” cuando su imputación implica una “presunción de culpabilidad”.
Francia no
esperó a que otros países descubrieran que la democracia es incompatible con la
monarquía, aunque eso no baste. La hizo desaparecer y logró erradicarla. En
Francia hay una extrema derecha que nunca reivindicará la monarquía. Son
irracionales, pero no tanto. No pasa así en todos los países. Aquí está
interrumpida la Transición a la democracia.
Además de los estafadores
de los paraísos fiscales están los nuevos esclavistas. En vez de tener esclavos
contratan con los esclavistas del tercer mundo que tampoco tiene esclavos,
tienen trabajadores explotados, que es mucho más rentables. El gobierno, para
competir con ellos ha autorizado esa misma explotación, poco a poco, con la
actual reforma laboral. La reciente propuesta del Banco de España es un globo
sonda. El gobierno la rechaza pero lo pone en práctica subrepticiamente.
Es posible el control
exhaustivo, mediante la “guía”, de la vida de los toros bravos para garantizar
que no hubo fraude. ¿Por qué no aplicamos esa misma guía a la faricaci´`on de
los productos, importados o fabricados en España, de que se produjeron sin
fraude (niños trabajadores, condiciones laborales ilegales, pagos en negro, etc.)
¡Porque no se quiere! El resultado sería claro: los ricos serían menos ricos
pero los miserables pasarían a ser pobres y los pobres volverían a regresar a
la clase media que es la que está desapareciendo.
Se exige el marcado comunitario en ciertos
equipos, se quiere exigir el control energético en los edificios, … y está
bien, pero es más urgente la etiqueta de calidad laboral. Una etiqueta donde
instituciones europeas oficiales certifiquen que las condiciones laborales en
las fábricas donde se produce lo que se exporta cumple con la legislación
mínima de la OMC. Hemos visto que el control de los importadores - ¡cómplices o
coautores de esa masacre del derrumbe del edificio de explotados del textil que
compraban conocidas empresas españolas es corrupto, porque a ellos lo que les
interesa es el precio bajo; ¡no como se logra!
Los productos sin
esa guía de materias primas, desde el origen a la exportación, no se podrían
importar. Los fabricantes tendrían dos opciones: perder el mercado o cambiar
las condiciones de trabajo. El resultado inmediato sería acabar con la
explotación laboral, infantil, femenina y masculina, gracias a la cual van escalando
niveles en la lista Forbes de los más ricos, ¿o de los más criminales?, de las
que luego se enorgullece el país donde nación esa persona tan inteligente, ¿o tan
criminal?, que ocupa los primeros puestos. Y eso se podría conseguir reduciendo
en paralelo la jornada laboral a 24 h/semana, porque nuestra mayor
productividad, si no competimos con el trabajo esclavo, nos haría competitivos.
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