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8 jun 2013

Plumas ajenas

Es lo tradicional que al finalizar cada curso tenga lugar una celebración festiva donde se premie el esfuerzo de los mejores estudiantes. Su razón es múltiple: la satisfacción personal de los que demostraron su singular capacidad; que la sociedad tenga la satisfacción de que la inversión de los recursos públicos en docencia están cumpliendo sus objetivos de buen aprovechamiento y, también, que sirva de estímulo a sus compañeros para aumentar su aplicación al estudio.
Lo correcto, en este tipo de celebraciones, es que esa satisfacción sea compartida por todos sus actores. Esto son, por una parte, los propios estudiantes galardonados; por otra, ¡por supuesto!, sus profesores que les han enseñado lo que tan bien han aprendido. Estas celebraciones deben realizarse en el ámbito académico, que es el que les corresponde.
No obstante, siempre hay políticos llenos de vanidad, a falta de inteligencia, a los que les gusta cubrirse con plumas ajenas. Estos premios son el resultado de las políticas docentes anteriores, no de las suyas, sobre todo si son las opuestas a aquellas. Las suyas darán sus  frutos dentro de 5 años. Por eso es inadecuado - quizá la palabra correcta sería intolerable - presentarse en esa celebración para, como dicen los periodistas, “chupar cámara” por méritos ajenos.
Mi abuela solía decir, con esa sensatez que da la vida, “quien de prestada se viste en la calle lo desnudan”. Pero estos caraduras no tienen enmienda y están dispuestos a correr el riesgo de que los dejen en evidencia, como al rey del cuento de Andersen. Cuando el riesgo se convierte en real, ninguno pueden quejarse de nada: se ganaron a pulso el desprecio que recibieron.
Eso fue lo que le ocurrió al Sr. Wert, malhadado Ministro de Educación, cuando se presentó como niño en el bautizo, novio en la boda y muerto en el entierro. Los premiados le pusieron en su sitio, como el malvado incompetente que es, al negarse a darle la mano. Demostraron así su calidad como ciudadanos a la vez que recogían el premio por su calidad como recién graduados.
El Sr. Wert es el paradigma de la destrucción de la enseñanza ciudadana; pretende substituir la instrucción por el adoctrinamiento en leyendas de extraterrestres; pretende impedir el acceso a la formación ¡un derecho fundamental!, reduciendo la inversión de nuestros impuestos en la educación de nuestros hijos; pretende, de modo especial, perjudicar a la docencia pública en beneficio del “negociete” de docencia privada sobre la que derrama recursos públicos, etc.
Dar la mano es un símbolo medieval de lealtad en el trato. Al ofrecer la mano derecha desnuda se declaraba que no se llevaba en ella oculta ningún puñal con el que hacer daño al otro. El Sr. Wert no lleva ningún puñal, lleva Leyes Orgánicas, Reales Decretos y Órdenes Ministeriales. Con ellas, con total impunidad y con la ventaja que le da el poder que le ha sido confiado, atropella a las personas más indefensas, pero más valiosas en cualquier sociedad: a los que quieren saber. La gente decente responde pacíficamente a la violencia que sufre. Por eso sólo le negó la mano a quien lanza en ristre atropellaba el derecho a satisfacer el hambre de sabiduría.
La prensa financiada con el fondo de reptiles, como en la época de Franco, disimula el desprecio a su política diciendo que sólo fueron el 10 % de los premiados los que negaron su mano al Ministro. En su ignorancia no saben que sobre la superficie del mar sólo se ve el 10 % del iceberg. Pero todo él sigue allí, flotando; y aunque no se vea, debajo de una superficie que parece estar en calma, flota el otro 90 %.

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