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6 jun 2013

Quimica (5) Avalar lo sabido

Leo en EL PAIS que en la U. de Stanford han revisado un par de centenares de trabajos (17 sobre humanos, 223 sobre análisis de alimentos) y concluido que los alimentos “ecológicos” no tienen propiedades “más” saludables. Una oleada de satisfacción infantil me invade. Quizá con el paso de los años he regresado a la infancia o, quizá, nunca salí de ella, al ver que lo que yo decía - ¡puro sentido común! – lo valida un estudio publicado en el Annals of Internal Medicine. La satisfacción es infantil porque, como dice el Sr. Rubio, Secretario de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición: “¡avala lo que ya se sabía!” ¡Acabáramos!.
                El trabajo revela que los animales o productos producidos de modo tradicional tienen menor concentración de pesticidas. De nuevo se “avala lo que ya se sabía”, pero precisa  “aunque” todos cumplen los límites legales permitidos”. ¿Cómo “aunque”, si es lo sabido?
Un tal Sr. López, corresponsable de agroecología de Ecologistas en Acción reacciona como buen “ecologero”: “seguro que si busco, encuentro cientos de artículos en revistas de igual peso que dicen lo contrario”. Un dato se rebate con otro dato o con una razón, no con una especulación escolástica, propio del fundamentalista anticientífico, es decir, la nada. La ciencia “busca saber” sin ocultar lo que no justifica su hipótesis de partida. “Analiza la realidad y parte de ella”. Si no se confirma su hipótesis, tras sorprenderse, se aplica a intentar explicar esa realidad objetiva. El “ecologero dogmático” dice:  “mi verdad vale más; y niega la realidad” El estudio,  autocrítico, destaca que la duración temporal algunos de trabajos fue de sólo 2 días, y que la influencia sobre la salud se analizó sólo hasta 2 años. Sin duda puede haber efectos retardados, pero 2 años es un tiempo más que razonable de ensayo. Además, dice el informe, el aumento del plazo puede ser favorable o no a los alimentos tradicionales.
El Sr. López dice que el DDT se detecta hasta en la sexta generación, lo cual sólo indica la altísima sensibilidad de los métodos analíticos, no que esos contenidos en DDT sean perjudiciales en la sexta generación, cómo pretende inducir cuando añade: “ante lo peligroso hay que elegir lo que no lo es”. Es otra falacia argumental típica del “ecologero” con la que sólo convence a gente poco reflexiva, ¡la mayoría!, que cae en el engaño intrínseco. La cirrosis hepática, debida al alcoholismo, también es “peligrosa”, pero la ingestion moderada de vino tinto, característica de la dieta francesa, se ha demostrado que es beneficiosa para la salud.
                Una de las autoras dice, avalando “lo que ya se sabía”: “estamos a favor de las comidas saludables. ¡Claro que hay que comer frutas y verduras!, pero como se hayan cultivado importa menos “; pero la Prof. Smith-Spangler comenta: “estamos un poco sorprendidos al no haberlo confirmado [que había diferencias]”. Lo que sí sorprende es su afirmación. La hipótesis de partida debería haber sido la de “verificar lo que ya se sabía”; no lo que se especulaba.
                SI no se tiene razón que alegar, la malicia “ecologera” el argumento ad hominen, roza el delito de difamación y, a la vez, descalifica intelectual y éticamente a su autor. Dice el Sr. López: “Hay que preguntarse quien está ganando con que produzcamos fitosanitarios”. Nadie le infamó alegando que “él vive de su fundamentalismo ecologero”; aunque lo fuera, es su derecho. A sus prejuicios se le oponen datos objetivos objetivos e irrebatibles. Es lo correcto.
                El director del Centro de Investigaciones Biomédica en Red de la Obesidad y Nutrición, Sr. Casanueva, ratifica “lo que ya se sabía”; dice: “la mayor ventaja de los orgánicos es que no usan pesticidas”, y cree que: “va a ser difícil determinar que haya diferencias nutricionales”. Es decir: no cree que las haya. De todas formas no  aclara en que consiste esa “mayor ventaja”. Que haya más pesticidas si no afectan a la salud no es una ventaja, es inane. Pero si con esos irrelevantes contenidos en pesticidas se logra bajar los precios de los alimentos y más personas pueden comer, ¡eso sí que es una ventaja!, digan lo que digan los “ecologeros”.
                La comida más cara, ¿la “ecologista”?, si es más sabrosa permite al más rico disfrutar más mientras se alimenta. Para el pobre, cuya alternativa es no comer, la comida “más barata” es “más sabrosa” que pasar hambre. La química, fertiliza campos estériles, elimina pestes y hongos. Estas y más aplicaciones en la agricultura son “una clara ventaja” de sabor y nutrición.
Dar gato por liebre es rechazable por ser un delito de estafa; pero desde el punto de vista alimenticio es lo mismo; desde el del sabor, al parecer, es indistinguible para el cliente.

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