Si la caridad empieza por uno
mismo, la austeridad, si la gente es decente, también debería empezar por uno
mismo. El hecho de que la Cámara Baja de Irlanda (Dáil) se plantee debatir la
posible supresión del Senado pone de manifiesto que la decencia no tiene fronteras
estatales, sino fronteras éticas. Allí donde no hay decencia la ética está sistemáticamente
atropellada.
El Senado es una institución intrínsecamente
reaccionaria. A medida que la democracia iba ganando la cámara “baja” los
privilegios se iban concentrando en la cámara “alta”. Obsérvese que hasta su
denominación describe el privilegio: el pueblo, los ciudadanos - ¿no somos el
asiento de la soberanía? - Vd. y yo,
somos la “gente baja”; ellos, los “·Senadores”
son la “gente alta”. ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando este lenguaje discriminatorio? La solución
es clara: desprecio los senadores no hay altos ni bajos. Desaparecida la
Monarquía tampoco hay “Altezas” ni ¿Bajezas?
Los irlandeses han estimado en 20
millones de euros el ahorro. Parece poco, pero en realidad es más. Lo inútil no sólo es un despilfarro por lo que
cuesta sino por todo el gasto que genera. ¿Cuántos millones podríamos ahorrar
en España?
Hagamos un cálculo Según unos
datos que admito como válidos, un Senador que vive en Madrid cuesta 4295,54 € y
uno de fuera de MAdr5id 5.248,83. Haciendo una media, para facilitar el cálculo
pongamos que cuestan 5.000 €/mes. Eso significa 60.000 €/año, o si tienen 7
pagas 70.000 €/año. Como tenemos 208 Senadores el coste en salarios es: 13.560.000
€/año, solo en sueldos directos.
A este coste hay que añadirle el
de su actividad, equipamiento, gastos de uso, teléfono, internet, agua, gas
electricidad, etc., más el coste de los sueldos de sus asesores, no menos de
uno por Senador, más de todo el personal auxiliar, desde el conserje de noche
hasta el chofer del Presidente pasando por todos los profesionales de hasta el
máximo nivel, “A1” funcionarios obligados para su función.
A este coste hay que añadir las
actividades institucionales diarias y extraordinarias, lo que incluye visitas a
Senados de otros países - ¿para tener buenas relaciones? - atención a los
senadores que vienen de otros países - ¿para justificar el mismo despilfarro? -
etc., etc. Y no olvidemos que cada cuatro años nos dedicamos a la orgía de las
propagandas electorales que vuelve a ser otro chorro de dinero dedicado a “producir
humo” porque no queda nada.
Ahora que ya los Senadores no representan
a los terratenientes ¿o lo siguen haciendo?, su actividad de protección de
privilegios sólo sirve para auto-perpetuarse, es decir, ¡para nada! El
pretendido equilibrio no es en el Senado donde hay que conseguirlo sino en el Parlamento.
Para eso basta una modificación de la ley electoral para acabar con el fraude
con que fue diseñado por la derecha agazapada en UCD. La atribución de 3
diputados por provincia, al margen de su población.
De este modo no sólo se aumentó
el número de representantes en las provincias más despobladas, las más
agrícolas, que son las más conservadoras, sino que al hacerlo minusvaloraba el
voto de los trabajadores industriales y de servicios concentrados en las provincias
más prósperas, más dinámicas, que producen mayor valor añadido en el país y cuyo
nivel cultural medio es más elevado y que, por eso, se temía que fueran más
progresistas.
La vigente ley electoral es un
fraude al principio democrático fundamental: “un hombre (mujer o varón) un voto”.
Esta desproporción es infinita en el caso del Senado donde provincias con
100.000 habitantes tienen los mismos cuatro senadores que otras que tiene 6
millones.
Esta falta de democracia es, en
cambio, compatible con la falta de democracia en el Estado. Al Jefe del Estado,
y a sus herederos, los eligió un dictador; el general genocida que acabó con la
democracia que habíamos logrado pacíficamente y, lo que es mucho pero, con la vida
de un millón de españoles, la desgraciad de muchos millones más y el atropello
de nuestra libertad, de modo violento mientras él vivió - 39 años desde que
inició el genocidio, y de modo todavía violento mientras vive a su heredero,
Juan Carlos I de Franco, que ya son 38 años más, de cuyo hijo sólo podemos
esperar que siga haciendo honor a sus antepasados: Juan Carlos I de Franco y
Francisco Franco Caudillo de España por la Gracia de Dios que, como le dejemos,
lo hará. ¡Se le notan las ganas!
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