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10 jun 2013

Ni privilegios, ni despilfarro

Si la caridad empieza por uno mismo, la austeridad, si la gente es decente, también debería empezar por uno mismo. El hecho de que la Cámara Baja de Irlanda (Dáil) se plantee debatir la posible supresión del Senado pone de manifiesto que la decencia no tiene fronteras estatales, sino fronteras éticas. Allí donde no hay decencia la ética está sistemáticamente atropellada.
El Senado es una institución intrínsecamente reaccionaria. A medida que la democracia iba ganando la cámara “baja” los privilegios se iban concentrando en la cámara “alta”. Obsérvese que hasta su denominación describe el privilegio: el pueblo, los ciudadanos - ¿no somos el asiento de la soberanía? -  Vd. y yo, somos la “gente baja”; ellos, los “·Senadores”  son la “gente alta”. ¿Hasta cuándo seguiremos  tolerando este lenguaje discriminatorio? La solución es clara: desprecio los senadores no hay altos ni bajos. Desaparecida la Monarquía tampoco hay  “Altezas” ni ¿Bajezas?
Los irlandeses han estimado en 20 millones de euros el ahorro. Parece poco, pero en realidad es más.  Lo inútil no sólo es un despilfarro por lo que cuesta sino por todo el gasto que genera. ¿Cuántos millones podríamos ahorrar en España?
Hagamos un cálculo Según unos datos que admito como válidos, un Senador que vive en Madrid cuesta 4295,54 € y uno de fuera de MAdr5id 5.248,83. Haciendo una media, para facilitar el cálculo pongamos que cuestan 5.000 €/mes. Eso significa 60.000 €/año, o si tienen 7 pagas 70.000 €/año. Como tenemos 208 Senadores el coste en salarios es: 13.560.000 €/año, solo en sueldos directos.
A este coste hay que añadirle el de su actividad, equipamiento, gastos de uso, teléfono, internet, agua, gas electricidad, etc., más el coste de los sueldos de sus asesores, no menos de uno por Senador, más de todo el personal auxiliar, desde el conserje de noche hasta el chofer del Presidente pasando por todos los profesionales de hasta el máximo nivel, “A1” funcionarios obligados para su función.
A este coste hay que añadir las actividades institucionales diarias y extraordinarias, lo que incluye visitas a Senados de otros países - ¿para tener buenas relaciones? - atención a los senadores que vienen de otros países - ¿para justificar el mismo despilfarro? - etc., etc. Y no olvidemos que cada cuatro años nos dedicamos a la orgía de las propagandas electorales que vuelve a ser otro chorro de dinero dedicado a “producir humo” porque no queda nada.
Ahora que ya los Senadores no representan a los terratenientes ¿o lo siguen haciendo?, su actividad de protección de privilegios sólo sirve para auto-perpetuarse, es decir, ¡para nada! El pretendido equilibrio no es en el Senado donde hay que conseguirlo sino en el Parlamento. Para eso basta una modificación de la ley electoral para acabar con el fraude con que fue diseñado por la derecha agazapada en UCD. La atribución de 3 diputados por provincia, al margen de su población.
De este modo no sólo se aumentó el número de representantes en las provincias más despobladas, las más agrícolas, que son las más conservadoras, sino que al hacerlo minusvaloraba el voto de los trabajadores industriales y de servicios concentrados en las provincias más prósperas, más dinámicas, que producen mayor valor añadido en el país y cuyo nivel cultural medio es más elevado y que, por eso, se temía que fueran más progresistas.
La vigente ley electoral es un fraude al principio democrático fundamental: “un hombre (mujer o varón) un voto”. Esta desproporción es infinita en el caso del Senado donde provincias con 100.000 habitantes tienen los mismos cuatro senadores que otras que tiene 6 millones.
Esta falta de democracia es, en cambio, compatible con la falta de democracia en el Estado. Al Jefe del Estado, y a sus herederos, los eligió un dictador; el general genocida que acabó con la democracia que habíamos logrado pacíficamente y, lo que es mucho pero, con la vida de un millón de españoles, la desgraciad de muchos millones más y el atropello de nuestra libertad, de modo violento mientras él vivió - 39 años desde que inició el genocidio, y de modo todavía violento mientras vive a su heredero, Juan Carlos I de Franco, que ya son 38 años más, de cuyo hijo sólo podemos esperar que siga haciendo honor a sus antepasados: Juan Carlos I de Franco y Francisco Franco Caudillo de España por la Gracia de Dios que, como le dejemos, lo hará. ¡Se le notan las ganas!

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