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24 jun 2013

Derecho a decidir: (15) Urbanidad y buenas costumbres

Fruto de una educación represiva el pueblo ha acuñado una frase que encierra una gran violencia por la burla y el desprecio desconsiderado con la que trata al interlocutor: “contra el vicio de pedir está la virtud de no dar”.

Es la eterna forma dictatorial de entender la convivencia: la que, porque tiene el poder, aunque sea de modo temporal, lo ejerce de modo despreciativo.
Otra fórmula igualmente desdeñosa la emplean los menguados que logran el más mínimo nivel de poder: “Pregunte V. lo que quiera; yo contestaré lo que me da la gana”. Esta actitud suele ser bastante frecuente entre Ministros y gente de esa ralea. ¡Y eso cuando conceden entrevistas!, que las más de las veces el miedo les impide ni actuar así.
            Con semejante educación social la convivencia en España esa sí de áspera. Falta un curso sistemático, que pudo lograrse en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, la que ha eliminado del Ministro de (Mala ) Educación, que en tiempo de la II República Democrática se denominaba “urbanidad y buenas costumbres”.  
Era algo que se debía traer aprendido de casa, porque como decía una profesora: “yo vengo a aquí a enseñar física; la buena educación corresponde a la familia”. Ello no obsta para que, de modo subsidiario, es decir, “para compensar un defecto en el alumno, desgraciado miembro de una familia ineducada”, se le enseñe lo que ya debería saber.
            Reflexionemos sobre la actitud que tenemos y sobre la necesidad, si es el caso, de mejorar nuestro nivel de educación. Ésta, por definición, parte del total y absoluto respeto hacia nuestro interlocutor. Incluso aunque él no nos respete. El respeto debido a nuestro interlocutor no nace tanto de su derecho, ¡que es poco o nulo en el interlocutor montaraz!, sino del respeto que nos tenemos a nosotros, ¡que es infinito! Y si vemos en los demás un igual, vale infinito. Uno jamás se puede permitir ciertos comportamientos, reciba los que reciba. De esa ventaja se aprovechan, sobre todo, políticos y estafadores.
            Pero mientras se alcanza ese nivel de calidad, que era el que tenían que habernos enseñado en casa, conviene rebajar lo que haya de violento e intemperante en nuestro ánimo. Un ánimo rudo porque personaliza las cuestiones abstractas Una forma sería leer ese libro de urbanidad y buenas costumbres que - pese a todo el fraude que tiene - se llama Constitución Española.
            Dice la CE su artículo 29.1. “Todos los españoles tendrán el derecho de petición individual y colectiva, por escrito, en la forma y con los efectos que determine la ley”.
            ¡Ni una palabra más! El Sr Ibarretxe, por ser español, ejerció su “derecho a la petición colectiva”; “por escrito”; y, como comprobamos, “en la forma que determina la ley”. ¿Hará lo mismo el Sr. Más? De momento lo que hace es amenazar ¿por qué? Tiene derecho a ejercer su derecho de petición sin necesidad de colaborar en montar la bronca
            Sería bueno que cesara tanto desmelene; que se dejara de agitar el patio de la corrala en la que algunos quieren convertir a España. Hasta ahora no hay ninguna razón para enfadarse con nadie; ni para apostrofar a nadie; a lo sumo, podremos no compartir lo que se pide por lo que se pide o porque no nos guste ¡quizá sólo la forma!
No es para tanto. Seguro que hay muchas otras cosas que nos gustan menos. Que nuestros hijos, o nosotros mismos, no encontremos trabajo; que solo logremos un trabajo ruin y un salario miserable; que no nos atienda el médico; que el médico nos diga que la Seguridad Social es gratis porque aun no se ha enterado de que es nuestro Seguro, pagado por anticipado; que sigamos ¡a la temprana edad de 30 años! sin poder tener vida independiente; que todas las mañanas demasiados millones de personas se levanten sobrecogidos ante la llegad del nuevo día; etc.
        Ponga Vd.  la petición del Sr. Más en su lista de preocupaciones y disgustos. ¿Es el más importante que quisiera resolver? En todo caso, ocupe el lugar que ocupe, es deseable que todos hagamos amable y placentera la convivencia a los demás; los primeros beneficiados seremos nosotros.
            Dicho lo cual, y con todo el respeto del mundo, no cometa el mismo error del Sr. Ibarretxe. Tuvo poca gracia, aunque tampoco quiso ser gracioso. Parecía enfadado cuando le decía a todo el mundo qué es lo que todos tenía que hacer ¡porque él era vasco!. Ni siquiera esa actitud es recomendable para conseguir algo que fuera dentro del “ámbito de decisión vasco de él mismo”. Pero todo el mundo debe pensar en lo que le ocurrió: su partido perdió las últimas elecciones en el “ámbito vasco de decisión” aunque luego haya conseguido formar gobierno de nuevo.
Quizá a sus electores ultranacionalistas les gustaba ese mensaje. A mí no tanto porque lo planteaba en plan broncas. Cuando hay un conflicto entre personas o colectivos nunca nada es sólo del “ámbito propio de decisión” de una de las partes. No, si tiene consecuencias sobre la otra parte. Lo cual no quiere decir que cada parte no pueda tomar la decisión que quiera, pero sin ignorar, menos aun, despreciar a la otra parte. Las dos tienen igual obligación. Sería de esperar que las dos tuvieran igual buena fe. A veces parece que ninguna la tiene. Pero no desesperemos: el camino se hace al nadar y entonces se descubre qué equipaje es el apropiado y cuál el inadecuado. Lastima de desaprición de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Hubiera contribuido  a resolver este problema, planteado siempre en todo pendenciero, de modo amable, que es como se resuelven los problemas; sin vencedores, ni vencidos y más o menos (in)satisfechos todos.

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