Quizá Vds. recuerden una película
de John Wayne, esta vez era irlandés, no vaquero, “El hombre tranquilo”. Si no
recuerdan a John Wayne, recordarán a Maureen O’Hara, una pelirroja cuya melena
impactaba en aquellas primeras películas de “color by technicolor”.
Los irlandeses se han hecho
acreedores al tópico de pendencieros y bravucones, pero son amables. No daré
explicaciones ideológicas fáciles, pero muchas veces la gente que ha sido
educada creyendo estar en posesión de toda la Verdad son insaciables y no se
conforman con tener bastante razón; si no se les da toda se vuelven
pendencieros.
Digamos en descargo de esa liturgia
violenta que muchos problemas se arreglaban luego, pacíficamente, en el pub
alrededor de media docena de jarras de cerveza, que una no bastaba. Por ahí era
por donde tendrían que haber empezado. Entonces quizá no hubiera sido tan
dramáticas las divergencias y, en cualquier caso, siempre habría jarras de
cerveza.
España es país donde hay muchos
“poseedores de toda la Verdad” empeñados en imponérsela a todos los demás. Hoy, pese a la
humildad que da la realidad, aun hay gente inflamada de violencia intolerante.
Gastan la mitad de su vida diciendo; “esto no se puede tolerar”, o “hay que
acabar con ellos”, o “no tragaremos”. Vano desperdicio de energía. Al final
casi todo resulta “tolerable”; no se consigue “acabar con nadie”, salvo las
pobres víctimas individuales; y acabamos “tragando” todo lo que nos echen y no
sólo jarras de cerveza o vasos de vino,
¡que era por donde debíamos haber empezado!.
“¡Son unos traidores!”, gritan,
y suben al campanario llamando a rebato para iniciar la cruzada, siempre “santa”.
“¡Que llamen a la policía!”, gritan los que, porque no tienen razón, recurren a
la fuerza “legalizada” para imponer su sinrazón. ¿Recuerdan a Fraga vociferando
“la calle es mía”. ¡Cuanta violencia, Dios mío, animada de espíritu destructivo
e intolerante contra quienes, simplemente, piensan de otro modo! Que tampoco es
tanto pecado pensar.
La función de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado, la Constitución, está bien clara: “Las Fuerzas
y Cuerpos de Seguridad del Estado, bajo la dependencia del Gobierno, tendrá
como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y
garantizar la seguridad ciudadana”. ¿Lo hacen? Desgraciadamente no muchas
veces.
No cabe
llamar al ejército para atropellar la seguridad ciudadana. Las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado tienen “como misión”, proteger el libre
ejercicio del derecho de petición. Eso incluye el derecho de pedir una
modificación del Estatuto de Autonomía que decida cualquier Parlamento
autonómico en su “ámbito propio de decisión”; el derecho a solicitar un cambio
de la Constitución, que aun no se ha pedido; y, aun, a que las Cortes Generales
dicten la correspondiente Ley orgánica aceptando la modificación o, si no lo consideran,
siempre dentro del “ámbito propio de decisión”, rechacen la propuesta.
Cualquier persona lo aceptará de
buen grado; ésa es la ley. No hay otra opción. Cuanto más arriscado sea alguien
y más pacífico el trato que reciba, más clara será su desmesura si se enfada. La
única violencia de la discusión será la que aporte el violento. Por eso los
violentos están solos. Salvo cuando se juntan los que hay por todas partes y entran en resonancia
los unos y los otros. A todos hay que dejarlos solos. “Si uno no quiere, dos no
discuten”. Los violentos se cuecen en el jugo de su propia violencia. La
amabilidad del interlocutor hace desaforados los gritos del gritón. Seamos pues
amables hasta con el impertinente por respeto a uno mismo, no por táctica.
Pero recordemos, hay otra
solución: cambiar esta Constitución franco-borbónica heredada de la dictadura
por una Constitución democrática que elijamos libremente. Los representantes de
los ciudadanos tienen que acoger el sentimiento ciudadano. Si no lo hacen habrá un divorcio entre quienes tenemos la
soberanía (“la soberanía reside en el pueblo del que emanan todos los poderes
del Estado”, art. 1.2,CE78) y quienes nos representan tan mal porque no acogen
lo que nosotros queremos.
Los Diputados deben ser conscientes
de que sólo son representantes no soberanos.
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