Ningún español en su sano juicio puede querer
obligar a ser español a quien no quiere serlo. Miles de inmigrantes desean
ser españoles; por lo tanto, quizá ni habría una pérdida cuantitativa. ¡Y aun
que la hubiera! Mejor es ser pocos y bien avenidos.
Liberado el
secesionista de un vínculo indeseado, los españoles se liberarían de la falsa acusación
de querer imponer un yugo a nadie. Eso sólo lo quiere una minoría, los nacionalistas fascistas -
perdón por la redundancia - que supeditan los derechos del individuo a los “derechos
del pueblo”, como antes otros totalitarismos lo supeditaban a los “derechos del
rey” o a los “derechos de dios” en las dictaduras regias o teocrática. Ser español en una democracia, - que sólo
puede ser republicana - recuperaría su valor positivo de ser libre y persona.
En
las últimas elecciones en el ámbito estatal-nacional menos del 20 % de los
diputados son de partidos que propugnan la secesión. A nivel autonómico superan
el 50 % aunque quizá muchos no tienen ánimo secesionista sino que sólo
pretenden que se reconozca “el derecho a decidir”. Pero este derecho es
innegable, salvo por unos nacionalistas fascistas, y por tanto es invotable. El derecho a decidir con quien
formo una comunidad política es parte de la libertad individual y por ello no
cabe prohibirlo ni dificultarlo con ninguna artimaña política según dice el
art. 9.2,CE78: “2. Corresponde a los poderes públicos promover
las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los
grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que
impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los
ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.
Por desgracia la
mayoría del parlamento español, además de administradores que se creen
propietarios, son gente con mentalidad fascista. Para ellos el individuo está
al servicio del “pueblo español” y de míticas “rutas imperiales” o de “otros
pueblos” cuyas “rutas imperiales” son igualmente míticas. Ninguno, no son
demócratas, defiende la libertad del individuo sino el derecho del “pueblo” superior
a la libertad del individuo..
Cualquier persona
tiene derecho a dejar de ser parte de su comunidad histórica a título personal:
le basta cambiar de nacionalidad. Hacerlo colectivamente, para crear nuevas
comunidades exige identificar una unidad de derecho supraindividual. La
historia identifica como tal al municipio: Llivia es un islote municipal
español en Francia; el rincón de Ademuz es otro de Teruel en Valencia, el
Señorío de Treviño es otro de Burgos en Álava; hay muchos más. Del municipio,
como unidad básica y natural de convivencia política, surgen, también de modo
natural, las regiones, por razones sociales y geográficas. Las provincias y autonomías
son, sin embargo, unidades político-administrativas.
En relación
con una herencia, aunque sea pro indiviso,
el Código Civil protege el derecho a no pertenecer a esa comunidad si no se quiere.
Para lograr el reparto de la herencia lo razonable es seguir ese modelo y establecer
las normas, el procedimiento y las condiciones para el reparto equitativo. Establecidos
los términos del reparto por acuerdo entre todos los afectados, una sola petición
obligaría a hacer el reparto.
Los municipios
cuya mayoría de ciudadanos aprueben integrarse en el nuevo Estado propuesto dejarían,
ipso facto, de ser parte de España y, por ello, de la UE. Los demás españoles no
pueden intervenir en esa votación. Todo ello sin perjuicio de que, si les
interesara a los ciudadanos del nuevo Estado, solicitaran su integración en la UE
y, tras los acuerdos habituales, se firmara la integración
Si la secesión
busca crear un Estado Libre Asociado o un Estado Federal, es decir, organizar
una convivencia que afecta a todos implica el derecho de todos a opinar. El
cambio, respecto a la situación vigente, exige una determinada mayoría más o
menos cualificada.
Elegir es
siempre un dilema. El futuro es siempre imprevisible. Los beneficios claro a
corto plazo a veces nos impiden ver los riesgos a medio y largo plazo. Así es
la vida: elegimos vivir solteros o en pareja - ¡antes que te cases mira lo que
haces!; tener hijos o no; estudiar esta carrera o la otra; ser empresario
social, autónomo o ser trabajador para terceros; hacerlo aquí o en la
Conchinchina, …. Unas veces acertamos y otras nos arrepentimos y podemos revocar
la decisión y rectificar el error.
Hasta ahora,
privados de libertad individual, los matrimonios lo eran para toda la vida.
Recuperada la libertad individual, cabe el divorcio ¡y hasta la segunda boda! -
¿recuerdan a Taylor y Burton? Recuperada la libertad ¿cómo los ciudadanos no va
a poder ejercer su libertad, a través de las unidades políticas naturales de
sus municipios?
Las leyes
vigentes permiten a los ciudadanos de la UE no españoles votar en las
elecciones municipales. Otra ley podría permitir a andaluces, canarios, gallegos,
vascos, murcianos, catalanes, navarros, etc., que no quieran ser españoles, que
puedan participar en la política española municipal y dejen de hacerlo en la española
(y de la Unión europea) hasta que tengan
un Estado propio (y de la Unión Europea si ésta aceptara su incorporación, ¡si
la pidieran!); decidida la segregación, sería irracional poder seguir
condicionando la política de un Estado del que se rechaza ser parte.
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