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15 jul 2013

¡Que inventen ellos!

Recibo una invitación para participar en un Curso de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander. Su rector es el Prof. Cesar Nombela, que fue Presidente del CSIC. El título del curso es: “Hacia un Compromiso Público Privado en Investigación”.
Sin perjuicio de reconocer lo interesante del Curso, creo que la realidad ha puesto de manifiesto que el curso verdaderamente importante debería de tener por título “Hacia un compromiso público-público de la Investigación Pública”.
                Que la investigación privada es un desierto en España es una realidad indiscutible.
Una realidad penosa y avergonzante, pero una realidad.
Una realidad imposible de evitar mientras presidan las Asociaciones Empresariales unos individuos que, con desfachatez que es pura indecencia, y quizá carne de Código Penal, declaran: “yo no pago la Seguridad Social, como tantos otros empresarios ¡y a mucha honra!” como consecuencia de haberse descubierto que los trabajadores de sus empresas hacían jornadas ilegales y recibían sueldos en negro para estafar a la Seguridad Social.
Una realidad imposible de evitar mientras, conocidos esos hechos, sus electores - los demás empresarios -  le invitan a seguir representándolos. A ninguno se le pasó por mientes exigirle que dimitiera por la mala imagen ética que daba de la institución que representaba. Eso obliga a concluir, a sensu contrario, que consideran que da la imagen correcta de esa Asociación de Empresarios.
Una realidad imposible de evitar, porque esto ya pasó hace pocos meses con otro Presidente de Asociaciones Empresariales que hoy está en la cárcel acusado de todos los delitos que puede cometer un empresario ¿en el ejercicio de su profesión?
Una realidad agravada porque la investigación pública en España es otra vergüenza.
¿Y por qué no había de serlo si previamente ya se había convertido en otra vergüenza mucho más escandalosa la educación púiblica, que es la madre nutricia de la investigación?
El presupuesto de los centros de investigación públicos no se sostiene con los recursos de los Presupuestos Generales del Estado. No es que si los investigadores quieren investigar tengan que conseguir ellos recursos de instituciones ajenas, públicas o privadas, nacionales o internacionales. La situación es mucho más grave. Sólo porque ellos consiguen esos recursos se puede pagar la factura del agua, de la luz, de la electricidad y de la limpieza que, en muchos centros, se ha reducido al mínimo para no agarrase una infección. Y, porque no llegaba, les han reducido el sueldo y han puesto en la calle a todos aquellos que no eran funcionarios aunque con esa reducción hagan imposible la actividad científica de los funcionarios a los que no pueden echar ¡de m omento!
Por eso el CSIC ha metido mano en los recursos para investigación a fin de poder mantener abiertos los centros ¿hasta cuándo?
No se sabe. Hace años que las mesas donde trabajan las compran los investigadores, las sillas donde se sientan las compran los investigadores, el aire acondicionado lo compran los investigadores, los ordenadores los compran los investigadores, los cartuchos para imprimir los textos los compran los investigadores, los archivadores donde guardan la documentación la compran los investigadores con cargo a los presupuestos que tendrían que estar dedicados a la pura investigación, adquisición de equipos y materiales.
Se discute si fue el genocida Millán Astray o el genocida Goebbels el autor de la frase: “cuando oigo hablar de cultura llevo la mano a la pistola”. A cualquiera de los dos le va bien.
Ninguno de los miembros del gobierno haría lo mismo hoy día. Se conforman con meter la mano en el presupuesto y cerrar la financiación.
El objetivo es el mismo: acabar con la cultura en el país, impedir que se consoliden los mínimos niveles de justicia social que habíamos logrado con las becas y frustrar todas las expectativas generadas de que España podría llegar a ser un país que pudiera ser un referente en la investigación científica internacional.
De todos modos hay que agradecerles que el procedimiento sea menos sanguinario.

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