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31 jul 2013

Derecho a decidir: (22) ¿diputados o pendencieros?



Todo se puede pedir; todo se puede exigir; sobre todo se puede decidir. Todos estos todos son posibles cuando los interlocutores son razonables y bien educados.
 “Juegos de manos, juegos de villanos”, dice el refranero español para vituperar a quienes sólo saben dirimir sus diferencias mediante la agresión. El cuadro de Goya con dos mozos apaleándose revela una parte negra de España que algunos aun practican. Un parlamento civilizado tiene dos requisitos fundamentales:
1.- discutir sobre ideas, no sobre personas. Las personas son indiscutibles; pero no sus
ideas. Cualquier persona inteligente tiene la delicadez de espíritu suficiente como para saber discutir ideas sin caer en ningún problema de personalización, propia o ajena.
2.- discutir ideas exige ofrecer razonamientos. Insultar al contrario, apostrofarlo o  agredirlo verbalmente, es la forma como los pendencieros llegan a las manos sin llegar físicamente a las manos, es impropio del parlamentario; él debe llegar a acuerdos
La dificultad que tiene este comportamiento civilizado para muchas personas es, precisamente, eso mismo, que hay que ser civilizado; y tener ideas racionales. Ésa es otra de las dificultades que tiene el que confunde las ideas políticas con sus sentimientos personales, algo característico de los partidos totalitarios. Más que ideas, tienen un dogma en el que creen, pura pasión. De él nace el comportamiento irracional. Claro que en todo hay grados; pero el substrato es desfavorable. A la primera en que  se descuidan les sale la violencia personal y barriobajera del insulto y el reto insensato.
Es el mismo tipo de provocación de los mozos de aldea. Tras una violencia verbal, que no es tan grave como para provocar la agresión física, el más chulo reta al otro y le dice: “sopla si te atreves”, mientras se pone unas pajitas sobre su hombro.
Al retado no le quedaban más que dos opciones:
1.- soplar y que las pajas vuelen, creando un “casus belli” que justifica al pendenciero
2.- negarse a soplar, con el riesgo de que digan: “eres un cobarde por no soplar”.
Esta nueva provocación del pendenciero vuelve a ofrecer dos opciones:
1.- un comentario despreciativo respecto a que él no es soplapajas e irse;
2.- entrar al trapo y, sin soplar llegar al cuerpo a cuerpo que busca el pendenciero
La gente decente y civilizada prefiere eludir la bronca; es mejor solución. Y que allí se quede el provocar insultando, profiriendo amenazas y vituperios contra el más pacífico que, al menos en esa pendencia, rehuye la confrontación y salva su dignidad.
El provocador cuenta con su público. Son los violentos de salón: les gusta el boxeo, las peleas de gallos, las peleas de pit-bulls, las peleas de toros. Estos violentos son los herederos de los que llenaban los graderíos de los circos romanos para ver como se peleaban dos seres humanos por el puro placer de ver morir a uno, o a los dos; los mismos que disfrutaban viendo como se los comían las fieras. Ellos en las gradas, claro.
Las películas de romanos, Cecil B. de Mille fue paradigma del género “peplum”, nos hacía sentir que hoy somos más civilizados. No siempre es cierto. Si no hay más afición al boxeo es porque las televisiones han dejado de promocionar tan salvaje espectáculo. Pero sigue el fomento de los toros; y se mantiene la afición. Y también promociona las broncas de políticos. Menos salvaje pero ambas en la misma línea. Y algunos pueden justificarse viendo el espectáculo de algunos tertulianos, sean de temas políticos, sean de temas de salsa rosa. ¡Cuanta razón tenia Costa! ¡Escuela y merienda! Pero el Sr. Wert se empeña - ¡ya lo ha conseguido - en acabar con ambas.
Y así, hasta los diputados que parecían educados y menos broncos y pendencieros que los que les precedieron, resucitan el talante violento de insulto, ¡que se jodan!, dijo la tal Fabra, y de y provocación que, por excesivo, le priva de toda la razón que pudiera tener. Los desmelenes recientes del Sr. Posada y de la Sra. Villaobos, ¿es que no saben ordenar sin gritar?, indican lo necesario que es una escuela de formación de adultos (diputados).
Cuando el Watergate se dieron en TV las cintas donde el Presidente Nixon, se vio que era un mal hablado que profería todo tipo de maldiciones y leperadas. Los niños le imitaron: “lo dice el Presidente”, se justificaban ante sus padres cuando decían palabrotas.
Sería bueno que los Presidentes de los partidos aprendieran a discutir en vez de insultarse. Que dejaran de dar clases de mala conducta y falta de urbanidad en los telediarios. Claro que la solución no es la de dejar de dar ruedas de prensa, amañar las preguntas en las ruedas de prensa ¿cómo se pude caer tan bajo? O dar ruedas de prensa ectoplasmáticas ¿tanto miedo tienen a que se les escape lo que quieren ocultar?

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