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2 jul 2013

Políticas de becas: (V) Ex abundantia cordis loquitur os

Eso decían los romanos. En castizo se dice: “por la boca muere el pez”. Sumada al viejo dicho francés “qui s’excusse s’acusse” - el que se excusa se acusa - nos define a ese Sr.Wert Ministro de Educación con licencia para todo tipo de desmanes, incluidas las justificaciones cínicas.
Sólo son excusas - de la categoría de cínicas - las que - rechazadas por toda la sociedad - ha balbuceado el Sr. Wert para justificar las tropelías que pretende ejecutar cuando dica que restringe las becas para no dar limosnas.
Sr. Wert, para no dar limosnas basta con procurar reparar, al menos,  la (in)justicia social, ¡precisamente mediante las becas!
La caridad mediante limosnas es “virtud” cristiana que es una “estafa  ética”: un “sucedáneo” de justicia social. Los autores de la injusticia social calman así sus “almas depravadas”. Creen que hacen una “obra ejemplar”. Sólo devuelven una mínima parte del robo ejecutado día tras día atropellando los derechos de sus víctimas, con lo que su deuda con ellos continúa.
Donde hay justicia social, cada ciudadano, con el esfuerzo de su trabajo creador de riqueza, recibe el salario justo y la caridad es innecesaria. Pero sólo recibe el salario justo quien recibe el suficiente para el mantenimiento propio y de su familia.
Las becas no son ni fueron jamás una limosna. No lo fueron nunca. Ningún becario consideró jamás que recibía una limosna. Asociar becas a limosnas es propio de mentes depravadas. Mentes instaladas ideológicamente en la depravación capitalista del S. XIX, autores de la (in)justicia social cuya ideología repiten en el S. XXI, incapaces como son de una evolución ética que les permita distinguir la justicia social de la caridad y, por ello, la beca de la limosna.
Las becas tienen que existir por múltiples razones:
La primera razón es para saldar la deuda que la sociedad tiene con muchas familias cuyos recursos les impiden dar a sus hijos la formación que podrían luego ejercer beneficiando a la sociedad gracias a la formación recibida.
La segunda razón es que esa deuda de la sociedad es aun mayor con esos hijos;  si sus padres no tienen culpa por no poder darles esa formación, ellos tienen menos por no poder recibirla.
La tercera razón es que esas becas son una cantidad pírrica respecto a la “beca implícita”, como explicábamos el otro día, que reciben todos los demás estudiantes “no becados”. Por lo tanto, es hipócrita seguir becando al 80 % al estudiante que obtiene una calificación de 5 y negar la beca del 20 % al que obtenga una calificación interior al 6,5.
La cuarta razón es que esas becas no son un despilfarro de los recursos públicos. Todos los estudiantes tras aprobar con un 5 - que es el mínimo suficiente que establece la sociedad - saben más que antes de haber estudiado.  Quien, por interrumpir sus estudios no obtuvo el título recibe bastante sanción, pero no cabe reprocharle su falta de rendimiento mínimo exigible. Los conocimientos adquiridos mientras dispuso de la beca, fueron adquiridos. Por tanto, cumplió su compromiso social de suficiente rendimiento ¡mientras disfruto de la beca!
La quinta razón es que, además del perjuicio personal se produce otro social, como ya hemos demostrado en reflexiones anteriores. Si ahora el 50 % no terminaban la carrera, el Sr.Wert, al reducir ls becas aumentará el número de quienes no terminen la carrera más allá del 50 %, actual, Pero eso excede la capacidad de comprensión del Sr. Wert, de la Srª Cospedal y de todos los demás miembros del PP que aplauden esta medida irracional y, además, injusta.
Hay una forma de actuación política deleznable; consiste en echarle la culpa a la víctima. La utilizan los etarra; también el gobierno con las víctimas de las preferentes, de las subordinadas y de los engaños de las hipotecas abusivas, sólo posibles gracias a la complicidad de los notarios. La actuación del gobierno no es exigir que se devuelva el dinero a los engañados.
Los pro-etarras protegen a su criminales, el gobierno a los suyos, la banca, a la que financian con el dinero de sus víctima: los trabajadores estafados a los que, además, obliga a cambiar el dinero estafado por unas acciones que, es el caso de Bankia, ya no valen nada. Ésta es la segunda parte de la estafa, ahora con la complicidad del gobierno.
Se trata de una estafa premeditada contra os trabajadores, porque esos títulos NUNCA se vendieron a especuladores profesionales. A esos no había forma de engañarlos.
Repetir la estrategia de echarle la culpa a las víctimas, Sr. Wert, más que inmoral es inmundo.

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