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1 sept 2013

¿Una estafa social?: RENFE elimina 48 líneas. (1) El Coste de un Servicio Público

¿Cuánto cuesta la línea que se cierra? ¿Cuanto se ahorra cuando se cierra una línea? Es evidente, como demostraremos a continuación, que en RENFE no parce que lo sepan.
El coste de explotación de un servicio público es el que es. Sin embargo,  todo el mundo sabe que el coste real de un servicio tiene costes ocultos que no se consideran dentro de las cuentas de la explotación de un servicio considerado desde el punto de vista exclusivo del beneficio dinerario, ¡cuando se trata de un servicio público! Pero a la hora de tomar decisiones sí hay que tenerlos en cuenta.
El coste real del servicio incluye externalidades positivas y negativas. Entre las primeras se incluye el ahorro generado en los ciudadanos por existencia de ese servicio público,  p. ej. un servicio de transporte urbano en términos de coste en tiempo de vida, si no puede pagar un transporte particular, o de coste de este transporte si lo puede pagar.
Entre las externalidades negativas se encuentra el  daño al medio ambiente que se produce por diseñar inadecuadamente un servicio. Por tanto, el coste real - ¡no sólo el de explotación! - de un servicio depende de que se incluyan en el escandallo de costes todos los directos, indirectos y externos no solo unos cuantos. El hacerlo bien o mal, permite tomar la decisión correcta o la incorrecta y en este último caso puede ser la incorrecta por torpeza del que decide o por corrupción entre los que expolian a los ciudadanos ¡incluso sin que se note!.
Aún incluyendo sólo conceptos económicos de explotación pura y dura de la empresa, es necesario considerar cuales son los conceptos de atribución del coste en función de la calidad de cada uno de los servicios ofrecidos para que la valoración del ahorro que produce la supresión del servicio sea correcta. De lo contrario puede ocurrir que, si ese escandallo esta mal hecho, se produzca un aumento del déficit global que, por aparecer enmascarado en las grandes cifras de explotación, nunca será identificado. Pero se sepa o no, esa decisión será perjudicial creyéndose que ha sido beneficiosa. 
El concepto de déficit monetario de una explotación es claro, la diferencia entre los ingresos y los gastos. Los ingresos son las ventas. Los gastos son los Gastos de Explotación Directos y Gastos de Explotación Indirectos.
Los Gastos de Explotación Directos (GED), si consideramos son aquellos que ocasiona la realización del servicio, son unos gastos que no existen cuando no se presta el servicio. Son, entre otros, los que corresponden al coste de materias primas y energía + coste reposición y mantenimiento del equipos + coste de personal directo. Ahora bien, para tener en cuenta la rentabilidad el coste de materias primas y energía (CMPE) + el coste de Reposición y Mantenimiento (CRM) + coste de  Personal Directo (CPD). SI se valoran mal estos costes se pueden producir graves errores en su valoración en dos sentidos, eliminar un servicio poco rentable, siendo rentable, o mantener un servicio que se cree rentable cuando no lo es.
Los Gastos de Explotación Indirectos (GEI) son aquellos que permanecen aunque desaparezca el servicio que se presta y se identifican en diversos ítem según se establezca  en el sistema analítico de valoración de la explotación. Sobre el escandallo que se haga en este caso proceden las mismas reflexiones hechas en relación con los GED. Si los parámetros para la imputación de los GED están mal hechos puede producirse un grave error. Creer que se disminuyen los gastos al eliminar un servicio cuando no es así.
Tanto unos como otros y, por supuesto, su suma, tienen que tener en cuenta la magnitud del servicio ofrecido (frecuencia diaria), la calidad (ahorro de tiempo, comodidad, diversificación de clases y tarifas), etc. No es fácil hacerlo bien porque el análisis es siempre una tarea compleja, por  lo que, a sensu contrario, es fácil hacerlo mal; incluso muy mal.
Obsérvese que hasta aquí sólo estamos considerando el servicio público - ¡pagado con nuestros impuestos generales! - como un negocio privado. Los ciudadanos queremos tener esos servicios a nuestra disposición aunque no los usemos más que de vez en cuando. Eso, sin duda, es un lujo y por disponer de él estamos dispuestos a pagar por su existencia ¡incluso aunque no los usemos nunca!, parte de su coste con nuestros impuestos generales.
En el fondo no es nada distinto de lo que hacemos con nuestro coche particular. Lo usamos de vez en cuando, pero pagamos su precio, más el seguro más el garaje, etc., aunque sólo hagamos 3.000 km año, con lo que nos sale más caro su uso que si lo alquiláramos cada vez que lo necesitáramos.
La otra parte del coste del servicio es la que pagamos cuando la usamos. Este comportamiento es una forma de ver el servicio como un servicio social. El más rico, que dispone de otros medios de transporte, colabora en el mantenimiento del servicio más de lo que lo usa; el menos rico - ¡que no tiene alternativa de transporte! - `paga por el servicio menos de lo que cuesta. El servicio público - ¡que en su conjunto: suma de pago de impuestos + pago del billete es rentable! - es, por lo tanto, un sistema indirecto de redistribución de la carga impositiva entre los más ricos y los que lo son menos.

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