Si los
ciudadanos tuvieran la cultura latina que sería deseable, sabrían que cultura
es una palabra que deriva de la misma palabra latina, cultura, que significa
cultura. Por eso se dice agricultura, cultivo del campo, de agri, que significa
del campo; cunicultura, de cuni, del conejo, que significa cultivo de los conejos, o
avicultura, de avi, del ave, que significa cultivo de las aves. Tauricultura es,
por igual razón, el cultivo de los toros al servicio de la tauromaquia que es
la lucha contra los toros. La tauromaquia se cultiva, es la razón del cultivo de
los toros.
También el
cultivo de las letras es cultura; y es cultura el cultivo de las ciencias; es
decir, es cultura todo conocimiento que se cultiva. Cultura sólo indica que algunas
personas cultivan algo. La cultura de la mafia es indiscutible y está en vigor;
también la cultura de la esclavitud también y aunque sigue en vigor es ilegal,
al menos formalmente; y también se cultiva la trata de mujeres que, en consecuencia,
también es cultura.
La
tauromaquia, objeto final del cultivo del toro, se puede, por tanto, declarar “bien
de interés cultural”; es un “bien”, pues se compra y se vende; tiene “interés”,
muchos viven de cultivarlo, y por se cultivo es “cultural”. Esta vez, sin que
sirva de precedente, el PP no miente.
Pero si por
cultura se entiende un cultivo que se debe promocionar para mejorar la calidad
humana de la persona así cultivada, el asunto cambia de punto de vista. Analicemos
la lucha de la tauromaquia que justifica ese cultivo y la “presunta” mejora de
la calidad humana.
Un titular de
un periódico norteamericano tras una sorprendente corrida de toros celebrada en
los USA decía: toreros 3-0; toros 0-6, una forma de tanteo del número de contrincantes
y de muertos de cada equipo de la batalla. Desde el punto de vista deportivo es
un éxito si nos fijamos en los toreros, que siendo menores en número han
conseguido matar al doble número de toros sin sufrir ninguna baja; ahora bien,
si contamos a todos los ayudantes que llevaban, a que llevaban también
caballería y a que iban armados con puyas, banderillas estoques y, en caso de
necesidad puntillas, parece que el mérito deportivo es mucho menor.
La calidad de
las personas como seres humanos no mejora si disfruta, aplaudiendo feliz, el “trabajo”
del picador subido en un caballo protegido con un peto, que hurga con una puya en el cuello del toro para
destrozar su fuerza y disminuir el riesgo del torero; o cuando los
banderilleros, cruzándose frente al toro, que por su inercia no puede seguir el
quiebro, le clava uno, dos o tres veces un par de banderillas con el mismo
objeto: un maltrato físico que poco a
poco disminuye la vitalidad del toro para que el torero pueda matarlo con menos
riesgo
Cultivar la
batalla contra el toro, la tauromaquia, es, pues, cultura, como ya hemos visto.
Pero tener que recurrir a prohibir por ley, con sanciones pecuniarias, que los
padres “cultiven a sus hijos” prohibiéndoles que los lleven a estos espectáculos para que desde
pequeños aprendan de sus padres a identificar los distintos tipos de malos tratos
al toro y valorar lo bien que se lo aplican y que aprendan a aplaudir este
maltrato, pone de manifiesto el nivel de cultivo ético y moral de sus padres, orgullosos
de que sus hijos los adquieran.
Por eso, cuando
el Sr. Wert dice que esto no es cosa de derechas o izquierdas tampoco miente,
sin que ello sirva de precedente: es una cuestión de gente decente o indecente. Por eso hay países donde no lo cultivan y, en consecuencia, carecen de esa "cultura", cultivan otras culturas.
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