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26 sept 2013

El cultivo de los toros

Si los ciudadanos tuvieran la cultura latina que sería deseable, sabrían que cultura es una palabra que deriva de la misma palabra latina, cultura, que significa cultura. Por eso se dice agricultura, cultivo del campo, de agri, que significa del campo; cunicultura, de cuni, del conejo,  que significa cultivo de los conejos, o avicultura, de avi, del ave, que significa cultivo de las aves. Tauricultura es, por igual razón, el cultivo de los toros al servicio de la tauromaquia que es la lucha contra los toros. La tauromaquia se cultiva, es la razón del cultivo de los toros.
También el cultivo de las letras es cultura; y es cultura el cultivo de las ciencias; es decir, es cultura todo conocimiento que se cultiva. Cultura sólo indica que algunas personas cultivan algo. La cultura de la mafia es indiscutible y está en vigor; también la cultura de la esclavitud también y aunque sigue en vigor es ilegal, al menos formalmente; y también se cultiva la trata de mujeres que, en consecuencia, también es cultura.
La tauromaquia, objeto final del cultivo del toro, se puede, por tanto, declarar “bien de interés cultural”; es un “bien”, pues se compra y se vende; tiene “interés”, muchos viven de cultivarlo, y por se cultivo es “cultural”. Esta vez, sin que sirva de precedente, el PP no miente.
Pero si por cultura se entiende un cultivo que se debe promocionar para mejorar la calidad humana de la persona así cultivada, el asunto cambia de punto de vista. Analicemos la lucha de la tauromaquia que justifica ese cultivo y la “presunta” mejora de la calidad humana.
Un titular de un periódico norteamericano tras una sorprendente corrida de toros celebrada en los USA decía: toreros 3-0; toros 0-6, una forma de tanteo del número de contrincantes y de muertos de cada equipo de la batalla. Desde el punto de vista deportivo es un éxito si nos fijamos en los toreros, que siendo menores en número han conseguido matar al doble número de toros sin sufrir ninguna baja; ahora bien, si contamos a todos los ayudantes que llevaban, a que llevaban también caballería y a que iban armados con puyas, banderillas estoques y, en caso de necesidad puntillas, parece que el mérito deportivo es mucho menor.
La calidad de las personas como seres humanos no mejora si disfruta, aplaudiendo feliz, el “trabajo” del picador subido en un caballo protegido con un peto, que  hurga con una puya en el cuello del toro para destrozar su fuerza y disminuir el riesgo del torero; o cuando los banderilleros, cruzándose frente al toro, que por su inercia no puede seguir el quiebro, le clava uno, dos o tres veces un par de banderillas con el mismo objeto: un  maltrato físico que poco a poco disminuye la vitalidad del toro para que el torero pueda matarlo con menos riesgo
Cultivar la batalla contra el toro, la tauromaquia, es, pues, cultura, como ya hemos visto. Pero tener que recurrir a prohibir por ley, con sanciones pecuniarias, que los padres “cultiven a sus hijos” prohibiéndoles que los  lleven a estos espectáculos para que desde pequeños aprendan de sus padres a identificar los distintos tipos de malos tratos al toro y valorar lo bien que se lo aplican y que aprendan a aplaudir este maltrato, pone de manifiesto el nivel de cultivo ético y moral de sus padres, orgullosos de que sus hijos los adquieran.
Por eso, cuando el Sr. Wert dice que esto no es cosa de derechas o izquierdas tampoco miente, sin que ello sirva de precedente: es una cuestión de gente decente o indecente. Por eso hay países donde no lo cultivan y, en consecuencia, carecen de esa "cultura", cultivan otras culturas.

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