Partimos de la
base de que la mayoría de las personas somos decente, cuando llega la hora de
implicarse muchas personas decentes - ¿lo son realmente? - dan un paso atrás. Son los que siempre quieren nadar y guardar la
ropa, lo cual no es muy decente. Los que te dicen en privado: “estoy de acuerdo con lo que dices”,
pero jamás te apoyan en público; que cuando asisten a una reunión en la que tú
hablas te vuelven a decir “estoy de acuerdo con lo que dices”, y cuando les
pregunta por qué no lo manifestaron en la reunión se excusan diciendo “es que
tu lo dices tan bien que si lo digo yo lo estropeo”. “Bastaba haber dicho:
estoy de acuerdo con esta última manifestación, que es bien sencillo”, les replicas,
y entonces sonríen y se encogen de hombros.
Pero esas son
las mimbres con las que hay que hacer el cesto. Cuando esté terminado tendrá miles
de autores; si al final se rompe sólo tendrá cuatro responsables. Son muchos
años - 39 bajo la dictadura militar, 38 bajo la dictadura monárquica -sufriendo
la mala educación ciudadana. Eso deja un poso de indolencia, de temor, ¡incluso
de pánico justificado!
Si alguien nos
dice que ha sufrido violencia por parte de unas personas uniformadas nos lo
creemos. No lo dudábamos bajo al dictadura de Franco; el Jefe del Estado es el
mismo. El cuerpo de uniformados también. Aunque las leyes que lo rigen han
cambiado, la educación que han recibido no tanto. Aunque ahora su comportamiento
es ilegal, hoy gozan de la misma impunidad que ayer, cuando era legal. Que se
lo digan a “Billy el niño”. Ahí está impune.
¿Algún
uniformados es consciente - ¡íntimamente consciente! - de que está obligado a proteger el ejercicio de nuestra libertad de expresión
y para protegerla de los energúmenos - como los invasores de la sede de Blanquerna
- que pretenden impedirla? Espero que alguno sí.
¿Algún uniformados
es consciente - ¡íntimamente consciente! - de que está obligado a la
desobediencia debida cuando sus superiores les dicen que empiecen a apalear a
ciudadanos que están ejerciendo su derecho a la libertad de expresión que
protege la constitución franquista del 78? Espero que alguno sí.
Lo grave de
esta suposición esperanzada es doble: primero que es una suposición y segundo que es una suposición de que algunos sí. En su lugar yo debería poder
declarar “la certidumbre de que todos sí,”. Pero eso es lo verdaderamente
grave: no lo puedo declarar.
Necesitamos una
etapa de educación ciudadana que se nos ha negado en esta Transición a la
Democracia (otro engaño porque es una transición a la dictadura monárquica) para
formar, desde la escuela, buenos ciudadanos democráticos: ciudadanos que sepan
que la soberanía no está en los pueblos, sino en los ciudadanos que, libres, se
agrupan en pueblos.
Nada de ver
con esa mandanga fascista de quienes reivindican la soberanía para los “pueblos”,
las “naciones”, las “repúblicas”, los “estados”, los “reinos”, las “religiones”,
etc., que son todos una panda de fascistas que desde esa “idea” quieren sojuzgar al
ciudadano.
Los griegos lo dijeron hace milenios: “el
hombre es la medida de todas las cosas”. Las religiones monoteístas, ¡puro
fascismo!, prohíbieron al hombre pensar. Las monarquías, igualmente fascistas,
hicieron una fecunda coyunda con ellas: hay que obedecer a la idea, “el dios
verdadero”; hay que obedecer a sus designados. 1º.- “el sumo sacerdote verdadero”;
2º.- “el rey/el caudillo verdadero, por
la gracia de Dios”, pero también “el pueblo verdadero”, “la nación verdadera”,
el Estado verdadero”. Ninguno defiende la única verdad: el hombre pensante
hasta el punto que ser librepensador era casi un delito.
Para impedir
que los ciudadanos se eduquen en la reflexión - pensar es flexionarse sobre uno
mismo - el Sr. Wert ha eliminado esta asignatura del curriculum escolar. Privados
de esta educación es más fácil lograr súbditos obedientes, ¿para qué pensar?; dóciles
creedores en mentiras ¿para qué pensar?; gente con “fe” en los que les engañan,
¿para qué pensar?
Ardua es la
tarea que tenemos; pero cuanto mayor sea la conclusión es más urgente: ¡tenemos
que empezar cuanto antes! ¡Que no nos desanime el número!: 10 es más que 1; 100
es más que 10: 1000 es más que 100; … Así, poco a poco, “con prisa y sin pausa”,
tenemos que invitar a todos nuestros conciudadanos a pensar, luego animarles a
reflexionar, luego pedirles que pasen a la acción de pedir, tras lo cual ya no
será necesario, les saldrá solo, el paso a la acción de exigir. Exigir que se
reconozca la libertad (donde no hay súbditos) la igualdad (donde no hay
privilegios hereditarios) y la fraternidad (que nos exige la ética de no engañar).
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