Acabo de enterarme del maltrato que el
gobierno aplica a los españoles que se encuentra en el extranjero en relación
con la enseñanza del español a sus hijos.
“Un amplio colectivo de españoles se ha
unido en Bélgica para defender las clases de las Agrupaciones de Lengua y
Cultura Española, ALCE destinadas a los hijos de españoles residentes en el
exterior. Necesitan sentir y mostrar el apoyo a esta iniciativa. La Federación
de Enseñanza de CCOO en el exterior, integrada por muchos profesores y
profesoras de ALCE sensibles a estas demandas y contrarios a la reducción y
desmantelamiento del programa, considera de gran importancia reforzar esta
iniciativa y nos piden su apoyo”. Para ello basta con copiar y pegar el texto entrecomillado
y enviarlo a maestrosenclase@gmail.com
Sin embargo, me parece que se merecen
algo más. Se merecen el apoyo específico de los españoles que vivimos en España,
a los que se nos marea contándonos la dificultad que tienen los que viven en
regiones con lengua propia, Galicia, Asturias (aunque no esté reconocida legalmente)
el País Vasco (español), que en el francés el vascuence no tiene
reconocimiento, Navarra, Cataluña, Islas Baleares y Valencia.
El español es la lengua común con todos.
En América los que fueron españoles saben congeniar su enseñanza con la de sus
propias lenguas, allí donde todavía se conservan y, más aun, saben conservar
una calidad de español perdida en España.
Me
resulta placentero ver que la calidad del léxico de los hispanoamericanos
es superior al nuestro, por lo que humildemente deberíamos tomar ejemplo de su
calidad.
Me
resulta placentero comprobar que cualquier hispanoamericano sabe hilar un
discurso coherente, todo seguido, sin necesidad de mirar el papelito que le ha
escrito otro, como el pasa a nuestro Presidente del Gobierno, a nuestra
alcaldesa de Madrid y a nuestro Presidente del Comité Olímpico Español que tan recientemente
han hecho el ridículo ¡en español y en pichinglis!, en Buenos Aires gracias a
lo cual ¡Dios ea loado!, no han designado a Madrid como sede olímpica.
El español, como cualquier lengua, sobrevive
al desinterés de los políticos. Lo ha demostrado la realidad de su conservación
a lo largo de siglos sin necesidad de que nadie la financiara. Esto me lleva a
dos reflexiones que son complementarias entre sí:
la primera, que
los políticos que se disfrazan de abanderados de la defensa de su propia lengua,
sea la que sea, son unos farsantes. Politizan un instrumento de comunicación
convirtiéndolo en un elemento de agresión en uno u otro sentido, según el lado
en que se coloque el farsante. Una lengua viva no necesita que la defienda
ningún político. El ciudadano que quiere que perviva, sólo tiene que seguir usándola
como ha hecho durante siglos, al margen de toda ayuda oficial, siempre sesgadamente
agresiva;
la segunda, que la
lengua un valor cultural y por ello debe recibir el apoyo que reciben tantas otras manifestaciones culturales que
merecen igual aprecio e interés para que pervivan. Un apoyo debe ser especialmente
grande en quienes, porque el país no les ofreció una oportunidad de vivir en
él, han tenido que emigrar al extranjero, cuyo número, sin duda aumentará notablemente
en los años venideros vista la nefasta política económica que estamos sufriendo
camino de los 7 millones de parados, mientras el despilfarro se esparce con
generosidad en proyectos megalómanos como los juegos olímpicos que,
¡felizmente!, no han elegido a Madrid como su sede
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