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9 sept 2013

Defensa del español en el extranjero

Acabo de enterarme del maltrato que el gobierno aplica a los españoles que se encuentra en el extranjero en relación con la enseñanza del español a sus hijos.
“Un amplio colectivo de españoles se ha unido en Bélgica para defender las clases de las Agrupaciones de Lengua y Cultura Española, ALCE destinadas a los hijos de españoles residentes en el exterior. Necesitan sentir y mostrar el apoyo a esta iniciativa. La Federación de Enseñanza de CCOO en el exterior, integrada por muchos profesores y profesoras de ALCE sensibles a estas demandas y contrarios a la reducción y desmantelamiento del programa, considera de gran importancia reforzar esta iniciativa y nos piden su apoyo”. Para ello basta con copiar y pegar el texto entrecomillado y enviarlo a maestrosenclase@gmail.com
Sin embargo, me parece que se merecen algo más. Se merecen el apoyo específico de los españoles que vivimos en España, a los que se nos marea contándonos la dificultad que tienen los que viven en regiones con lengua propia, Galicia, Asturias (aunque no esté reconocida legalmente) el País Vasco (español), que en el francés el vascuence no tiene reconocimiento, Navarra, Cataluña, Islas Baleares y Valencia.
El español es la lengua común con todos. En América los que fueron españoles saben congeniar su enseñanza con la de sus propias lenguas, allí donde todavía se conservan y, más aun, saben conservar una calidad de español perdida en España.
Me resulta placentero ver que la calidad del léxico de los hispanoamericanos es superior al nuestro, por lo que humildemente deberíamos tomar ejemplo de su calidad.
Me resulta placentero comprobar que cualquier hispanoamericano sabe hilar un discurso coherente, todo seguido, sin necesidad de mirar el papelito que le ha escrito otro, como el pasa a nuestro Presidente del Gobierno, a nuestra alcaldesa de Madrid y a nuestro Presidente del Comité Olímpico Español que tan recientemente han hecho el ridículo ¡en español y en pichinglis!, en Buenos Aires gracias a lo cual ¡Dios ea loado!, no han designado a Madrid como sede olímpica.
El español, como cualquier lengua, sobrevive al desinterés de los políticos. Lo ha demostrado la realidad de su conservación a lo largo de siglos sin necesidad de que nadie la financiara. Esto me lleva a dos reflexiones que son complementarias entre sí:
la primera, que los políticos que se disfrazan de abanderados de la defensa de su propia lengua, sea la que sea, son unos farsantes. Politizan un instrumento de comunicación convirtiéndolo en un elemento de agresión en uno u otro sentido, según el lado en que se coloque el farsante. Una lengua viva no necesita que la defienda ningún político. El ciudadano que quiere que perviva, sólo tiene que seguir usándola como ha hecho durante siglos, al margen de toda ayuda oficial, siempre sesgadamente agresiva;
la segunda, que la lengua un valor cultural y por ello debe recibir el apoyo que reciben  tantas otras manifestaciones culturales que merecen igual aprecio e interés para que pervivan. Un apoyo debe ser especialmente grande en quienes, porque el país no les ofreció una oportunidad de vivir en él, han tenido que emigrar al extranjero, cuyo número, sin duda aumentará notablemente en los años venideros vista la nefasta política económica que estamos sufriendo camino de los 7 millones de parados, mientras el despilfarro se esparce con generosidad en proyectos megalómanos como los juegos olímpicos que, ¡felizmente!, no han elegido a Madrid como su sede

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