Siempre acabamos
dándole vueltas a lo mismo: quien respete a las personas respeta su libertad, la que hace personas a los seres
humanos. Un ser humano sin libertad es una persona mutilada. Por eso, si no cabe
discutir el derecho a la libertad de opinión tampoco cabe hacerlo de la libertad
de decisión. El hombre (mujer o varón) nace
libre y suelto, o soltero, que es lo mismo. Que luego se case o se divorcie y
se vuelva a casar o no, son el fruto del ejercicio de su libertad. Su ejercicio
sólo tiene un límite no perjudicar a nadie o compensarle su perjuicio. Pero el
derecho a decidir entre soltería, matrimonio, o divorcio ni se discute.
La libertad
de opinión sobre opciones legítimas es propia de la condición humana. Una de
esas opciones es esa artificialidad llamada frontera de las que pocas se han
mantenido inmutables en el último siglo, ¡no digamos en los dos últimos siglos!
Pero aun si reducimos ese tiempo a medio siglo son muchas las fronteras que hoy
no existen y las que, yendo contra el espír9itu de los tiempos, se han creado.
Porque la “patada a seguir” por usar una expresión de rugby va en la línea de los acuerdos de Schengen: la
desaparición de fronteras.
El día 11
es fecha aciaga. A nivel universal en este siglo tenemos el golpe terrorista de
Al Kayda contras los USA; en el silgo pasado el golpe terrorista de los USA contra
la Chile democráticamente virgen desde su independencia. Yendo tres siglos
atrás n os encontramos con una Guerra Europea, mal llamada guerra de secesión española.
Los catalanes, pero también muchos aragoneses y no pocos castellanos, además de
valencianos y mallorquines a los que se suele olvidar, celebran la conquista de Barcelona por Felipe
V, rey al que juraron ser leales y él respetar sus fueron si lo eran, dejaron
de serlo y apoyaron al Archiduque Carlos. Este acabaría dejándoles colgados cuando le ofrecieron la corona de Austria: “más
vale corona en mano que imperio volando” y los ingleses, holandeses y
portugueses, temerosos de una nueva unión austríaca como la de Carlos V, también
les dejaron colgado y firmaron la paz. Felipe
V aría perdonando a todos pero devolviendo a los catalanes más derechos que a
los mallorquines y valencianos, pese a lo cual aquellos son los únicos que se
siguen quejando.
Pero eso es
el pasado. El presente es que los catalanes, que celebra la Diada el 11-S, hicieron
este años una columna de 400 km que a 1 persona/m significa 400.000
manifestantes. Es, sin duda, todo un éxito sólo empañado porque su Presidente, que
invitó a todos a ir a la manifestación no fue y se quedó escondido detrás su
mesa en su despacho; otros nacionalistas alegaron la “coincidencia” de un viaje.
¡Que buenos vasallos si oviese buen señor,! se dijo del Cid. Eso podría decirse
de esos 400.l000 manifestantes respecto de su Molt Honorable President. Pero no
se puede nadar y guardar la ropa: es de mala calidad ética, moral y política.
Pero nada
de eso, que se puede perdonar, hay un atropello injustificable e injustificado
por todo el mundo mínimamente democrático: la violencia terrorista de la ultraderecha
producida en Madrid contra una asociación catalana.
Pero no nos engañemos, están ahí porque los
alimentaron sus padres ideológicos que los jalearon, apoyaron, toleraron, disculparon
o ¡incluso!, financiaron de muy diversas formas: no aplicándoles la ley cuando
cometían desmanes, permitiéndoles hacer el gamberro en los partidos de fútbol,
o financiándoles cediéndoles espacios o facilitándoles entradas a precios
privilegiados, etc. Es tarde para desmarcarse, aunque ahora se les censure
colectiva y púbicamente. Pero no hace tantos días que se disculpaba a otros que
tenían los mismos gestos: brazo en alto, banderas del dictador, justificación
de los asesinatos cometidos por éste, oposición a que se descubran los
cadáveres de los asesinados, negativa a censurar el golpe de estado que nos privo
de la democracia venida a España del modo más pacífico imaginable.
Ojalá la
Fiscalía actúe como la ley exige contra estos atropellos a la libertad de opinión,
a las personas, a las que agreden, atemorizan, insultan y menosprecian. Hoy hay
una peligrosa remontada de los partidos de extrema derecha fascistoide que dice
defender a su “pueblo” y agreden a quien no opinan como ellos.
Eso es la
consecuencia de no enseñar que lo único importante es el hombre (varón o mujer)
como consta en la Declaración Universal del Hombre (mujer o varón) y el
ciudadano de 1789. Es el hombre (mujer o varón) quien crea asociaciones que la historia
convierte en comunidades, llámense pueblos o como se quiera. Pero no lo olvidemos
la soberanía reside en el ciudadano (mujer o varón) no een ningún pueblo del
que el ciudadano es sólo un elemento.
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