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16 jul 2015

La lección de Grecia

Rascaron los violines; la caja tenía las cuerdas destempladas La sinfonía (acuerdo, en griego) que ayer se tocó en el Parlamento griego era discordante; la partitura que tenían todos los músicos (diputados) no era la misma. Unos tenían la partitura que habían acordado, cuando Sirisa era una orquesta sinfónica, y pudieron nombrar el director de la orquesta.
Otros músicos seguían tocando su partitura corrupta “el préstamo impagable” pero ahora eran minoría y el poder del metal había conseguido anular su desafinada falta de sinfonía con el pueblo que les había negado su apoyo (sus votos) en las recientes elecciones. No obstante siempre hay gente para todo y nadie por insensato que sea deja de tener partidarios.
Al director, que había demostrado convocando el referendum que aquella orquesta la dirigía él, le han llamado “los jefes” y le han dicho: “o te tragas el referéndum con patatas o te lo tragas sin patatas: ¿quién te has creído que eres tú? Aquí no estamos discutiendo de democracia sino de dinero y con el dinero de nuestros bancos no se juega” ¡Y ha tragado!; no sé si con patatas o sin patatas, ¡pero ha tragado!
Tras apuntarse los dos amarracos del “órdago a la chica” ganado con el referéndum con el que nos había dejado ilusionados a todos, ¡no sólo a los griegos que lo secundaron! se ha tragado el “órdago a la grande” de la forma más humillante que se puede uno imaginar: defendiéndolo la postura contraria a la que había recibido el apoyo que pidiera.
Saber maniobrar para conseguir el objetivo es la tarea del político; el precio no puede ser la pérdida del respeto. Tsipras seguirá en el poder pero tras embarcar al pueblo en un referéndum y lograr su respaldo lo ha dejado “con el culo al aire”. La mayoría de los griegos no se lo merecen. Los europeos decentes tampoco.
Tsipras debió plantear al Parlamento la realidad: “los jefes del estado esbirros de la bancocracia” pero nunca defenderlo. “Esto es todo lo que he podido conseguir” tendría que haber advertido al Parlamento; “aquí está en juego la dignidad de la mayoría que votó el referéndum y la mía personal que estoy en desacuerdo con lo que hoy traigo aquí”.
“Me veo obligado a pedir el voto a favor de esta propuesta; si no la aprobáis convocaré elecciones. No puedo estar convocando referenda todos los días. El pueblo ya ha hablado. Ahora os toca hablar a vosotros que sois los representantes que ha elegido el pueblo ante esta nueva propuesta; aunque es mejor que la anterior como a mí no me gusta no asumo la responsabilidad de firmarla de motu proprio. Yo firmaré ese texto sólo si el pueblo me lo pide por boca de los representantes que ellos han elegido para hable en su nombre. Quien gobierna en Grecia es el Parlamento y no yo. Eso pasa en las dictaduras”.
“Si el Parlamento me dice que lo acepte, cumpliré su orden. Si me dice que no, disolveré el Parlamento y convocaré elecciones. Ésa es la única actitud democrática que puede tomar un dirigente democrático cuando las circunstancias externas - un herencia corrupta y la presión de la bancocracia - le presionan más allá de sus posibilidades de conseguir un acuerdo discreto”.
Cuanto me hubiera gustado haberlo oído decir eso a Tsipras. Cuando me ha disgustado verle diciéndoles a los griegos “mean por encima de vosotros y os piden que digáis que llueve”
Grecia pudo salvar la democracia en Europa; pudo pedir a los gobiernos europeos que convocaran un referéndum como hizo Tsipras; pudo dejarnos a “los únicos soberanos de los que emanan todos los poderes de todos los estados” - ¿o esto es sólo una ficción para tomarnos el pelo? - que dijéramos cómo de solidarios queríamos ser con los griegos estafados por sus corruptos gobiernos anteriores - a pachas con los bancos - cuyo destino es el de los gobernantes islandeses: la cárcel. Una nueva cárcel porque en las viejas no caben todos sus cómplices.
Que no fuera así no debe desanimarnos sino enardecernos. Se necesita más actividad ciudadana, más exigencia en las calles, más demandas frente a los “representantes”, mejor elección de quienes van a ser nuestra voz ¡para que lo sean realmente! ¡Tenemos la opción!

Necesitamos creer que es en “nosotros donde reside la soberanía de donde emanan todos los poderes del Estado” (art. 1.2 CE78). Comprendo que muchos contemporáneos que han vivido bajo la dictadura militar hayan quedado tan tarados que ni lo puedan imaginar; pero no entiendo que las jóvenes generaciones, aunque viven bajo la transición a la democracia que no nos quieren dejar alcanzar - la dictadura disfrazada de monárquica parece que no lo es - no se sientan soberanos; no exijan que la democracia llegue de una vez; no exijan elegir al Jefe del Estado. ¿Cómo las nuevas generaciones que no sufrieron a Franco siguen servilmente la norma de la dictadura heredada sin rechazar ese engaño trilero del “atado y bien atado”? El ejército ya no es un peligro: es democrático; no son los golpistas del 36. ¡Nosotros somos los soberanos! ¡Demostrémoslo en las siguientes elecciones! Las próximas serán, quizá, demasiado tarde

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