Rascaron
los violines; la caja tenía las cuerdas destempladas La sinfonía (acuerdo, en
griego) que ayer se tocó en el Parlamento griego era discordante; la partitura
que tenían todos los músicos (diputados) no era la misma. Unos tenían la partitura
que habían acordado, cuando Sirisa era una orquesta sinfónica, y pudieron
nombrar el director de la orquesta.
Otros músicos
seguían tocando su partitura corrupta “el préstamo impagable” pero ahora eran
minoría y el poder del metal había conseguido anular su desafinada falta de sinfonía
con el pueblo que les había negado su apoyo (sus votos) en las recientes
elecciones. No obstante siempre hay gente para todo y nadie por insensato que
sea deja de tener partidarios.
Al
director, que había demostrado convocando el referendum que aquella orquesta la
dirigía él, le han llamado “los jefes” y le han dicho: “o te tragas el referéndum
con patatas o te lo tragas sin patatas: ¿quién te has creído que eres tú? Aquí no
estamos discutiendo de democracia sino de dinero y con el dinero de nuestros bancos no se juega” ¡Y ha
tragado!; no sé si con patatas o sin patatas, ¡pero ha tragado!
Tras apuntarse
los dos amarracos del “órdago a la chica” ganado con el referéndum con el que
nos había dejado ilusionados a todos, ¡no sólo a los griegos que lo secundaron!
se ha tragado el “órdago a la grande” de la forma más humillante que se puede
uno imaginar: defendiéndolo la postura contraria a la que había recibido el
apoyo que pidiera.
Saber
maniobrar para conseguir el objetivo es la tarea del político; el precio no
puede ser la pérdida del respeto. Tsipras seguirá en el poder pero tras embarcar
al pueblo en un referéndum y lograr su respaldo lo ha dejado “con el culo al
aire”. La mayoría de los griegos no se lo merecen. Los europeos decentes tampoco.
Tsipras debió
plantear al Parlamento la realidad: “los jefes del estado esbirros de la
bancocracia” pero nunca defenderlo. “Esto es todo lo que he podido conseguir”
tendría que haber advertido al Parlamento; “aquí está en juego la dignidad de
la mayoría que votó el referéndum y la mía personal que estoy en desacuerdo con
lo que hoy traigo aquí”.
“Me veo
obligado a pedir el voto a favor de esta propuesta; si no la aprobáis convocaré
elecciones. No puedo estar convocando referenda todos los días. El pueblo ya ha
hablado. Ahora os toca hablar a vosotros que sois los representantes que ha
elegido el pueblo ante esta nueva propuesta; aunque es mejor que la anterior
como a mí no me gusta no asumo la responsabilidad de firmarla de motu
proprio. Yo firmaré ese texto sólo si el pueblo me lo pide por boca de
los representantes que ellos han elegido para hable en su nombre. Quien gobierna
en Grecia es el Parlamento y no yo. Eso pasa en las dictaduras”.
“Si el Parlamento
me dice que lo acepte, cumpliré su orden. Si me dice que no, disolveré el
Parlamento y convocaré elecciones. Ésa es la única actitud democrática que
puede tomar un dirigente democrático cuando las circunstancias externas - un
herencia corrupta y la presión de la bancocracia - le presionan más allá de sus
posibilidades de conseguir un acuerdo discreto”.
Cuanto me
hubiera gustado haberlo oído decir eso a Tsipras. Cuando me ha disgustado verle
diciéndoles a los griegos “mean por encima de vosotros y os piden que digáis
que llueve”
Grecia pudo
salvar la democracia en Europa; pudo pedir a los gobiernos europeos que
convocaran un referéndum como hizo Tsipras; pudo dejarnos a “los únicos
soberanos de los que emanan todos los poderes de todos los estados” - ¿o esto
es sólo una ficción para tomarnos el pelo? - que dijéramos cómo de solidarios
queríamos ser con los griegos estafados por sus corruptos gobiernos anteriores
- a pachas con los bancos - cuyo destino es el de los gobernantes islandeses:
la cárcel. Una nueva cárcel porque en las viejas no caben todos sus cómplices.
Que no fuera
así no debe desanimarnos sino enardecernos. Se necesita más actividad
ciudadana, más exigencia en las calles, más demandas frente a los “representantes”,
mejor elección de quienes van a ser nuestra voz ¡para que lo sean realmente! ¡Tenemos
la opción!
Necesitamos
creer que es en “nosotros donde reside la soberanía de donde emanan todos los
poderes del Estado” (art. 1.2 CE78). Comprendo que muchos contemporáneos que han
vivido bajo la dictadura militar hayan quedado tan tarados que ni lo puedan
imaginar; pero no entiendo que las jóvenes generaciones, aunque viven bajo la
transición a la democracia que no nos quieren dejar alcanzar - la dictadura
disfrazada de monárquica parece que no lo es - no se sientan soberanos; no exijan
que la democracia llegue de una vez; no exijan elegir al Jefe del Estado. ¿Cómo
las nuevas generaciones que no sufrieron a Franco siguen servilmente la norma
de la dictadura heredada sin rechazar ese engaño trilero del “atado y bien
atado”? El ejército ya no es un peligro: es democrático; no son los golpistas
del 36. ¡Nosotros somos los soberanos! ¡Demostrémoslo en las siguientes
elecciones! Las próximas serán, quizá, demasiado tarde
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