Se puede ser decente, más
indecente o muy indecente. Cuando el superlativo se supera, se refuerza su sentido diciendo que
es “absolutamente” indecente. Pero los jóvenes consideran que hasta ese nivel
de indecencia se supera y entonces añaden “super” delante de cualquier
adjetivo o “mega”, siguiendo el sistema
internacional de unidades. Sin embargo algunos políticos en España han superado
los “Mega” - un millón - los “Giga” - un millardo - y aun los “Tera” - un
billón- de unidades de indecencia.
Esta es la que demuestra el Gobierno.
La mayoría de sus votantes son herederos de los que apoyaron ideológicamente el
golpe de Estado contra la República Democrática.
Sí, esa odiosa República que cometió
un desmán tras otro: 1º.- declaró que la mujer tenía los mismos derechos que el
varón; 2º.- declaró que los hijos no eran “propiedad” de los padres, 3º.-
declaró, que todos los hombres mayores de edad, “varones o mujeres” tenían
igualdad de derecho al voto que cualquier rico o cualquier obispo o cualquier
marqués; 4º.- declaro que si dos personas que habían creído que serían felices
viviendo juntas, podían romper su compromiso al comprobar su error -
protegiendo los derechos de los hijos - e intentar buscar de nuevo su
felicidad, porque esto es un valle de oportunidades y no un “valle de lágrimas”
como nos quería hacer creer la iglesia católica, y así un largo etcétera de
desmanes.
La derecha consideró que no
podíamos seguir así. Era necesario acabar con esta República desalmada, de puro
democrática. Los antepasados de la mayoría de los votantes del PP apoyaron el
golpe de Estado de los ricos - consideraban que España era de ellos - con el
apoyo de la iglesia católica que - salvo contadas excepciones de gente decente
- consideraba que también era de ella.
Ganaron, y empezaron a aplicar la
doctrina “Francot” con efecto retroactivo para privar de sus derechos a todos
los ciudadanos. Se trataba de que no quedara ningún derecho democrático atropellando
el más elemental de los Principios Generales de Derecho: “no se puede castigar
a ningún delincuente aplicándole una ley promulgada después de cometido su
delito.
Era un principio que tiene
milenios de vigencia. El Reino de España, heredero de esta ideología, aplicó de la mano de unos magistrados no se
sabe si incompetentes o venalmente politizados, sin perjuicio de que haya una
tercera explicación que a mí no se me alcanza
Con la doctrina “Francot” las personas
que se habían divorciado de acuerdo con la ley vigente en la II República, que
siguió siendo la única legal hasta que los regímenes internacionales por
mayoría reconocieron como “legal” el régimen del golpista, ¡dejaron de estar divorciadas!,
los hijos de ese segundo matrimonio se convirtieron en “hijos naturales”, que
era como los denominaban los fascistas ¿acaso eran artificiales los casados por
la iglesia?
Entonces no había Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Si hubiera existido Franco jamás hubiera
firmado su adhesión a él. Eso le hubiera impedido atropellar los derechos
humanos como hizo hasta su muerte ¡y aun después de muerto! - ¿se creería el
Cid? Para eso su heredero, Juan Carlos I
de Franco, le juró que seguiría maltratándonos aplicando sus inicuas leyes a
cambio de quedarse con “la finca”.
Ahora, pese a la protección del TEDH,
esa misma derecha - de la mano del poder judicial - aplicó la doctrina “Francot”,
ahora llamada “Parot” con efecto retroactivo. Cuando el TEDH declaró que, al
margen de la magnitud del crimen cometido, eso era un atropello a los derechos
humanos arremetió, esa derecha eterna arremetió contra el tribunal. El
Presidente Rajoy acaba de decir: “a mi no me gusta esa sentencia”; es decir, acaba
de confesar que “a él no le gusta que se respeten los derechos humanos”, que es
lo que ha hecho la sentencia.
Evidentemente, el único indigno
de respeto es el Presidente del Gobierno. ¿Cómo se puede respetar a un
Presidente del Gobierno que tiene el tupé de decir que no respeta los derechos
humanos? ¡Pues ahí lo tiene! ¡Tan Pancho!; es decir, dispuesto a atropellarlos
¡si puede!
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