4.- Una tras otra
La sentencia del Tribunal de Luxemburgo, reunida la
Gran Sala, porque el Gobierno español, en defensa del capital que estafó a
todos los ciudadanos recurrió la sentencia del Tribunal cuando dio la razón a
favor de los derechos del ciudadano víctima de la expropiación de los bancos,
ha obtenido su merecido: ser puesto en la picota: declararle atropellador los derechos humanos por su ley sobre
deshaucios. La sentencia es rotundamente irrevocable, dictada por la Gran
Sala.
La más reciente sentencia adversa al Gobierno procede
también del Tribunal de Luxemburgo. También aquí el Gobierno, recalcitrante, exigió
que se reuniera la Gran Sala porque el Gobierno español recurrió la sentencia
del Tribunal que le condenó porque la doctrina Parot atropella los derechos humanos
de los ciudadanos condenados tras cumplir su pena conforme la ley vigente. Se
les condenó por sentencia firme, por tanto, inmodificable; adquirieron, de
acuerdo con la ley, los derechos a la redención de parte de la pena, tal y como
se interpretaba la ley entonces.
Este error del
Gobierno revela su concepción vindicativa de la justicia. También su ignorancia
o su insensibilidad ante la doctrina establecida hace un cuarto de milenio por
Beccaria. Este Gobierno se ha hecho
acreedor a ser puestos en la picota y que sea ahora la Gran Sala - pese a
los lobbies que actúan presionando a los magistrados - al declararles autores del atropello de los derechos humanos con la
doctrina Parot. La justicia española quedará a la altura de la justicia de
la de los países más inmundamente injustos. La sentencia, dictada por la Gran
Sala será rotundamente irrevocable en aplicación de la doctrina reivindicada
hace un cuarto de milenio por Beccaria, y obligará a indemnizar a unos asesinos
por la torpeza jurídica y la falta de ética de un Gobierno que los ha
convertido en víctimas.
También, si este Gobierno no lo remedia - el Gobierno
anterior, a través del Fiscal, se opuso a esta sentencia - tendremos que
indemnizar al juez por el daño sufrido: el material y el moral. Ahora bien, ¿quién nos indemniza a nosotros
por haber sido privados de su justicia tantos años? El error era vencible y no
lo vencieron; y tampoco apreciaron la falta de dolo y malicia que no tenía el
juez Garzón.
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