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5 oct 2013

Jaque al Rey: (5) un agotador trabajo

Leo la tira “El médico Cabanela” del Sr. Cruz que me provoca algunas reflexiones. “El avisó, sin irse por las ramas, de que era mejor que el Rey depusiera las armas de combate, que se dejara de delirios de Rey y se pudiera a trabajar como paciente”. El médico y el Sr. Cruz sabrán que querían decir al decir eso, yo entiendo que lo sensato sería seguir el consejo:
1º.- que el Rey depusiera las armas de combate. Tiene razón, es inútil pretender que se puede heredar, por segunda vez, un nombramiento  ilegítimo, sólo por haberse logrado la primera vez, bajo la amenaza de una segunda edición por los golpistas autores de la primera. Hoy el ejército no es golpista; el nombramiento es igualmente ilegítimo; el pueblo quiere recuperar la democracia robada en 1931, gracias, entre otros, al padre de Juan Carlos I de Franco que quiso matar a los que defendían la república democrática y por eso se apunto en el ejército golpista.
2º.- que se dejara de delirios de Rey. Todo rey que se precie - sobre todo cuanto menos inteligente sea - tiene el deliro de ser heredado por uno de sus hijos. Ninguno quiere que se gane el empleo por sus méritos. El haber sido procreado por sus padres no es mérito, es azar.
3º.- que se pusiera a trabajar como paciente. Hacerlo indicaría que es sensato.
Sigue diciendo: “no es habitual la naturalidad en medio de tanto acartonamiento cm que se abordan las cosas del palacio”. ¿Qué más cabe decir? La mayoría ¿o somos minoría? No queremos el cartón piedra y el falso oropel, sino recuperar la naturalidad de la democracia, robada por el golpista y genocida autor de este artificio de la dictadura que dejó “atado u bien atado”. Es hora de desatarlo como se hizo con el nudo gordiano: un simple e incruento tajo.
Mas sorprendente es, sin embargo, leer: “Quien tiene que sustituirlo [al heredero del dictador] es el Príncipe de Asturias”, así, sin más argumento. Eso es lo propio de la gente inteligente consciente de la sinrazón de su afirmación. Lo mejor es no alegar ninguna. Cualquier (sin)razón es un punto de debilidad. Tener que rebatir la afirmación misma es astuto modo de endosar la carga de la prueba al que está en desacuerdo con la afirmación.
Es mi caso: es falso que tenga que substituirlo el príncipe de Asturias; debe hacerlo los ciudadanos: “La soberanía reside en el pueblo de donde emanan todos los poderes del Estado” (art.1.2,CE78). Los ciudadanos deberán decidir - emanando de él - quien es el Jefe del Estado. La opción es la reescritura dela CE78 por los cerdos:  ““la soberanía reside en el pueblo de donde emanan todos los poderes del Estado (menos uno que emana del dictador)”. O los más “jesuíticos”:  la Jefatura del Estado no es un poder del Estado”. Pues entonces fuera del Estado.
“Todo el mundo sabe que está preparado”. Otra afirmación sin demostración, también falsa: 1º.- muchos, no una minoría, no lo consideramos preparado. Está incapacitado porque “cree que ése es su derecho”; 2º.- tampoco está “preparado”, sino “dispuesto”, algo distinto, a heredar un nombramiento ilegítimo según el refrán español: “llámame pero y échame pan”.
Se alaba la naturalidad del médico Cabanela que dijo: “no sé en que consiste el trabajo del rey”. Ni él ni nadie. En ese mismo ejemplar de EL PAIS, en el reportaje sobre las relaciones entre Isabel II y Margaret Thatcher se describe el trabajo de un rey: "¿Y en qué consiste su  trabajo si no en pasara horas y horas haciendo nada con gente que no conoce ni tiene especial interés en conocer?". ¿Y despilfarramos millones de euros pagando por hacer ese trabajo?
Este rey podrá ser ilegítimo, pero no tonto como el del cuento de Andersen. Por eso no se arriesga a pasear. Aun sin hacerlo, los niños y las personas mayores lo dijimos ayer en la manifestación “Jaque al Rey” con igual naturalidad que el médico Cabanela. Un anuncio a doble página de EL PAÍS impidió aparecer como el haz y el envés dos reportajes opuestos: “Un príncipe sin funciones” (el paro llega a la familia real) y “El jaque al rey concentra a más de 1.000 personas en Madrid”, afirmación ciertamente verdadera: 2.000 es más que 1.000.

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