Leo un ingenioso artículo del
Sr. Savater con el que, ¿cómo podría ser de otro modo?, estoy parcialmente de
acuerdo. Mi discrepancia la explicó Campoamor: “todo es según el color del
cristal con que se mira”. Empleando una expresión similar, veo mayor el peligro
en los que “untan la tostada” que en los que “dan caña”. Y sin rebajar ninguna responsabilidad al
autor, estamos ante dos expresiones harto subjetivas pues un mismo texto es
calificado por unos como una “crítica ponderada” y por otros como que “da caña”. Escuchaba el
otro día una conversación de una señora que le gritaba - en España no se habla
- a su amiga con gran indignación: “¡ya no se puede leer la prensa!; ¡son todos
unos extremistas!; por eso yo siempre compro LA RAZÓN”.
“Ya sabemos lo que es “dar
caña”, dice Savater, (en otras épocas “dar leña” o “dar cera”): proferir
enormidades truculentas e insultantes que acogoten sin miramientos al personaje
público detestado, sea del gobierno o de la oposición”; y es cierto. Pero, los
refranes que tanto odiaba el Quijote, también sirve para aclarar conceptos. “Al
pan, pan, y al vino, vino”, es recomendación de sinceridad que no cabe
confundir con “dar caña”.
No lo es decir que la “Srª
Cospedal” tiene desfachatez difícilmente superable cuando explica el “finiquito
diferido”; que el Sr. Wert raya la insolencia cuando afirma “con mi ley habrá
más becas”; que la Srª Ibáñez diga que “se reduce la destrucción del paro”
porque vive en perpetuo éxtasis rociero; qué la Srª Mato es una incapaz, no
sólo por ver un Jaguar en su garaje y no inmutarse, sino por confundir el
co-pago con el re-pago; y lo dejo para tomar una “relaxing cup of coffee”.
Avergüenza la gente que “da
caña” para los que, como dice el Sr. Savater, “solo cuenta que utilicen munición
del más grueso calibre y que no condescienda a ningún miramiento con su víctima”
y mejor aun si “ha sido bendecido por
los dioses con un humor chocarrero y grasiento de la peor baba”. Son gente
vomitiva.
Pero lo grave no es que los
haya sino que, como dice Savater, “despierten tan morboso deleite en personas
que en otros asuntos prácticos de la vida atienden a argumentos y no a
iracundos rebuznos”, opinión que no comparto. Reconocer que dos y dos son
cuatro, algo práctico, no es incompatible con rebuznar de modo iracundo.
Uno mi lamento al suyo, pero
por la existencia de los seguidores, que lo crean. El vociferante se hundiría
en su propio ridículo si no le auparan tantos que le prestan más que atención,
reverencia. Sin ciertas instituciones, discretamente ocultas, no le pagaran
generosamente por ello y las cadenas de televisión - la pela es la pela -
aceptaran emitir programas de salsa rosa. El problema son los millones de
personas que, con más fidelidad con la que no van a su misa de doce, asisten con
fruición al sacrificio de las víctimas - muchas igualmente culpables - en el
altar televisivo.
La pregunta esencial es, sin
embargo, ¿son ellos la causa de sus seguidores o son sus seguidores los que lo
engendraron con su iracunda e incapacidad para el raciocinio, fruto de la
educación recibida? Probablemente sean la consecuencia de una turbulencia
cuántica - quizá el aleteo de la mariposa - que entraron en resonancia y, desde
entonces se realimentan.
¿Es dar caña decir que ése es
el objetivo del Sr. Wert con su eliminación de la “educación para la
ciudadanía” y su, no se sabe todavía, incorporación de la “religión como
asignatura lectiva? Bata leer “1984” de Orwell y todo queda diáfanamente claro.
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