“Hoy he venido a hablar de motos”, dijo el Presidente de la Generalitat
Valenciana. No sabe uno qué pensar: ¿es que se ha aprendido lo que tenía que
decir sobre motos y por lo tanto no sabe qué decir sobre cualquier otra cosa?;
¿o es, simplemente, desprecio a los ciudadanos de los que los periodistas son
intermediarios para llevarles la información que les interesa a los ciudadanos?
Semejante grosería recuerda la impertinente postura de Umbral que en una
entrevista televisiva dijo “yo he venido aquí a hablar de mi libro”.
Pero lo soportable en una persona
cuyos intereses eran meramente privados es insoportable en una persona que,
mediando el engaño de la propaganda electoral, y la voluntad de los
irreflexivos en ser engañados, ha salido elegido en las urnas ¿para servir al
pueblo?
Estas contestaciones no son más
que ridículos intento de evitar afrentar la realidad que les desborda, con lo
que revelan su propia torpeza; pretendiendo esconder la realidad lo único que
consiguen es poner todavía más de manifiesto su incapacidad, cuando son su
malicia.
El único mérito que tiene semejante
inadmisible respuesta es el de la coherencia. Sigue así el ejemplo ideológico
de falta de respeto al ciudadano de la Alcaldesa de Madrid que, tras sepultar a
la ciudad en una semana sin recogida de basuras dice que “eso a ella no le
incumbe porque es un problema privado de la empresa con los trabajadores”,
demostrando su capacidad intelectual una vez más.
Pero ambos, no obstante, insisto,
tienen el mérito de la coherencia son el comportamiento que mantiene su “líder máximo”
- no sé si esto consta o no expresamente en el “libro de estilo“ del Partido del
Kapital - que en circunstancias similares, despreciando las preguntas de los
periodistas dijo: “hoy llueve mucho”.
También son ganas de sorprenderse
ante esta respuesta. Una mínima reflexión sobre su vida política nos obliga a
reconocer que no cabía esperar otra respuesta de quien, siendo Presidente del
Gobierno, huye de los periodistas escapándose por el sótano de las Cortes; de
quien jamás habla - ¡sólo sabe leer papeles y cuando “no entiendo ni mi letra”,
se queda en blanco revelando que no piensa lo que dice, lo que implica que no
dice lo que piensa; de quien no se atreve ni a leer los papeles - ¡él jamás habla!
- delante de los periodistas a los que, previamente, les prohíbe preguntar, lo que
es una recuperación de aquellas notas de obligada publicación en los periódicos
que enviaban desde el Ministerio de la Gobernación del golpista y genocida
General Franco - el mismo que nombró heredero ideológico al Borbón que juró
complacido aceptar esa herencia ; de quien y sólo “se atreve” a presentarse como
lo que es, un “ectoplasma” televisivo que rehúye todo contacto con una realidad
que le desborda.
Pero nadie se sorprenda tampoco. Ya
nos había dado muestras de su capacidad de reconocer el mundo real cuando tras
haber colaborado desde el gobierno - ¡siempre por omisión, que es el delito/pecado
de los tibios - en el hundimiento del Prestige con el Ministro Álvarez Cascos,
al que la caza le importaba más, dijo “sólo salen unos hilitos de plastilina”.
Se refería a la marea negra que alcanzó hasta Francia.
¡Los dioses se apiaden de
nosotros! Reconozcamos los españoles que hemos sido, ¿somos?, un pueblo pecador.
Hagamos todos los sacrificios necesarios para aplacar su justa ira pero por
favor, ¡Dioses!, alejad de nosotros este cruel castigo aunque, legalmente
hablando, debamos seguir sufriéndolo dos años más. Lo malo de esta plegaria es
no hay dioses que la escuche.
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