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18 dic 2017

Los enemigos de la Constitución

Interesante el artículo “Los enemigos de la Constitución” de F. Rey, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid (EL PAIS; 11.12.2017)
Tras algunas referencia cultas señala que los 40 años de la CE78 es “la edad del demonio meridiano contra el que proviene el salmo 91. El azote que devasta en las horas centrales del día, las de mayor calor, cuando uno está más débil. En la tradición monacal, a esa hora se produce el peor ataque: la acedía, la tentación por la que el monje se vuelve perezoso y descuidado y pierde la esperanza”, para que concluir que “España vive una crisis de acedía democrática”. Yo no lo veo así. Por primera vez en 80 años la palabra República se opone a esta dictadura monárquica, aunque este impregnada de adherencias poco republicanas.
Es interesante su cita de lo que decía Juan de Mairena: “Lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad; por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino”. Señala que “los dos principales enemigos culturales del constitucionalismo democrático (y lo son porque están instaladas dentro del sistema y no enfrente como el comunismo o el fundamentalismo) son dos corrientes de pensamiento que se sitúan confortablemente en la mentira: el populismo y el nacionalismo independentista”. Populismo es sinónimo de democracia pero dicho desde el pode que teme perder el poder. Basta ver cuantos partidos reivindican su esencia “popular” en su título.
Su clasificación de que “populistas y nacionalistas inventan la comunidad ideal (el pueblo, los catalanes, los vascos, etcétera) oprimida y saqueada por otros (España, la casta)” es sesgada; ignora a los “españolistas de la España una grande y libre” que están en el poder.
Afirma que “el significado profundo e inicial de nuestra Constitución, de cualquier Constitución, es la de crear la comunidad política, el Estado español: artículo primero, apartado segundo, la soberanía nacional reside en el pueblo español”, pero ahí reside el problema: la soberanía reside en cada uno de los españoles que la ejercen a través de diversas instituciones oficiales, Municipio, Diputación, Autonomía, Gobierno del Estado. Si el ciudadano es parte del pueblo se trata de un truco fascista para negarle al ciudadano de su soberanía.
 “Nacionalistas y populistas coinciden en inventar imaginarios emocionales pero intelectualmente falsos sobre el presente y sobre la historia, por supuesto, reinventada a propia conveniencia”. ¿Acaso hay algún partido que no haga eso para justificarse?
El autor también encuentra otros dos enemigos: el pensamiento de izquierdas que considera que la Constitución es una hija (quizá no deseada, pero hija) del franquismo y que remite la auténtica legitimidad democrática a la República. El autor olvida la historia: el último régimen democrático fue la II República; y es igualmente cierto que el régimen dictatorial militar y fascista de Franco que fue el que inventó el actual régimen dictatorial monárquico sin solución de continuidad que con la CE78 dejó todo “atado y bien atado”.
Dice que no se dan las condiciones para modificar la constitución porque falta “el ingrediente previo y principal, que sí tenían los constituyentes de 1978: el espíritu de concordia: “Con-cor”, un solo corazón”. La historia demuestra que nunca existió: el golpe del 123.-F lo acredito; la no condena de la dictadura militar que engendró está monárquica lo ratifica y la burla de la ley de memoria histórica termina de acreditarlo. Los que ganaron la guerra siguen convencidos de que los demás la han perdido.
Que “la única buena noticia es que ... la vieja Constitución resiste” será buena para los   que   quieren que todo siga “atado y bien atado” No obstante admite la opción de la freforma y tiene razón en que “la primera reforma a acometer es, creo, la del sistema electoral del Congreso” pero no es cierto que favorece a los partidos nacionalistas autonómicos; a quien favorece es al PP descaradamente y bastante al PSOE; y no digamos en el Senado donde la comparación entre votos y escaños es un verdadero escándalo.
Dice que “hay que encontrar una fórmula electoral que deje de privilegiarlos”. Ya existe y por eso no se aplica; porque acabaría con los privilegios. La fórmula es: una persona un voto. Con una circunscripción única para el Congreso - el Senado es mejor que desaparezca -, una circunscripción para cada Autonomía del mismo modo que hay una para cada municipio.

Eso permitiría empezar a desatar el nudo del “todo atado y bien atado”. Así que no.

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