Test Footer


24 dic 2017

Las monarquías europeas

La hemeroteca nos ofrece interesantes artículos como el titulado “Las monarquías europeas” de Laín Entralgo (EL PAIS, 27.12.1978) cuya lectura, siempre interesante, lo es más este año que termina bajo la amenaza de los falsos fastos del próximo engaño al pueblo español en el 40 aniversario de la transición de la dictadura militar que quedó “atada y bien atada” a la dictadura monárquica que la CE78 a la espera de un nuevo Alejandro que corte este “nudo franquista-borbónico” con un  limpio, pacífico e incruento tajo de una espada democrática
Dice el autor que en Francia el “doctrinarismo republicano llegó a consolidarse durante la segunda mitad del siglo pasado” (se refiere al S. XIX) mientras que “toda Europa entra en el nuestro bajo monarquías cuyo arraigo popular es indudable”.
Se contradice cuando tras afirmarlo con referencia a la monarquía “inglesa, la alemana y la italiana, o cuya pervivencia, pese a la existencia de movimientos hostiles a ellas, los nacionalismos balcánicos y el checo en el caso de la austro-húngara, el marxismo y el nihilismo en el de la rusa, todavía parece empresa hacedera” reconoce que “pronto cambiarán las cosas” que es lo que pasa cuando lo que existe no cuenta con el apoyo popular.
Eso pasó incluso antes de la IGMundial con Portugal (1910): Tras ella se derriban “sin duda, para siempre, las monarquías alemana, austrohúngara y rusa [no cita Estonia, Lituania y Letonia (1914), Finlandia  y Ucrania (1917 , Checoeslovaquia, Hungría y Bielorusia (1918), Irlanda (1921) y España (1931-1939)]; proceso que radicalizará la segunda guerra mundial, cuyo término hace caer el trono en Italia, en Yugoslavia, en Rumania, en Bulgaria y -tras diversas vicisitudes- en Grecia. Después de 1945, sólo en Inglaterra, en Bélgica y Holanda y en los países escandinavos perdura indemne el régimen monárquico” [no cita Albania (1941), Islandia (1944) Chipre (1960), Malta (1964)].
Tras considerar que las seis monarquías (RU, Bélgican Holanda y las tres nórdicas)  son “sociedades pertenecientes a la vanguardia del desarrollo intelectual, social y técnico, no de pueblos sumidos en el arcaísmo” se pregunta: ¿Por qué la monarquía, que durante varias centurias fue vista como institución de derecho divino, ha conservado en esos países su vigencia? Con otras palabras: ¿Por qué en ellos no ha caído y sí en los que anteriormente mencioné?
Su respuesta errónea: “se han hundido los tronos cuyos titulares promovieron o aceptaron guerras nacionales que terminaron con la derrota total del país en cuestión; han perdurado los que, además de haberse visto libres de dicho evento, supieron incorporar a su Estado, y por tanto a su Gobierno, todas las grandes mutaciones históricas ulteriores a la Edad Media” porque la revolución de 1789 derribó a Luis XVI no acabó con el sentimiento monárquico hasta la derrota de Napoleón III en Sedán lo que se contradice con que luego diga que el republicanismo que no había dejado de crecer desde 1789 al igual que en los imperios alemán, austro húngaro y ruso tras la revolución de 1917 y su derrota en la IGMundial.
Olvida el autor señalar que en España la República desapareció por la traición de los dos clásicos enemigos Francia y el Reino Unido, que si era de esperar de la dictadura monárquica británica fue más indecente que viniera de la república francesa con un presidente del gobierno socialista, León Blum, promotor del fraudulento Comité de no Intervención.
Se pregunta el autor. “¿Qué hubiera sido de la monarquía inglesa, en el caso de una victoria total de Hitler? No lo sabemos”, añade. Lo que sí sabemos es lo que ha pasado en España tras haber perdido Hitler y el Golpe de Estado que él apoyó siempre hasta su vejez.
Analiza las cuatro revoluciones modernas: la racional o científica, la política, la industrial y la social y dice que “aceptar la institucionalización de ellas en un régimen que por oposición al republicano, ahora histórica y socialmente posible, empezó a llamarse «constitucional» y «monárquico»” ha sido la causa de la pervivencia de las dictaduras monárquicas frente a la situación española porque en España se rechazaron las cuatro.
Acto seguido disculpa a los dictadores monárquicos: “desde el siglo XVIII buena parte de nuestra sociedad se ha opuesto abierta o taimadamente a la modernización intelectual, política y social de España y que en consecuencia sería injusto cargar sobre la monarquía toda la culpa del retraso y la distorsión de tal empresa”. No es injusto; es el eterno acuerdo entre el “dictador monárquico parásito dueño de la finca” y “sus administradores corruptos, verdaderos dueños del país” que roban su salario a los trabajadores que la cultivan. Un acuerdo tácito que seguirá en vigor mientras favorezca a los administradores corruptos.
Ningún dictador monárquico tiene disculpa. Por quinta vez (General Elio, 1814; 100.000 hijos de S. Luis, 1823; Martínez Campos, 1874, Primo de Rivera, 1923, Franco, 1926) por vía militar un dictador monárquico borbónico se impone a la voluntad ciudadana y lo deja todo “atado y bien atado”. Pero es un nudo que acabará cortándose ¿por última vez?
Tras ignorar esta realidad y se pregunta: “¿Han empezado a cambiar las cosas?”; pro-golpista una vez pro-golpista siempre, añade “creo que sí”. ¿Por qué? Veamos las mentiras:
1ª:  “Desde Carlos III, ningún monarca ha valorado tan expresivamente como el actual -recuérdese su discurso en Las Palmas- el papel histórico de la inteligencia y las letras”. Sin embargo la realidad es que España ha retrocedido en la lista de países que invierten en I+D.
2ª: “Ninguno ha apoyado más resueltamente el proceso hacía una definitiva democratización política de España”. Sin embargo no tolera que el pueblo español donde reside la soberanía de la que emanan todos los poderes del Estado (art. 1.2CE78) sea realidad y periódicamente podamos elegir al Jefe del Estado. Él sigue con el nombramiento de Franco.
3ª: “Cuando Europa tiene ante sí la grave partida histórica de conciliar de veras -cuidado: he dicho «de veras»- el socialismo y la libertad, una amplia posibilidad de consolidarse hacia el siglo XXI se abre ante la monarquía española”. Basta ver su reacción tras los sucesos del 01.10.2017 sin dirigir ni una sola palabra de compasión a los que sufrieron la violencia proporcional de los agentes de las FCSE”.
4ª: “Cierto: no poco han cambiado las cosas”, concluye el autor y en eso tiene razón: los grises ahora viste de azul oscuro; el Tribunal de Orden Público continuador del Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo, ahora se llama Audiencia Nacional; el Decreto-Ley de bandidaje y terrorismo se llama hoy Ley Orgánica de protección de la seguridad ciudadana (2015) Ley Mordaza. Pero si hasta ahora los españoles reprochábamos a los borbones su perjurio, ahora se les reprocha a los dos últimos que no lo fueran con el prestado al dictador militar y fascista que los nombró reyes ¡para toda la eternidad!, si no lo remediamos antes.
Juan Carlos I no fue un perjuró. Cumplió su juramente de respetar y hacer respetar las leyes fascistas con las que Franco nos privara de libertad de las que nació la CE78 sin solución de continuidad con las que lo dejó “todo quedó atado y bien atado”. Los militares golpistas de 1936, ahora Generales, la aceptaron por eso. En 1981 algunos lo quisieron atar más pero tras el “juicio militar a sólo unos pocos” vieron que sí que estaba todo atado y bien atado”.
Felipe VI también juro respetar y hacer respetar las mismas leyes fascistas cuando la CE78 que nació de ellas y que juró para poder heredar la Jefatura del Estado de esta dictadura monárquico fascista; la misma que jurara su padre en 1975, incumpliendo el art. 1.2CE78.
A un dictador monárquico-fascista no se le pude exigir más democracia. No dan más de sí.

0 comentarios:

Publicar un comentario