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27 ene 2014

La libertad nos hace libres

La justicia es un concepto que tiene muchas definiciones según que se ponga el acento en uno u otro aspecto de la misma, pero todo el mundo aspira a recibir un trato justo. En un primer y más elemental nivel el trato  justo que uno espera recibir es un trato educado,cortés y amable por parte de las personas que nos rodean. Pero eso no se considera justicia en el sentido jurídico de la palabra porque no hay una sanción penal ni adminisrtativo al que se comporta injustamente, aunque uno se puede sentir injustamente tratado. La injusticia sufrida ha consistido en una falta de educación, de urbanidad y de buenas costumbres como respuesta a su comportamiento educado, urbano y de buenas maneras.
Pasando a un nivel superior, al de la justicia que protege el derecho y cuyo atropello tienen una sanción, la justicia exige la protección de la libertad de cada uno, como esencia del trato justo.
El ejercicio de nuestra libertad sin molestar el ejercicio de la ajena se convierte así en una norma de convivencia que, sin entrar en más sutilezas, podríamos considerar como fundamento de la justicia.
Es común la frase "mi libertad termina donde empieza la libertad del otro". Esto, sin embargo, revela una concepción poco solidaria de la libertad. Esta solidaridad con la libertad de todos ¿somos libres si alguien no lo es?  se da en la expresión "mi libertad se amplía allí donde empieza la libertad del otro".
Así, la libertad ajena es una parte de la propia libertad. La libertad ajena es también algo que uno está dispuesto a defender dentro de una visión social de la libertad en la que manifestamos nuestra ánimo a reducir la nuestra si el perjuicio que recibimos es menor que el beneficio que recibe el otro.
Quizá el mejor ejemplo de esta forma de ver la libertad lo tenemos en la aceptacion pacífica de la limitacion de la libertad de fumar en lugares públicos. El beneficio social de una mejor sanidad del aire, con su repercusión en la mejor calidad de vida ¡de todos!, en la disminucion de enfermedades ¡de todos!, en la reduccion del gasto sanitario ¡beneficioso para todos!,etc. Los fumadores, que estaban dispuestos a disfrutar del placer de fumar aunque lo pagaran "en diferido" en forma de peor calidad de vida, más enfermedades etc., aceptaron esa limitacion de su libertad ampliando la nuestra
Tras una primera reacción natural de protesta, ¿a quién le gusta que le cambien los hábitos?, la situacion se ha resuelto de modo pacífico: los fumadores han dejado de fumar; algunas veces, cada vez en menor número, se les ve en la calle fumando, los lugares públicos son más agradables. Está claro que para ellos, aunque fuera bajo la presión de una norma sancionadora, la aceptaron sin violencia; su libertad se amplió cuando aumentó nuestra libertad, la de los no fumadores.
Éste no fue el mismo comportamiento civilizado de defensa de la libertad en otros casos.

Cuando se reconocío el derecho a divorciarse hubo un aumento de la libertad de las parejas que no querían, ¡porque no podían! seguir conviviendo. Ello no produjo ningún menoscabo de la libertad ajena. Pero millones de personas, para quienes la libertad del otro no es un valor digno de respeto, salieron a la calle pidiendo que se privara a los demás de una libertad que ellos no querían ejercer.
¿En qué disminuía su libertad el hecho de que otros la pudieran ejercitar? ¡En nada! Son personas para las que, al contrario de lo que hemos comentado, "su libertad parece que se ensanchaba allí donde se limitaba la libertad de los demás" ¿Cabe algo más irracional?
Lo mismo ocurrió cuando se reconoció el derecho a casarse a personas del mismo sexo. Se logró un aumento de la libertad de las parejas que querían casarse y legalizar su convivencia. Ello no produjo ningún menoscabo de la libertad ajena. Pero millones de personas, prácticamente las mismas, para quienes la libertad del otro no es un valor digno de respeto salieron a la calle pidiendo que se privara a los demás de una libertad que ellos no la querían ejercer.
¿En qué disminuía su libertad el hecho de que otros la pudieran ejercitar? ¡En nada! Son personas para las que, al contrario de lo que hemos comentado, "su libertad parece que se ensanchaba allí donde se limitaba la libertad de los demás" ¿Cabe algo más irracional?
Ahora se está repitiendo el mismo comportamiento irracional abanderado desde el Ministerio de (IN)Justicia con la ley de prohibición de interrupción  del embarazo.
¿En qué disminuye su libertad el hecho de que otros la puedan ejercitar? ¡En nada! Pero él - no olvidemos que fue él quien redactó el recurso de inconstitucionalidad contra el matrimonio de personas del mismo sexo que, al final echó abajo el Tribunal Constitucional - quiere limitar la libertad de las mujeres a decidir ser o no madres. Permitirlo no menoscaba la libertad ajena. Pero millones de personas, ¡una vez más las mismas!, para quienes la libertad del otro no es un valor digno de respeto salen a la calle y hacen ostentacion de sus prejuicios pidiendo que se privara a los demás de una libertad que ellos no la querían ejercer.
¿En qué disminuía su libertad que otros la pudieran ejercitar? ¡En nada! Son personas para las que, al contrario de lo que hemos comentado, "su libertad parece que se ensanchaba allí donde se limitaba la libertad de los demás" ¿Cabe algo más irracional?
No entiendo que nadie pueda entender el binomio de justicia y la libertad de forma más represiva.
¿Cómo reaccionó Vd., Sr. Ministro, cuando era joven, ¿fue joven alguna vez?, en aquel Madrid de la represión franquista al que llegaba el eco de los gritos: ¡Prohibido prohibir! desde aquel París, geográficamente tan cerca y tan lejos políticamente, en aquel glorioso mayo del 68?
¿Es tan difícil de entender que "mi libertad se amplía allí donde empieza la libertad del otro"?


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