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20 abr 2018

Qué es el infinito


Dice el art. 16.1 CE78:  Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley” lo que obliga a impedir que sean las víctimas las que controlen con su afán de venganza, por legítimo que sea su sentimiento, la imposición de las sanciones que establece la ley por la comisión de delito.
Añade el art. 16.3 CE78: ”Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Eso impide que las confesiones cuyas “normas “religiosas justifican la venganza rijan el ordenamiento jurídico y en cambio si lo hagan las normas civiles, o civilizada. Ésta es palabra que viene de civis, -is, que en latín significa ciudad. Palabra que tiene el sentido opuesto a silva, -ae, que en latín significa bosque o selva, de ahí viene salvaje, que son las personas que allí vivían y se comportaban también como los animales.
Esta pequeña reflexión cultural, el lenguaje es el mejor exponente de la cultura en que vivimos, viene a cuenta del comportamiento vomitivo del partido del Gobierno que legalizó la pena indefinida. Esa pena que atenta contra la certeza de la pena que exige un Estado de Derecho revela que “esto” no es un Estado de Derecho. Siguen vigentes los principios ideológicos en la actual dictadura monárquica fascista que recibió su ilegitimidad de la herencia política del Jefe del Estado, el dictador militar fascista que lo nombró, ilegitimidad recibida al jurar las leyes fascistas ante ese mismo dios.
La tradición católica, por boca misma del hijo del dios en el que creen, pero al que parece que hacen poco caso, establece que su obligación es perdonar a los enemigos: habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mat. 5, 43-45). Pero, además, para que quedara más aclaro, cuando Pedro le pregunto “Señor, ¿cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he de perdonarle yo? ¿Hasta siete veces?”.  Jesús le dijo: “No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces (Mat., 18, 21,22).
Me resultó especialmente odioso el espectáculo organizado el otro día en el Congreso. De modo consciente y premeditado los diputados católicos del PP manipularon a ´las víctimas con la única intención de ganar votos cuando sabían que tenían perdida la votación sobre su invento de la cadena perpetua. Disculpo a las víctimas; el dolor, un dolor insoportable y permanente, exige la disculpa de casi todo lo que se haga bajo su influencia. Por eso mismo ensalzo a la víctima que, indignada, denunció la burda manipulación política de la que fue objeto; la única que llegó a darse cuenta del desprecio que sentían por ella y por su sufrimiento quienes vilmente la manipulaban para su propio beneficio.
No pediré yo a las víctimas que perdonen a los agresores o a los homicidas de sus hijos u otros parientes. El odio que sientan por ellos quizá les acompañará toda su vida; es un cruel dolor añadido. Aunque, según dicen, el paso del tiempo lo resuelve todo, no lo creo; el dolor no se olvida, aunque se atenúe su violencia ante la evidencia de la impotencia. Recuerdo el dolor, un dolor vivo y permanente, de quienes vieron asesinar a sus padres cuando tenía cinco o seis años, algunas veces en su propia presencia, hace 80 años más o menos. Quizá el odio ha desaparecido; pero no el dolor. Un dolor que algunos, ¿los mismos que con desvergüenza manipulan en su beneficio el dolor ajeno?, se empeñan en seguir reiterando; un dolor que dura ya casi un siglo acumulado al daño sufrido durante todo ese tiempo; un daño propio que, paradójicamente, es menos doloroso que el del recuerdo dolorido.
Ellos desprecian el dolor ajeno. Ellos impiden atenuarlo; no ya pidiendo un perdón que nunca pedirán y que, falso como el de casi todos los asesinos, no merecen. Pero es que se oponen a atenuarlo, ¿no es eso lo que exige la ley?, con la exhumación de los enterrados en cunetas conocidas y en campos privados. Campos donde sus propietarios exigen el respeto al “sagrado” derecho de propiedad para impedir que se exhumen, como si la propiedad de la tierra fuera más digna de respeto, ¿lo es?, que la propiedad de los cadáveres de las víctimas y que el derecho de sus deudos a enterrarlos dignamente.
Qué ruin es el alma humana de la gente ruin. Es la mejor representación del infinito.

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