Leo el
artículo del Catedrático Prof. Otero Lastres, “LA ANIQUILACIÓN DEL HONOR POR
DOS PODERES DEL ESTADO” (04.03.2017) Es un título desconcertante; se refiere
al poder judicial, que lo es del estado pero también a un “cuarto poder”, los medios de
comunicación, que no son un poder del
estado sino de los ciudadanos lectores, de los anunciantes y de sus accionistas.
Aclarado la
falsedad del título, que se reitera en el texto del artículo, ¿de verdad el
poder judicial está “triturando el
derecho fundamental al honor de algunos ciudadanos”?
El texto
describe una hipotética actuación de un político que denuncia a otro para que lo investiguen de aparentes delitos para desembarazarse de otro a la que se suman “combinadamente el poder judicial y la
prensa”. Combinadamente es una palabra no sinónima de coincidentemente. “Combinadamente” es una “acusación de dolo intencional premeditado” de un poder del Estado, el poder judicial,
Desconfiar
de la justicia es algo que no distingue al autor de muchos otros
ciudadanos, pero es curioso que un artículo preocupado por la defensa del honor
acuse de modo tan genérico al sistema judicial de comisión de delito. Pero al hacerlo precisa la politización al afirmar que “presenta una querella ante un juzgado de
instrucción, a poder ser de un juez con ideología política afín, que suele
admitirla a trámite”. Se trata de una directa acusación de incumplir las
normas para distribuir las querellas por parte del Juez Decano para que
no toque el juez que toque sino el “corrupto”.
Afirma el
autor que estos casos “son mucho más
frecuentes de lo que parece” cuando se trata de “un político de cierta relevancia”. Mi impresión es distinta: he
contemplado muchos casos es que si se trata de políticos de cierta
relevancia no es infrecuente que “algunos
jueces sean expulsados de la carrera judicial”, que “algunos fiscales sean relevados de sus cargos”, o que las querellas
“se sobresean una y otra vez” y sólo
algunas se acepten tras muchos intentos.
¿Qué hacen
las víctimas inocentes si al final se demuestra su inocencia que no
presentan una querella por falsa imputación? Para esos casos es cuando se necesita la solidaridad de los partidos en los que
militan, pero ahí no actúa ningún partido. Si se acreditara la actuación
delictiva de los querellantes y fueran condenados ello contribuiría a disminuir
ese tipo de delitos. Pero ningún partido denuncia al que
desacredito a uno de sus miembros, ello obliga a preguntarse ¿por qué?
La
actuación de los partidos cuyos miembros son acusados de corruptos es una y otra vez siempre la misma. Siempre sigue el mismo patrón: 1.- protegen a los corruptos; 2.- declaran por
todos los puntos cardinales la calidad humana, la honradez, la categoría
personal, etc., etc., de la pobre víctima a la que se utiliza no para hundirle
a él sino para desacreditar al partido en el que milita; 3.- le ayudan a
destruir las pruebas, los discos duros y los blandos; también los documentos; 4.-
eso sí, cuando la evidencia es incontestable se desembarazan de
ellos y 5.- empiezan a indignarse por haber sido
víctimas, no colaboradores ni beneficiarios de esos delitos de corrupción; son pobres inocentes víctimas de su buena fe por no haberse dado cuenta de la corrupción hecha
ante sus narices.
A todo ello
se añaden mil declaraciones de colaboración con la justicia a los cuatro, a
los ocho o a los dieciséis vientos pero, es una coincidencia o es algo más el que 1.- los que los nombraron para altos
cargos no tienen nada que declarar en su contra; “nunca vieron nada”; 2.- los que trabajaron codo con codo con ellos
no tienen nada que declarar contra ellos “nunca
oyeron nada”; 3.- todos se portan como “infantes” en sentido etimológico: “infante es el que no sabe hablar”.
Siento
solidaridad con los inocentes; pero sólo con los verdaderos inocentes. No con los
que sólo son declarados no culpables; menos con los que no son declarados culpables
porque sus delitos han prescrito; mucho menos con aquellos cuyas pruebas acreditan la
comisión del delito “pero son legalmente
inválidas”.
Yo no soy
juez; yo no estoy obligado a rechazar una prueba “legalmente inválida”; yo soy un ciudadano y para mis juicios
sociales la prueba legalmente inválida es “socialmente
válida”; es una prueba real, aunque sin valor judicial, que acredita
que se cometió el delito. Mi juicio no es legal sino social; los condeno
como ciudadano por seer unos indecentes sociales. Somos un país garantista y estoy a favor; por eso mismo reivindico el derecho a la condena social allí donde la jurídica
no tiene espacio de actuación. La verdad es la verdad, la verdad judicial no siempre es la verdad.
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